Prólogo

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SeokMin dio una última calada a su cigarrillo antes de tirarlo en el cenicero que estaba al lado de su balcón. El frío de la madrugada se colaba entre su camisa desabotonada hasta su pecho desnudo, teniendo todo su cuerpo apestando a tabaco y sexo, algo que normalmente sería bastante desagradable, sin embargo, a él no le importaba tanto en realidad.

Sin cuidado, abrió la puerta de cristal del balcón y se adentró al pequeño cuarto de motel. El reloj de la encimera marcaba las 3:35 a.m., mientras que entre las sucias sábanas de la cama dormía un joven del cual no recordaba ni el nombre. Solo se podía ver su delgaducho pecho lleno de marcas moradas, un poco más abajo la falda rosa que le llegaba hasta la mitad de sus muslos embarrada totalmente de semen y las delgadas piernas envueltas en unas medias de red.

Recordaba que el chico se le había hecho increíblemente deseable en él club, pero en ese momento ya no le llamaba ni mínimamente la atención.

Normalmente las cosas terminaban así, podía vivir la situación más embriagadora mientras coqueteaba con ellos, pero después, no sentía nada.

Finalmente recogió sus pantalones del suelo y se los puso rápidamente, tomó su chaqueta y salió del cuarto sin si quiera mirar atrás. Caminó tranquilamente por el descolorido pasillo hasta el ascensor y marcó el piso del parking, soportando la molesta música que siempre acompañaba esas pequeñas cuatro paredes. Una vez llegó, ubicó con rapidez su auto y se subió en él, encendiendo el motor y empezando a conducir hasta su lote de departamentos.

El castaño, siempre regresaba de sus aventuras sintiéndose incómodo y asqueado, y aunque disfrutaba de lo que hacía, no podía evitar añorar llegar a su casa y quitarse el molesto olor de los chicos con los que se acostaba, que, por alguna razón, siempre terminaba impregnado en su piel, como molestas sanguijuelas.

Una vez hubo llegado a su departamento, se despojó de toda su ropa, tirándolas en el cesto de lavado, y se metió a su ducha, quitando por fin toda esa desagradable sensación que llevaba cargando. Después de sentirse más limpio, salió de su ducha, tomando una toalla para secar su cuerpo y tirarse en su cama, sin importarle ni un poco su desnudez. Al final de cuentas esa era una ventaja de vivir solo, que no te importaba como estabas en tu propia casa. Él no tenía nada de que quejarse, vivía en un buen lugar y no tenía por qué sentirse presionado. Antes de haberse marchado de casa, sus padres habían hecho todo lo posible para pagarle un lugar caro, pero bastante íntimo, justo lo que en ese momento era perfecto para él.

SeokMin rebuscó entre sus cosas buscando su cajetilla de cigarros, posando uno entre sus labios y encendiéndolo, aspirando el nocivo humo que por alguna razón lo relajaba.

El joven recapituló un poco sobre su noche; no se sentía culpable de haber dejado a ese chico en el motel, después de todo, daba a malas interpretaciones si se quedaba con él, y podría pensar que quería algo serio, cuando no era así. Solo lo había usado para satisfacer su deseo carnal y no se podía esperar más. Al final de cuentas, cuando había entrado a ese estilo de vida siempre se había recalcado una especie de reglas que cumplía a toda costa:

La primera, y sumamente importante, siempre usar preservativos, porque nunca sabes que puede tener la otra persona, y él no correría ningún riesgo.

La segunda, nunca debía quedarse más tiempo que el necesario, solo sexo, no había razón para llegar a más.

Después, la tercera regla, era no hacerlo dos veces con la misma persona. Principalmente porque no quería lazos de ningún tipo con alguien, así que no repetía experiencias, por muy buenas que fueran.

La cuarta, no se permitía dormir en casa ajena o que alguien durmiera en la suya, y siempre en cada acostón tenía que ser en algún motel. Simplemente no quería desconocidos en su casa.

La quinta regla, no besos. Sonaba cursi tal vez, pero SeokMin consideraba los besos como algo personal e íntimo, y como él no tenía más intenciones después del sexo, entonces no había razón para besarse.

Finalmente, la sexta y última, nunca, por ningún motivo, acostarse con alguien que conociera. Esa era la regla principal y la más importante, ya que hacerlo con un desconocido podía llegar a ser incluso arriesgado, entonces, tener sexo sin compromisos con cualquier chico que le llamara la atención del club era en definitiva la mejor opción.

No le costaba tanto cumplir estas reglas, al final de cuentas, si las había establecido, fue por algo, y no le importaba si lo tomaban como solo un playboy, cruel y despiadado, porque realmente, no estarían del todo equivocados.

Una vez hubo terminado el cigarrillo, lo apagó y miró el reloj que se encontraba a lado de su cómoda, que marcaba las 4:40 a.m., sabiendo que se tenía que despertar en tan solo unas cuantas horas, cerró sus ojos y se dejó llevar por el sueño.



Fetish [SeokSoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora