III

965 115 40
                                    

—Por favor, vive aquí, conmigo. A partir de ahora.

Un ático. ¿Era en serio aquello? Había una pila grande de mantas, arrinconadas en un espacio del cuarto. En la parte superior, un poco antes del techo, había una ventana, que le permitía a la luz entrar de manera limitada. Era un poco grande, pensó si quería escapar. Luego notó los enormes barrotes, y abandonó la idea. Un poco más abajo, había un par de cadenas.

"Mierda. ¿Qué clase de persona es realmente este tipo?" Pensó, tragando saliva amarga con dificultad. La piel se le erizó.

Había también una bacinica de metal, discreta, y el muchachito de ojos azules se horririzó por completo. La señaló.

—Puedes usar esto como baño. No te preocupes; prepararé todas tus comidas. Puedes andar por la habitación dentro del rango de las cadenas.

"Oh, entonces me tendrá de rehén por un tiempo" Era lo más lógico, qué tonto.

Lo tomó del brazo tan bruscamente que sintió el roce ligero de sus uñas, y supuso que más tarde tendría unas líneas rojizas marcadas ahí. Exclamó, pero la pegajosa cinta en sus labios estorbaba.

—Será inútil gritar. No hay nadie más en esta casa además de nosotros. Cuando salga, quitaré la escalera plegable.—Le decía a sus espaldas.

Todavía no le quitaba la soga con la que tenía sus manos atadas, y con cada vez que removía sus manos, le quemaba las muñecas.

Dio un paso adelante, se giró y en un momento de valentía abalanzó sus brazos contra el rizado, con agresividad. Se escuchó un quejido, más fuerte. Logró darle un golpe, pero pequeño, apenas lo tocó. Era rápido, pero Brian más.

El pañuelo húmedo se presentó nuevamente, y sus ojos comenzaron a nublarse. No sentía las piernas y los parpados le pesaban toneladas.

—Creo que fue un mal momento para quitarle las vendas de los ojos...

juguete triste; maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora