Capítulo Dos

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Nie YongGan aventó su cuerpo a la siguiente rama.

Miró a dónde la periferia de sus ojos se lo permitía y en cuanto pudo localizar que la zona estaba despejada se apartó del lugar nuevamente con una prisa que los compañeros que le quedaron supieron sobrellevar.

Después de todo, apenas algunos minutos después de haberse quedado apenas una cuarta parte de la totalidad de los jóvenes que habían llegado inicialmente un chico del que ni siquiera se dignó en preguntar el nombre le había mostrado un rectángulo irregular en el suelo, del que parecía estar más enterrado de un lado y parecía tener objetos redondos por encima. La descripción que inicialmente sugería algún arma o objeto raro terminó siendo reconocida por él mismo como un pie humano descalzo.

Y ninguno de los chicos que se encontraban ahí traía los pies sin botas.

Por lo que ahora se encontraban en búsqueda del dueño del pie descalzo, temiendo que fueran más que sólo un pie pues algunos de ellos preferían ir en conjunto a otros.

En cambio, Nie YongGan, a pesar de no tener una mente digna de pensamientos o ser un estratega prodigioso se centró en las razones de por qué él cadáver se les había acercado tanto y no había atacado a nadie, o al menos por que no había sido percibido. Había escuchado alguna vez que los cadáveres de las aguas poseían inteligencia, pero no sabia si realmente era comparable a la de los cadáveres terrestres.

¿Y si realmente los estaba llevando a un lugar para acabar con todos? ¿Y si era una trampa?

La curvatura de sus cejas estaba señalando cada vez más hacia abajo.

- ¡Nie YongGan!

Volteó el rostro a dónde provenía la voz y se fijó en uno de sus shidi, tan velozmente que de un momento a otro una rama había dado en su melena, picando con sus ramas más pequeñas como si fueran dagas hacia su nariz y sus ojos, con la dureza suficiente como para hacerlo retroceder, la peor idea tomando en cuenta que se encontraba en una rama lo suficientemente delgada como para hacerle competencia a su cadera.

Después se sintió ligero tan sólo un momento corto, y chocó contra una rama gruesa antes de que su espalda diera en las raíces duras del mismo árbol del que había caído, una parte en la que la tierra había tenido privilegio por encima de las raíces.

El dolor se nubló por un momento junto con el polvo que había desatado a sus alrededores, mismo del que no pudo evitar tragar un poco. Se quejó y maldijo antes de que empezara a toser.

Su consciencia estaba tan vaga — aún más que de costumbre — por lo que el muchacho atinó a levantarse lo más rápido que pudiera para no dejar su honor tan tirado como él mismo. Su infurtunio creció en cuanto lo intentó y su espalda se curveó tan frenéticamente hacia atrás que lo mandó de regreso a su posición original.

Pensó, por fin, una forma de devolverse a dónde se encontraba apenas hace unos segundos, más entre su revoltijo de ideas brilló una entre todas.

¿Por qué sus shidi no le habían ayudado a levantarse?

— ¿Quienes se encuentran ahí? — una hebra de cabello se cruzó por su mirada cuando volteó a escuchar de dónde se hacía escuchar la voz. No podía ver pulcramente y eso era un problema si quería saber quiénes se estaban acercando.

Sintió como si su cerebro se congelará en el segundo en el que miró un par de botas blancas, relucientes y que sólo podían pertenecer por su material a una secta de cultivo; un campesino no podría costear ese tipo de telas fácilmente. Incluso apuró a su metabolismo a que se apresurara en su recuperación y dejara de mirar todo temblando, pues habían sólo dos sectas que manejaban los calzados blancos: QishanWen y GusuLan.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2019 ⏰

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Hasta Que Caiga El Sol | Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora