Número siete

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Número siete; tus manos.

No hay forma en que puedas imaginarlo, es imposible que lo hayas pensado, pero yo en verdad odio tus manos.

Esas pequeñas y suaves manos que me erizan la piel cuándo rosan con las mías, que me hacen perder el control y se muestran ante mi desdicha como las únicas dignas de posarse en las maravillosas curvas que se arrastran desde tu cintura hasta tu cadera.

¿Es que deseas acabar con mi vida?

De no ser ese el caso, no puedo explicarme el porque tomas mi rostro entre tus pequeñas manos cuándo me encuentro distraído y te has cansado de moverme de un lado a otro, deberías saber que tus manos pequeñas sobre mis mejillas amenazan con robarse mi vida de un paro cardíaco.

Odio que al ser tan suaves, finja que aún no te escucho tan solo para que las dejes en mi rostro por otro rato, me molesta que tenga que pegarme a ti para rozar mis manos con las tuyas, me enoja muchísimos que sean esas manos las que acaricien tus labios y den calor a tus mejillas.

Las odio porque estoy celoso, porque en mis momentos de mayor debilidad y cuándo me permito pensar de más, deseo que esas manos se abracen a mi espalda y me dejen marcas rojizas en evidencia de todo lo que me permito pensar de ti. Las detesto porque se me antojan lindas, porque no puedo tomarlas entre mis manos y depositar en ellas un beso de mis labios.

Las odio porque son ellas las que reciben los besos directos de tus belfos rosados, cuándo los lanzas escondida tras la puerta hacia mí, creyendo que no te veo, sin saber que tomo entre mis manos el fantasma de tu beso volador y lo atesoro junto a mi pecho, sonriendo como un puberto.

10 Cosas que odio de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora