Siempre Fuiste Tú

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Descripción del AU: Los soulmates son tan raros como especiales, solamente unas cuantas personas en el mundo tienen la fortuna de contar con un alma gemela y coincidir con ella, sin embargo esta es una tarea compleja, pues solamente una de las dos personas destinadas tiene el conocimiento acerca de su soulmate.

En la mayoría de los casos, durante la infancia, un tatuaje aparece en la muñeca de una de estas personas afortunadas con el nombre de su alma gemela, sin embargo esto no ocurre con la otra persona,  si el portador del tatuaje decide revelarle al dueño del nombre que porta en su piel que es su soulmate, su nombre aparecerá tatuado en la muñeca de este y una vez que ambos tatuajes entren en contacto, entre ambos soulmates se establecerá un vínculo entre ambas almas, tan fuerte que uno es capaz de percibir los sentimientos del otro, contados son los casos en que ambas personas son tan compartibles que el lazo que les une les permite saber si están cerca y este es casi irrompible.

"Siempre fuiste tú"

Frío, caótico, solitario y asombroso.

Eran esas las palabras que surgían en la mente de Anthony Stark mientras observaba con cierta admiración el infinito espacio desde el cristal transparente de la averiada nave, la luz de las estrellas relucía en todas direcciones como mensajes distantes a millones de unidades astronómicas queriendo enviarle un mensaje, uno de esperanza quizá, o tal vez fuera solo su delirante mente intentando aferrarse a algo, apreciando la galáctica belleza de su destino final en el cosmos, durante lo que bien sabía eran sus últimas horas de vida, sus ojos se perdían en la infinidad del espacio, pensando en que no era del todo un mal lugar para morir. Pero ni el estómago vacío ni la deshidratación que dañaban su cuerpo desde hace días le causaban tanto malestar como su propia conciencia, porque los recuerdos atormentaban una y otra vez su mente, las últimas palabras de Peter aún hacían eco en su cabeza rebobinando la escena del chico que estaba a su cuidado desvanecerse en sus brazos una y otra vez, todo por culpa suya y aunque bien sabía que no podría contra la arbitrariedad del chasquido, se sentía responsable por la vida de aquel adolescente que confió en él, y le falló miserablemente.

Elevó con dificultad una mano para  apoyarla sobre el frío cristal, preguntándose si algún día volvería a su hogar, a la tierra, sentir el suelo firme bajo sus pies y el aire natural llenando sus pulmones, y entonces miró su muñeca nuevamente, las letras hacían contraste en su acanelada piel.

— Siempre fuiste tú.— murmuró para sí mismo mientras la mente se le llenaba de recuerdos, sonriendo de manera amarga.— Y yo siempre lo supe.

Tenía tan fresca la noche en que lo descubrió, aunque con la infantil mente llena de dudas e inseguridades, supo desde el primer momento lo que significaba, en su memoria resguardaba aun la noche en que su madre le contó lo que en su niñez parecía solo un dulce cuento de hadas, incluso podía escuchar su melodiosa voz consolandole cuando con solo cuatro años de edad, acudió en busca de su padre para mostrarle con emoción la placa de circuito que él mismo había construido, mismo entusiasmo que se extinguió de manera rápida como una débil flama privada de oxígeno al entrar en la oficina de Howard a mitad de una discusión entre sus padres, María enseguida detuvo esta y se acercó a su hijo tratando de explicarle, pero la indiferencia de su padre ante aquel logro causó que irremediablemente el pequeño Anthony huyera del lugar, resguardandose en su habitación y siendo seguido al poco tiempo por la mujer que le dio la vida.

— ¿Puedo pasar?— unos leves toques en la puerta de madera resonaron acompañando la voz de María Stark, quien entró lentamente a la habitación hasta sentarse en el blando colchón al lado de su hijo.- Mi niño, esa placa que hiciste, estoy orgullosa de ti.- habló serenamente acariciando los castaños cabellos del menor.

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