CAPÍTULO I

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Amalia

-Donde estás renacuaja—escucho a mi padre hablarme—Amelia contesta pequeña demonía si no quieres que te golpee como hace una semana. –

Aunque estoy encogida en mi cama y muerta del miedo debo contestarle aún hay cardenales en mi espalda.

-Ya voy padre—salgo del cuarto y me dirigió a la cocina se que de ahí proviene su grito y en un susurro bajo y tragando saliva contestó—que pasa padre.–

-Dame de comer—exige—la tonta de tu madre no puedo hacer ni eso. –

Mi madre no estaba en casa siempre sale y me deja sola todos los días y debo ser yo quien debe encargarse de mi padre.

-Voy padre—le informó, le traigo el plato de comida de la cocina con manos temblorosas le pongo el plato sobre la mesa.—

-Que es esta porquería Amalia – ruge, molesto—está asquerosa, con lo que doy en esta casa deberían hacer algo mejor. –

Se levanta y tira el plato fuertemente al suelo, esto acabará mal para mi lo se, y aunque intente impedir el momento se que no podré.

-No lo se padre fue lo que mi madre cocino para ti—le digo ya con voz temblorosa

-Oh pequeña Amalia no has aprendido nada. –

Miro como va quitándose el cinturón y yo retrocedo, pero si corro se que será peor cuando me atrape. Solo cierro los ojos para no ver.

El primer golpe suena en mi pierna alta y el dolor no tarda en llegar. 
-No corras pequeña debes aprender las cosas—dice sonriendo. –

-Por favor padre no volverá a suceder. –

Otro golpe más viene. Sentí cuando empezó a caer la villa del cinturón de mi padre sobre mis piernas.

-Cuando entenderás Amalia aquí se hace lo que yo digo pero te empeñas en no obedecer si yo digo que lo hiciste tu, fue así, entendiste pequeña-
Solo se escuchaban sollozos de mi parte.

-Responde- ruge mi padre molestó pero con una media sonrisa a su vez –

-Si padre- respondí – Para por favor no más, he entendido padre no me lastimes.

El solo sonrió viendo reflejado el dolor en mis ojos y en mi cuerpo.

-Yo pararé cuando a mi se me de la maldita gana carajo- grito – entiende de una puta vez no gritas si yo no te lo digo no hablas si yo no te lo pido-.

Siguió golpeando mis piernas y mi espalda hasta que se canso, me dejó ahí en la cocina. No podía pararme me dolía el cuerpo pero sabía que debía ir me de ahí si el regresaba y me encontraba ahí sería peor.

Con las fuerzas que me quedaban me levante de a poco subí las escaleras y camine el pasillo abrí la puerta de mi cuarto y entre me dejé caer en la cama boca a bajo las piernas me punzaban y la espalda árdia, son años en los cuales mi padre me golpea y sigo sin acostumbrarme al dolor.

Debía entrar al baño para lavarme la sangre seca que había en mis piernas gracias a la villa del cinturón de mi padre, me levante como pude aun seguía el dolor en mi cuerpo, entre y me senté en la bañera abri el grifo para dejar caer agua y poder lavarme tome el jabón y empeze con mi labor.

Cada parte que tocaba en mis piernas sentía el borde de imperfecciones cicatrises que había en ellas acausa de los golpes

Por que - susurre - no merezco este trato

-Que le hiciste a tu padre mocosa esta furioso y no deja de gritarme- llego mi madre perfecto, no puedo decirle que fue por ella – Responde maldición Amalia es una simple pregunta no puedes si quiera mirarme a la cara - Mira mis piernas - Te lo merecez eres una pequeña mocosa que nunca hace lo que se te ordena-.

Salió de mi baño y lágrimas caian sobre mi mejilla nunca me han querido, nunca me han demostrado afecto, cariño, ni calidez.

***

Compre una nueva pomada para mis heridas y hematomas que tengo, debo ir al trabajo y es mejor ir a trabajar que quedarme en casa, prefiero no tener descanso por que así se que no veré a mi padre mientras estoy en jornada pero cada semana que no debo asistir a trabajar es cuando mi padre se ensaña conmigo y termino hecha ovillo en el colchón de mi cuarto por los golpes que me propinó minutos antes sabe que no salgo y puedo recuperarme para el día siguiente pero los movimientos y los roses en mi piel se sienten como el infierno.

Ya se me ha hecho tarde para el trabajo tengo 15 minutos de tolerancia pero nunca me a gustado llegar tarde me gusta ser responsable.
                       
                               ***

Llegue 10 minutos tarde al trabajo pero gracias a que siempre llego temprano no me regañaron tuve que mentir cuando me preguntaron el motivo de llegar tarde y si mi trabajo que mayormente hago, mentir.

Salí del trabajo a la una de la mañana ya se había hecho costumbre tardaba en hacer mis cosas pero era mejor por que podía hacer mejor mi trabajo, mi casa quedaba a 15 minutos de distancia por lo cual no se me hacía tan largo el camino.

Cuando ya había avanzado dos cuadras vi por el rabillo del ojo un auto negro no iba rápido pero tampoco lento no le tome importancia y seguí mi camino, cuando llegue a casa y estaba sacando las llaves vi el mismo auto rápidamente abrí la puerta y me adentre a casa subí a dormir y descansar me tocaba trabajar temprano pero también quería decir que saldría temprano y tendría la tarde libre.

***

Llegue a las siete a mi trabajo, transcurría el día lentamente pero aún así había demasiada gente que atender debía sonreír los golpes ya no me causaban tanto dolor gracias a la pomada, faltaban dos horas para salir estaba en caja cobrando a la gente la cual quedaba enfrente de la puerta de entrada, busque con que distraerme mientras acababa mi turno, voltie cuando escuche un auto estacionarse fuera de la tienda vi dos jóvenes bajarse uno en especial, entraron y los seguí
con la mirada no miraron a nadie mientras caminaban a su destino.

Dos cervezas fueron puestas en mi campo de visión, al momento de alzar mi mirada lo vi mirándome con esos ojos azules que parecía agua en tranquilidad me perdí en ellos sintiendo paz.

-Puedes cobrarme por favor—oí su voz era tranquila igual que su mirada era gruesa y delgada al mismo tiempo.

-Amalia que sucede—me dijo el encargado de la tienda y deje de pensar en sus ojos.

-Nada, solo me distraje un momento—respondí a Darío el encargado—disculpa ahora mismo te atiendo—le dije al chico al que había mirado.

-Gracias—contesto un poco sarcástico.

-Le cobro 48 pesos por favor—le dije con voz baja.

-Recibí el dinero por su parte aunque no espero por su nota y se marcho junto el otro chico.

-hey! Amalia que sucede estas distraída llevas demasiado tiempo aquí con nosotros y es raro verte nerviosa o en ese estado como si tu mente no estuviera aquí—fue lo que dijo Darío cuando ya no hubo más gente, era solo que recordaba esos ojos y seguía sintiéndome en paz.

-No es nada Darío—mentí—Solo estoy un poco agotada nada que no pueda quitarse con una buena siesta.

AmaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora