Capítulo 2 - New York

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―¡Pues visitarte! La semana que viene es tu cumpleaños ―respondió Ismael.

Recordaba a mi amigo más serio, pero parecía feliz. Sus ojos brillaban y no tardé en averiguar por qué. A su lado, agarrándole la mano, había una chica morena, de pelo corto y ojos oscuros.

Los ojos de Ismael siguieron la trayectoria de los míos.

―Te presento a Vero. Estamos saliendo.

Me acerqué y le di dos besos.

―Encantada de conocerte por fin ―me dijo―. Y felicidades por adelantado.

―Encantado. Gracias, Vero.

Ismael me dio un fuerte abrazo y luego se acercó Elián a darme otro.

―¡Pequeña mariquita!

―¿Cuántos tirones de oreja tenemos que darte? ―preguntó.

―Veintidós, supongo.

Todos nos empezamos a reír.

―¿Dónde has dejado a Olimpia?

―En casa, estudiando. Está nerviosa porque tiene parciales nada más volver de las vacaciones de semana santa.

Miré los barriles.

―Tíos, sois unos borrachos. ¿Dos barriles? ¿En serio? ―bromeé.

―Uno es para Will ―dijo Elián―. Nos lo pidió.

―No entiendo lo que dicen ―comentó el aludido en inglés.

Sonreí.

―Dicen que eres un borracho que quiere un barril para él solo.

―¿Yo un borracho? ¿Sabes la de cervezas que me voy a ahorrar comprar por un tiempo?

―¡Eh, eh! ―se metió Ismael―. En spanish, please.

―Yo no hablo español ―le contestó Will.

La fiesta en mi casa no tuvo más contratiempo que el de los vecinos de arriba, pidiendo que bajásemos la música. Era una pareja afroamericana que tenía un bebé de cuatro meses, que no dudaron en usar como excusa.

Entre Elián, Ismael, Vero y Will se acabó un barril. Yo, como no me atrevía a probar el alcohol, estuve toda la noche bebiendo refrescos. Me sentía hinchado por el gas, pero contento por la visita.

Me explicaron que se pusieron en contacto con Will a través de mi Facebook. Él los había animado a venir con la excusa de que mi cumpleaños se acercaba y les había facilitado la dirección de la casa. Incluso les había encontrado un chollo para que pagasen el vuelo. No pude evitar preguntarme si tan triste se me veía como para que mi huraño compañero decidiera cooperar tanto y le pareciera tan buena idea la visita de mis amigos, a los cuales no entendía la mayor parte del tiempo, excepto cuando le hablaban en un torpe inglés.

Nadie se atrevió a mencionar a Valeria. Todos sabían de sobra lo que había pasado, pero no me preguntaron nada. Agradecí el gesto. Temía ponerme sentimental si me sacaban el tema, porque sentía que una apisonadora había pasado por encima de mi corazón. Tenía tantas ilusiones y tantos recuerdos que olvidar que, si mi mente fuera una papelera de un ordenador y cada recuerdo un archivo, el ordenador colapsaría.

Por la mañana, después de ayudarme a recoger todo, les hice un tour por Brooklyn, mostrándoles los sitios que más me gustaban del barrio.

―No entiendo cómo estás viviendo aquí en vez de irte a vivir al barrio pijo. ¿Cuándo nos vas a llevar a Central Park o a la Quinta avenida? ―saltó Ismael, después de andar durante tres horas por el barrio.

―Depende. ¿Cuánto tiempo os vais a quedar?

―Hasta pasado mañana ―contestó Elián―. Era cuando los vuelos estaban más baratos.

―Entonces, ¿qué os parece ir a comer algo y luego nos vamos a Manhattan?

―Perfecto ―dijo Vero―. Me muero de hambre.

Los llevé a comer a un restaurante mexicano de Brooklyn, donde nos hicimos fotos que fueron a parar a Instagram. También fotografiamos a la comida, según Ismael, para dar envidia a todos los que vieran nuestras historias. Me sorprendí al verlo tan enganchado a las redes sociales, a las que antes no prestaba la menor atención.

Cuando terminamos, fuimos directos a Manhattan. La novia de Ismael se veía muy entusiasmada y llegó a decir que se sentía como si fuera un personaje de Gossip Girl. Cuando lo dijo, arqueé una ceja y no pude evitar poner los ojos en blanco, pensando en cuánto daño había hecho esa serie.

En la Quinta avenida, Vero quería parar a cada paso para hacerse fotos con carteles, músicos callejeros y tiendas emblemáticas como la de Tiffany. Elián e Ismael se quejaron en varias ocasiones, pero yo no dije nada. Vi la complicidad existente entre mi amigo y su novia, por mucho que lo desearan ocultar y no pude evitar acordarme de Val y de cómo de felices habríamos sido de no haberle dicho nada o de ser simplemente una persona normal.

―¿Estás bien? ―me preguntó Elián, mientras Vero e Ismael posaban con un hombre disfrazado de estatua―. Estás muy callado.

―Sí ―mentí, deseando que fuera cierto.

―No hace falta que me mientas ―murmuró.

―Ya estamos ―anunció Ismael, salvándome de una conversación que no me apetecía tener―. ¿Queréis vosotros una foto también?

Negué con la cabeza.

―No, creo que mis seguidores de Instagram tienen para rato. No quiero ganarme unfollows.

―Muy de acuerdo. Yo te habría dejado de seguir a la sexta foto del burrito del restaurante mexicano ―dijo Elián, haciendo que todos nos echásemos a reír. 

El éxodo de BrunoWhere stories live. Discover now