Pancita llena, corazón contento

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A darle que es mole de olla, le echas mucha crema a tus tacos, las penas con pan son menos, y tú nieve ¿de qué la quieres?

Sin duda alguna, la comida no solo está presente en la gastronomía de los mexicanos, sino que incluso tiene un papel fundamental en su vocabulario. No es de sorprender la gran importancia que se les da a los alimentos en nuestra cultura, en donde los platillos más allá de cubrir una necesidad primaria, buscan contar a través de sus olores y sabores una historia que se ha ido transmitiendo de generación en generación.

Para un mexicano, la comida es una ocasión para convivir, es la hora en que la familia se reúne y comparte los alimentos y acontecimientos de su día, es un momento lleno de risas y de alegría. Si un mexicano te invita a comer puedes estar seguro de que ya te considera parte de su familia.

En un país tan rico en sabores como lo es México, es completamente razonable que sus habitantes amemos comer. Hay tanto de dónde escoger, que se vuelve complicado incluso definir por dónde empezar. Para mí, una mexicana amante de su comida, me parece inconcebible que una persona no disfrute del simple placer de llevarse un alimento a la boca, que degrade este sagrado acto a algo tan superficial como lo es cubrir una necesidad biológica, que no sea capaz de dejar invadir sus sentidos por todo lo que ofrece nuestra tierra y que lo haga más como una obligación del cuerpo, que como un momento de gozo. Admito que he llegado a pensar, que las personas que no pueden disfrutar de comer tampoco son capaces de disfrutar de la vida.

Estoy segura, de que si no existiera esa sensación de estar satisfecho, yo podría pasarme los días comiendo, disfrutando de los sabores que conozco y probando los que no, deleitándome con los olores y colores que rodean los alimentos. Amo sentir la azúcar en mis dedos cuando como pan de muerto, el escozor en mis labios al terminar un plato de enchiladas e incluso puedo decir, que mi día mejora notablemente con el simple hecho de degustar una gordita de nata. He llegado a envidiar a las vacas, me parece injusto que ellas tengan cuatro estómagos si su dieta está basada en pasto y quizá algunos cereales. Sé que sus estómagos extra tienen una función importante para su digestión, pero no puedo evitar pensar que yo podría sin duda darles un mejor uso a esos cuantos estómagos extra

Quizá, no es de esperarse que una persona con una complexión tan delgada como la mía hable de una manera tan efusiva de la comida como yo lo hago, pero mi peso realmente solo es consecuencia de mi genética, y no tanto de mis hábitos alimenticios. Aunque pensándolo bien, este también es un punto a favor para mi amor por la comida, ya que, gracias a mi aceleradísimo metabolismo, me puedo permitir disfrutar de lo que como sin el menor rastro de preocupación o remordimiento. Es irónico realmente, que una de las preguntas más frecuentes que recibo de desconocidos sea si mi alimentación es suficiente, cuando fácilmente puedo devorar una orden de tacos y aun así tener espacio en mi estómago para el postre, he sorprendido varias veces a familiares observándome "disimuladamente" para asegurarse que he terminado todo lo que hay en mi plato y puedo asegurar que llega a ser irritante tener varios pares de ojos sobre ti cada vez que te sientas en la mesa.

Llegando a este punto, la mayoría de las personas no han de encontrar nada malo en mi amor por la comida, bueno tal vez un nutriólogo no esté del todo de acuerdo con mi dieta, pero por eso me mantengo lo más alejada que pueda de ellos. Así que creo llego el momento hablar del otro lado de la moneda, porque aunque lo parezca no todo es color de rosa. La verdad es que por más que me deleite con la gastronomía que me ofrece mi país, soy incapaz de crearla. No sé si se trata de una cuestión de suerte o de algún tipo de mística iluminación, pero simplemente no puedo transformar los alimentos en algo más que eso, y por más que me esfuerce, parece ser que estos manjares no quieren que yo esté cerca de ellos para otra cosa que no sea llevármelos a la boca, he perdido la cuenta de cuantas veces he tratado de hacer algo más que un sándwich y el resultado siempre es el mismo, una deficiente copia de una obra maestra. He intentado preparar de todo, desde unos simples huevos fritos, hasta platillos más elaborados como el pozole y nunca he estado conforme con el resultado. Lo que en el mundo culinario se suele llamar sazón, está tan alejado de mí como el polo norte del polo sur. Por más recetas que memorice y sin importar cuanto cuidado ponga en las cantidades, el fruto de mi esfuerzo siempre termina siendo insípido y poco satisfactorio. Negándome a mi desastrosa naturaleza culinaria, he tomado cursos de cocina varias veces y lo único que saqué de ellos son un par de cicatrices en mi dedo índice izquierdo. Incluso el café que preparo es tan malo, que mi madre simplemente prefiere hacerlo ella misma antes de "arriesgarse a terminar intoxicada", palabras de ella, no mías. Recuerdo la primera vez que preparé tacos y como los pobres acabaron en la basura, al parecer una salsa con azúcar en lugar de sal no suena tan apetitosa.

Sin embargo, aún no pierdo la fe en encontrar esa parte que me falta para mejorar y poder explotar como es debido este mundo tan maravilloso que es la comida, en especial la mexicana, y ser capaz de compartir esta fascinación tan grande que yo siento al comer con las personas que me rodean.

Finalmente, lo único que me queda por hacer es agradecer a la comida mexicana no solo por llenar mi estómago, también por llenar mi corazón. 

Hola criaturitas amantes de las letras, les dejé un pequeño ensayo que hice en clase. El objetivo de este, era hablar sobre una curiosidad que tuviera. Espero que les guste y me digan que les pareció y sobre qué cosa lo hubieran hecho ustedes.

Serendipia

Bajo el papel y la tintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora