No tenía por qué, pero estaba nerviosa. A tan solo un día de mi boda, la cual, no sabía como iba a ser. Guillermo no había estado en casa los últimos dos días, o por lo menos, no habíamos hablado casi nada.
Las empleadas iban y venían por toda la casa, gente que arreglaba el jardín, personas que colocaban adornos. Los padres de Guillermo se la pasaban en casa, cuidando detalle por detalle, dando ordenes sin cesar, intentando que todo fuera lo más perfecto posible.
Guillermo, llegaba a las once de la noche y pasaba directo a la ducha, luego, a la cama. Sin cenar en casa, sin almorzar en casa, sin hablarme más que para desearme un buen día o dulces sueños.
Ya no compartíamos cama, pues luego de haber descubierto la habitación de huéspedes, no iba a permitir que Guillermo me retuviera en su habitación.
Estaba todo listo, solo faltaba el sí de ambos y Guillermo sería feliz para siempre.
-¿Estas despierta?-preguntó una voz adormilada. Me senté en la cama y miré la puerta entreabierta de la habitación.
-Si, pasa.-dije sabiendo que era Guillermo quien estaba del otro lado de la madera.
-¿No duermes?
-¿Me ves dormir?-dije divertida. Rió y entró en la habitación.- No puedo, no se por qué.
-Yo se.-dijo y se puso de pie junto a mi pequeña cama.- ¿Me haces un hueco contigo?-preguntó acomodando su pantalón a cuadros.
Sin responder a esa pregunta, me hice a un lado y el se sentó a un costado.
La escasa luz de la luna iluminaba la habitación. Guillermo y yo, dominados por el nerviosismo, sin poder dormir, juntos, a las tres y media de la mañana.
-¿Por qué?-pregunté intentando no mirarlo a los ojos.
-Porque ambos estamos nerviosos.-respondió sin siquiera mirarme. Ambos, mirábamos a la pared celeste de la habitación, que en estos momentos, se veía blanca, gracias a la escasez de luz.
-No estoy nerviosa.-mentí. Chasqueó la lengua y pasó uno de sus brazos por encima de mis hombros. Besó mi mejilla.- Es en serio Guillermo.-tragué saliva sonoramente. Rió.
-Perdona.-susurró.
-¿Qué?-pregunté sin comprender.
-Que me perdones ______.-susurró de nuevo.
-He escuchado pero no se a qué te refieres.
-Solo perdóname, no preguntes por qué. Perdóname.-su voz sonaba sincera y sus besos sobre mi mejilla no me dejaban pensar más que, eso salía de su corazón.- ¿Puedes perdonarme?
-No puedo perdonar algo que no se que estoy perdonando.-dije confusamente.
-No preguntes _______, pero perdóname.-insistió.
-Te perdono Guille.-dije serena y acaricie su rostro.
Acomodó su cabeza sobre mi hombro derecho y sentí su respiración sobre mi cuello. Tomó una de mis manos y la entrelazó con una de las suyas. Brindó leves caricias a mis finos dedos y luego dio un suave besó sobre la palma de mi mano. Alzó la mirada con suma delicadez y me sonrió.
-Mañana veras a mi hermana.-dijo.
Finalmente, comprendí.
Él no estaba nervioso por la boda, si no, por ver a su pequeña hermana. Sus nervios se debían a algo que a él de verdad le importaba, no a pararse en el altar y pronunciar un simple “si” para toda la vida. Él amaba a su hermana y quería tenerla cerca. No me amaba a mí, era solo su pase a la vista de Guillermo a su pequeña hermana.