-Solamente tienes que atender el teléfono y separarme estas carpetas en “Entregados y pendientes”. ¿Entendido?-me explicaba mientras me pasaba las carpetas.- Las que tienen el sello rojo son los entregados y los que no lo tienen son los pendientes.- me observó.- ¿Me estas escuchando?
-Si, Guillermo.-respondí como si fuera su empleada.- ¿Nada más?
-Si, solo pásame los llamados de estas dos personas.-me pasó un papel.- Anota.- me dio lapicera.- Peter Hamilton y Edward Maphers. Para las demás personas que llamen, yo estoy en una importante reunión. ¿De acuerdo?- caminó hasta la puerta.- ¿Crees que podrás?
-Si, Carlos.-dije obvia.- Ya vete y déjame en paz.
Cerró la puerta de “mi oficina”. Comencé separando las carpetas en “entregados y pendientes”, no hubo ningún llamado hasta las 10:00 am pero ya luego el teléfono no paraba de sonar. Era un llamado tras otro y luego otro. No creí que ser la secretaria de Guillermo Diaz sería tan agotador.
-Oficina de Guillermo Diaz ¿En que puedo ayudarle?
-Que sensual suena cuando tú lo dices.-dijo su voz tras el teléfono.
-No juegues, hay como seis personas esperando que atienda.
-¿Más importantes que tu futuro esposo?-contestó con seriedad.
-Guillermo tu mismo sabes que no nos casamos por amor así que no me vengas con pavadas.
-_____ te advierto que soy muy celoso.-su voz aun sonaba seria, eso me preocupaba.
-Bueno, como digas.-le dije fríamente.
-Ya nos vamos. Para eso llamaba. No atiendas a la gente que esta en llamada de espera. Solo ven hasta mi oficina.-finalizó la llamada.
Tomé mi bolso y salí de la oficina. Varios hombres que trabajaban ahí me dedicaron miradas. Eso me puso nerviosa pero no podía acelerar el paso porque quedaría como una nena huyendo. Solo intenté ignorarlos, es que no estoy acostumbrada a esto, mi cuerpo nunca llamó la atención de ningún hombre.
Entre a la oficina de Guillermo.
-¿Estas bien?-preguntó al oír un suspiro de mi parte.
-Si.-dije intentando fingir que sus empleados no me habían pasado la mirada por todo el cuerpo. Como el había dicho antes, era celoso.
-No parece.-miró la pantalla de su computadora. Me senté en un sillón.
-¿Te falta mucho?-pregunté con impaciencia. Ya quería irme a casa.
-Si.-respondió secamente.
-¿Entonces para que me llamas?-dije de mal modo.
-Estoy molestándote. Ni una broma se te puede hacer.-dijo levantándose de la silla para que nos fuéramos. Preferí no responder tenía pensado unos cuantos insultos no aptos.
Ambos salimos de la oficina tomados de la mano. Los hombres que anteriormente me miraban ahora solo agachaban la mirada. Era más que obvio que si su jefe se enteraba de que ellos me habían estado observando, quedarían varias personas desempleadas. Tener un futuro esposo con éxito, esta genial. Eso es la única ventaja de estar por casarme con Guillermo.
Subimos al auto y Guillermo arrancó. Manejaba a una velocidad considerable, ni rápido, ni despacio, normal.
-Por aca no es la casa.-dijo mirando por la ventanilla.
-Lo se.-respondió friamente.
-¿Entonces?-insistí.- ¿A dónde vamos?
-A almorzar.