Mi nombre es Ecco y soy la última de un largo linaje de viajeros en el tiempo. Cuando era pequeña siempre soñaba con recorrer el mundo y al cumplir los nueve años ese deseo se hizo realidad. Sin embargo, no fue como yo esperaba.
«Si deseas el sol, te acabarás quemando, pero siempre puedes encontrar un término medio», decía mi madre cuando por fin me explicó lo que me estaba ocurriendo. Y es que en mi familia aquello de los viajes en el tiempo era algo muy común, pero tenía que aprender a utilizar ese don si no quería que acabara conmigo.
Mis padres siempre me aconsejaron que debía que ir hacia adelante, nunca mirar atrás; y eso es lo que llevo haciendo desde que murieron. Hace tanto tiempo que desaparecieron que ni recuerdo cuándo ocurrió, pero de lo que siempre me acuerdo es de ir a llevarles una flor a su tumba todos los años. A ellos les encantaban las margaritas, de hecho, cuando vivíamos juntos siempre me traían una por la mañana junto con el desayuno. ¿Qué si les echo de menos? Muchísimo, pero me alegro de que no estén para ver en lo que se ha ido convirtiendo este mundo.
Serena fue la última mentora que tuve. Ella, además, me enseñó a no perderme en los vacíos temporales, los cuales solo buscan retenerte el mayor tiempo posible y eso no era nada bueno. Una vez dentro, el tiempo se detiene y pierdes consciencia de ti mismo, te quedas anclado en los recuerdos y finalmente el miedo a avanzar se apodera de ti, destruyéndote. Paradójicamente, eso es lo que le ocurrió a ella, quien no pudo controlar esa ansia enfermiza por volver al pasado y este acabó haciéndola prisionera.
He perdido la cuenta de cuántas veces he viajado al futuro ya. Yo nací en una época en la cuál no teníamos ningún tipo de facilidad. Tal era la reclusión de las mujeres que algunas ni se atrevían a expresar sus emociones o pensamientos por puro terror a las represalias. Desde el descubrimiento de América hasta la invención del teléfono, pasando por varias guerras, pero siempre escondida por temor a que descubrieran mi don. De hecho, en una ocasión estuve a punto de ser quemada porque creyeron que era una bruja, increíble, ¿verdad? Pero sin duda mi época preferida siempre fue en la que surgió el conocido como Rock and Roll y mi gran amigo Eric Clapton me enseñó a tocar la guitarra. Y vosotros pensaréis, ¿qué hacía un hombre como él enseñándome a hacer tal cosa? Pero es que, en la época en la que nos conocimos, él todavía no era tan famoso como luego se convirtió.
Por otro lado, Serena también me enseñó a reconocer cuándo es necesario huir y eso es lo que llevo haciendo desde que unos hombres con muchos más medios de los que podían disponer décadas atrás decidieron acabar conmigo porque pensaron que yo era una amenaza. Yo, que nunca había roto un plato en mi vida, y todo por hacer algo que ellos no eran capaces de explicar. Fue en esa huida cuando le conocí, en una nebulosa de caos y muerte estaba Edel esperando a ser arrastrado del mismo modo que sus compañeros, pues había aparecido en medio de una guerra, la conocida como Tercera Guerra Mundial, y él se encontraba en tierra de nadie amenazado por los dos bandos.
-¿Por qué no te has puesto a cubierto? -quise saber cuándo entramos en un refugio abandonado.
-No quiero seguir viviendo -me explicó una vez calmamos el frío con el fuego que habíamos encendido en la chimenea.
No comprendía por qué hablaba de ese modo, pero cuando supo que yo no era una amenaza me explicó el verdadero motivo por el que pensaba así.
-No hay razón para vivir si todo lo que te importa ha desaparecido -habló en un susurro y comprendí que hablaba desde la tristeza y la nostalgia.
-Desde que nací siempre he tenido el amor de mis padres y este ha vivido conmigo todo este tiempo, pero ellos me enseñaron algo muy importante, me enseñaron a no mirar nunca atrás, a desprenderme del pasado en cuanto este pudiera hacerme daño.
-¿Qué hay de malo en el pasado? -preguntó con repentina curiosidad.
-¿Ves todo esto? ¿Ves la destrucción y el dolor? Todo esto lo han causado las personas que, por rencores del pasado, creen que la venganza es la mejor solución. He visto repetirse esta historia cientos de veces, guerras entre países, entre distintas personas, y lo único que han conseguido con ello es volver a cometer los mismos errores una y otra vez. Nunca aprenderás si no crees en las posibilidades que hay en el futuro.
-Ya no hay futuro para mí, Ecco. Ni para mí ni para nadie.
Al ver el dolor en sus ojos me di cuenta de que tal vez mi tía Serena se había confundido al pensar en el pasado como algo malo y comprendí que siempre se podía encontrar un término medio entre esos dos conceptos.
-Claro que lo hay, tienes que cerrar los ojos y desearlo con todas tus fuerzas.
Cuando tuvo los ojos cerrados, le cogí las manos y cerré los míos también. Entonces me imaginé un lugar lleno de paz y de tranquilidad. Ese hueco entre el presente y el futuro donde la maldad no había llegado y en el que los recuerdos no te podían dañar. Le llevé conmigo al mismo sitio del que mi madre me había hablado cuando me contó sobre mi don. Busqué ese vacío entre la paz y la enemistad al que la historia todavía no había llegado y al final lo encontré. El lugar perfecto para él. Para los dos. Nuestro infinito.
Y por fin aprendí a vivir sin tener que esconderme, sin temor a ser vista, pero sin olvidar quién era y de dónde venía.