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Ramiro y José se miraron estupefactos, sin saber qué hacer. A pesar de los signos de alarma, decidieron seguir decodificando el mensaje.

—Cada cien años pasa lo mismo —recitó José leyendo el escrito—. A las tres de la madrugada se escucha una interferencia, la gente es llevada a un búnker y permanecen encerrados hasta que alguien encuentre una salida en menos de dos semanas. Pasado este tiempo, si no pudieron salir, el refugio se llena de agua hasta que todos mueran ahogados.

»Esto se hace con el propósito de encontrar a un hombre que sea nuestro salvador. Un sabio que nos libere de la tiranía y, si no está en ese grupo, la gente es sacrificada. No hay modo de salvarlos. La salida está en el mensaje de la interferencia.

Ramiro bufó y frunció el ceño. ¿En el mensaje de la interferencia? ¿Entonces qué hacían perdiendo el tiempo decodificando el mensaje de un estúpido presidente?

—¡Tenemos que salir de acá! —gritó el viejo cuando sintió que el agua ya superaba sus pies—. ¡Seremos los primeros en morir!

El sabio no dijo nada. En su mente estaba grabado el sonido de la interferencia que había escuchado hacía unos días con sus demás compañeros y comenzó a entender el mensaje mentalmente. Cerró sus ojos y se concentró en ello con todas sus fuerzas. El agua empezaba a llegar a su cintura, escucha la desesperación de José, pero él seguía inmutable. Sentía que él tenía la respuesta.

La salida está en el fondo del ser, en el hueco de la humanidad, en la interferencia del universo —murmuró.

La alarma dejó de sonar, el agua comenzó a descender más rápido de lo que subió y la puerta emitió un ruido y se abrió por sí sola. Cruzó una mirada con su acompañante y se apuraron en salir de aquella biblioteca. Subieron los escalones de dos en dos hacia el primer piso y una luz blanca cegó por completo a Ramiro mientras sentía miles de aplausos y manos cálidas que lo palmeaban amistosamente.

—¿Qué... qué está pasando? —cuestionó confundido. Vio muchísimas cámaras a su alrededor, y José lo abrazó sonriendo de oreja a oreja. El presidente llegó hacia él y le tendió una mano.

—¡Sos el primer ganador del programa Interferencia 3.0! —exclamó un hombre sosteniendo un micrófono. La gente aplaudió con más énfasis—. Programa que se transmite todos los días a las tres de la madrugada, pone en juego tu mente y te lleva al límite de tus capacidades.

—Pero... no puede ser. ¿Era todo mentira? Yo... no entiendo nada  —comentó Ramiro dubitativo. Se sentía descompuesto con tanta información que no entraba en su cabeza. El presidente se acercó a él.

—Es un reality show, hombre. El único fin de esto es entretener y ver hasta dónde se puede llegar con la presión del encierro. Demostró ser muy inteligente, felicidades.

A partir de ese momento, Ramiro comenzó a desconfiar de todo lo que lo rodeaba. Solo creía en la interferencia del universo.



Interferencia 3.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora