"REALIDAD QUE EVOCA SUEÑOS"
"Cuando las lágrimas caen como lluvia, barren consigo la tristeza del alma..."
O eso era lo que Saori había leído alguna vez en un viejo cuento infantil que recordaba solía estar sobre el viejo librero de su habitación, ese con un frágil encuadernado y las hojas deformadas por la humedad.
Se acomodó sobre la cama y se limpió la cara con el dorso de la mano. Nuevamente se había despertado a mitad de la noche tras comenzar a llorar entre sueños. Otra pesadilla la había aquejado, o más bien la misma de siempre.
Cerró los ojos por un momento y se masajeó las sienes tratando de apartar ese sentimiento de melancolía que la acompañaba desde que despertó hacia un momento. Su corazón volvió a un ritmo normal tras un rato, pero su mente estaba tan agitada que sería imposible conciliar el sueño nuevamente, así que se levantó de la cama y encendió la luz de su habitación.
Se sentó frente al escritorio de madera blanca y sacó del cajón un cuaderno de bocetos para después abrirlo en una hoja limpia. Tomó un bolígrafo y comenzó a garabatear sin mucha gana, trazando líneas aquí y allá hasta completar el bosquejo de lo que pareció ser una jaula de pájaros abierta. Nada aparentemente especial, hasta que un garabato comenzó a asomarse sobre el columpio para aves. Pequeño al principio, hasta que poco a poco aumentó de tamaño, ganando presencia mientras hacía círculos continuos contra la hoja de papel.
Apartó la mano y miró el resultado, para después suspirar cansada y cerrar el cuaderno, abandonándolo nuevamente al cajón que pertenecía.
"El alma busca representarse en el arte..."
De nuevo otra frase del mismo libro centelleó en su memoria y giró instintivamente la cabeza hacía el librero, encontrando un espacio vacío en la repisa más baja, donde alguna vez estuvo el dichoso cuento cuyas frases solía recordar últimamente, y cuyas palabras dejaban un rastro de nostalgia.
Se llevó una mano al pecho, justo donde su corazón latía debajo, sintiendo ese extraño vacío como propio, y preguntándose una vez más si no estaba olvidando algo importante...
De pronto, el sonido de vidrio estrellándose contra el suelo rompió el silencio de la noche.
Saori dio un respingo de sorpresa e impulsada por la curiosidad salió al pasillo a ver de qué se trataba, caminando sobre los dedos de sus pies y bajando sigilosamente las escaleras hasta la cocina, donde una pelea silenciosa era llevada a cabo.
La menor se llevó las manos a la boca cuando encontró a su padre sujetando a su hermano por el cuello de la camiseta y posteriormente lo empujaba con brusquedad hacia el refrigerador, aún sin soltarlo de su agarre. Por segunda vez en la noche lagrimas corrieron por su rostro, esta vez acompañadas por un amargo sentimiento de preocupación.
—...ya no los soporto —jadeó el adolescente a duras penas, apretando la mandíbula—. Sobre todo a ti.
—Estas tomando decisiones equivocadas en base a tus juicios inmaduros. Vas a destruir a esta familia.
—Esta familia ya está destruida, y de eso te encargaste tú hace mucho —gruñó el menor con recelo.
Un puño fue asestado, una mancha de sangre salpicó el piso y un lamento de dolor brotó de entre unos labios resecos. Entonces a Saori se le escapó un jadeo, y ambos hombres dirigieron su mirada a la entrada de la cocina, donde la pequeña niña rubia observaba la escena con congoja.
El chico aprovechó para empujar a su padre y apartarlo para por lograr liberarse, y se llevó una mano a la barbilla, acompañando el gesto con un escupitajo lleno de sangre que manchó los lustrados zapatos de su progenitor, quien lo pasó por alto para mirar a su hija menor, y que miraba la escena con miedo.
—Saori, vete a la cama —ordenó el adulto, pero la niña solamente podía ver el rostro lastimado de su hermano mayor.
Algo en su corazón se estrujó.
—Aniki... —musitó ella, con el labio temblando.
El chico le dedicó una mirada desdeñosa antes de acomodarse la camisa para luego comenzar a alejarse de la cocina en dirección a la salida.
Saori sintió de nuevo el rechazo que se habituó a recibir desde hacía varias semanas, sin embargo, corrió detrás de su hermano luego de unos instantes, alcanzándolo a mitad de camino. Estiró su mano y alcanzó a tirar de su camiseta, provocando que este se girara bruscamente y la apartara de un manotazo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la niña luego de que sus manos se tocaran, y las emociones de su hermano cavaron profundamente en su interior hasta dejarla estupefacta. Las lágrimas habían dejado de correr, pero ahora toda su anatomía temblaba.
Furia.
Tristeza.
Ansiedad.
Miedo.
Culpa...
Su hermano era un cúmulo de emociones.
—No. Me. Toques —la voz del muchacho se volvió un gruñido, retumbando en cada fibra nerviosa del cuerpo de Saori.
—No te atrevas a lastimar a tu hermana, Naoki. —El padre llegó por detrás de ella, y la sujetó por los hombros para moverla a sus espaldas, intentando protegerla de su hermano.
—¿Hermana?¿De verdad puedo decir que es mi hermana? —Su rostro parecía al borde del colapso.
—Detente ahora Naoki, y para con decir ridiculeces —hizo una pequeña pausa, y luego añadió—: Compórtate como un adulto.
Esas últimas palabras tocaron la fibra más sensible del menor, quien apretó los puños y golpeó una columna de la casa, provocando el desprendimiento de algunas piedrecillas que volaron y se desperdigaron por el suelo.
—¿¡Ridiculeces!? ¡Hasta mi maldita existencia es una abominación!
Desde los puños de Naoki comenzó a surgir un plasma blanquecino, muy parecido a la nebulosa y que tendía a ser bastante inestable. Los ojos de Saori se abrieron como platos, y de no ser por su padre quien la apartó de un empujón, se habría quedado paralizada en el sitio.
Sintió su cuerpo volar varios metros y luego un golpe en los codos y la cabeza y se quedó un rato que pareció eterno mirando hacia el techo.
Una explosión estruendosa sacudió la casa entera, seguido por una luz cegadora que inundó todo en la habitación. Y posteriormente nada. Un silencio sepulcral se instaló en el lugar, y por un momento Saori creyó ver el cielo nocturno y un dragón blanco que lo surcaba, dejando tras sí un rastro de estrellas plateadas que titilaban al compás de sus propios latidos.
Un parpadeo y de nuevo volvió a ver el techo de la sala. Comenzó a dolerle detrás de los ojos, un palpitar constante que le hacía difícil levantarse pero lo logró a duras penas y lo que encontró la dejó deshecha. La mayor parte de la sala se había reducido a carbón y cenizas, sin embargo, eso no era lo peor.
Su padre se encontraba en el suelo sosteniendo su abdomen y mirando hacia la puerta de salida, donde Naoki se encontraba apoyado en posición antiálgica contra la misma. Tampoco se había librado de los daños.
—S-si sales po-or esa puerta... —habló entre respiraciones entrecortadas —, voy a negarte como mi hijo. —Comenzaba a toser sangre.
Saori solo atinó a arrastrarse sobre sus rodillas, tratando de llegar hasta él aún sin lograr procesar del todo lo sucedido. Su mente deambulaba entre la realidad y la inconsciencia.
«Aniki...», pensaba «¿tú hiciste esto?»
—Es lo mejor que podría pasarme en la vida.
Inocentemente intentó estirar el brazo para alcanzarlo, pero sus músculos habían dejado de responderle.
La cabeza de Saori se sentía a punto de explotar, el dolor volviéndose cada vez más y más intenso, hasta el punto de provocarle nauseas.
Dedicó una mirada a la silueta de su hermano cuando este cruzaba el umbral, antes de ceder al dolor y caer sobre su pecho, sintiendo su consciencia desvanecerse tan rápido como un soplo de aire.
Lo último que escuchó fue la puerta azotarse, y quizá, el sonido de las sirenas en la lejanía.
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Saori | BNHA
Fanfiction"La muerte es el comienzo de la inmortalidad." [ Disclaimer: Esta historia contiene spoilers del manga/anime. Ni Boku No Hero Academia ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de Hirokoshi Kohei. El OC y su historia son completamente de mi aut...