Audiencia Real.

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El avión aterrizó, el desagradable y repudiable sentimiento de vacío la llenó por completo. Una parte de ella deseaba regresar y acabar finalmente ese extenso viaje al que había estado sometida. Órdenes de su Majestad, por supuesto. A pesar de sus negativas frente a tal indeseada situación, debió emprender una odisea de cinco largos meses visitando cada recóndito territorio de la mancomunidad británica. Sin embargo, otras emociones asociadas a la nostalgia producto del desamor le impedían bajar del lujoso transporte. Justo antes de poner un pie en el avión, el hombre al que consideraba el amor de su vida terminó con ella. Así y ya. ¡BAM! Se acabó. Esperaba no volver a cruzárselo en siglos, ese hombre en verdad había roto su corazón.

Luego de salir del aeropuerto inglés, se dirigió rápidamente a su hogar, si es que el frío e insensible sitio aún conservaba el derecho de poseer dicho título. Era monumentalmente enorme, siempre había trabajo que hacer y los sentimientos prácticamente no existían, o al menos su familia no los manifestaba. La única excepción era su amado padre, que trágicamente había fallecido hacía un año, brindándole el trono y la corona a su hermana Victoria. La emblemática figura de su Majestad, la Reina de Reino Unido e Irlanda del Norte. Justamente la había citado a una audiencia en ese mismo instante, por lo que al llegar a las grandes e imponentes puertas del Palacio de Windsor comenzó a repasar todas las experiencias vividas durante la gira. Inmediatamente, ya se encontraba frente a la oficina de quien alguna vez fue conocida con el título de su Alteza Real.

-Pase.- contestó una voz secamente al oír los golpes a través de la puerta de dos plazas.

-Ya llegué.- dijo sonriendo la recién llegada.

-Ya veo.- respondió la mayor enseñando los blanquecinos dientes por una milésima de segundo, recobrando la compostura fría y distante de una digna monarca.

-Querías verme. Supongo que la razón de la audiencia es para hablar sobre el viaje.- habló luego de unos minutos en silencio.

-En realidad no. Es algo más importante.- corrigió Victoria a lo que su hermana frunció el ceño denotando confusión.

-¿Más importante que el Reino?- cuestionó incrédula Belle.

-Es un asunto que también le concierne al Reino. Su principal objetivo es fortalecer la Nación. No obstante, algunos intereses personales colisionan con este...cambio.- comunicó algo dubitativa pero con la frente en alto, como siempre.

-Muy bien. ¿De qué se trata?- preguntó acomodándose en la segunda silla más ostentosa de la habitación.

-Voy a casarme.- soltó sin rodeos ni preámbulos anteriores.

-¡Oh! ¡Felicitaciones, me alegro por tí! ¿Quién es el afortunado?- dijo conmocionada por la sorprendente noticia.

-Felipe. Felipe de York.- habló finalmente bajando su azulada mirada.

En ese momento se hallaba más que confundida. Ese era el nombre que le resultaba más despreciable en esos momentos. Una profunda opresión la carcomió por dentro en ese instante. Todo se detuvo y el innombrable aparecía en su mente una y otra vez.

-¿Qué?- fue lo único que pudo decir mediante un fino y quebrado hilo de voz.

-Veo que ahora comprendes y te imaginas dichos intereses personales.

-¡No, tú no ves nada!- levantó la voz firmemente.-¿Cómo puedes hacerme esto?- indagó sin poder creer lo que su hermana le informaba.

-Es por el bien de la monarquía.- respondió tranquilamente.

-¡Por el bien de la monarquía!- contestó sarcásticamente.-¡Qué argumento tan infundado me has otorgado, hermana!- mencionó está última palabra con un notable repudio y poniéndose de pie.

-No veo por qué.- también elevó su tono.

-Últimamente no ves mucho, que digamos.

-Me refiero a que tengo entendido que terminaron, por lo tanto es un hombre soltero y su título también es un punto a favor. Además de que se encuentra ligado a varias dinastías por sangre.

-¿Te lo dijo él? O peor aún, ¿ya habían arreglado el compromiso?

-Esa información no te concierne.- recobrando la calma en su rostro y fisonomía habló enderezándose.

-¡Por supuesto que sí! ¿Qué clase de hermana eres? ¡Ayúdame a comprender porque no te entiendo!- gritó la última frase con gran fervor.

-La clase de hermana que antepone su cargo y nación ante un interés personal de cualquier índole.- abandonó su silla entrecerrando los ojos frente al desafío de su hermana menor a sus decisiones como monarca.

-Eres increíble. ¡Sabes que lo amaba! Y que lo sigo amando.- una solitaria lágrima recorrió la superficie de su mejilla hasta deslizarse y caer por su mentón.

-Tendrás que vivir con eso.- dijo simplemente.

-¡¿Quién eres?!- gritó furiosa.

-¡Tú Reina!- las antiguas cadenas que provocaban que se comportara de una manera indiferente y fría se habían despedazado, generando que la imponente y autoritaria mujer respondiera utilizando su mejor e indiscutible carta.

-A partir de este mismísimo instante no eres nadie para mí. No somos familia ni compartimos algún tipo de retorcida relación.- explicó apretando la mandíbula y los dientes con fuerza, creando un rasposo escalofrío en la espalda de la insensible mujer, aunque esta lo ignorara.

-Belle...- quiso advertir antes de que su hermana realizara una declaración de la cual se arrepentiría posteriormente.

-Suerte con tu matrimonio. Espero ser la dama de honor.- mencionó para luego retirarse elegantemente de la habitación que había sido testigo de sentimientos y emociones de decepción, furia y odio puro.

Atravesó los pasillos reales con una actitud que reflejaba claramente su ira. Se sentía traicionada y humillada. ¿Habría sido esa la razón por la cual Felipe la había abandonado? Si ese fuera el caso, la escucharía y jamás olvidaría el nombre de Belle Windsor en su asquerosa y desgraciada vida.

Debía hablarle urgentemente al próximo príncipe de la Nación para poder descargar su impotencia y frustración, productos de las deplorables desiciones de la persona que alguna vez en su vida poseía el noble título de hacerse llamar su hermana.

¡Qué cálida bienvenida se le había otorgado! ¡Y por la Reina en persona!

Lost Royalty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora