En la clase de química nos asignaron un trabajo por parejas. Le insistí a Sam que fuera a mi casa a trabajar hasta que por fin accedió. Dejando muy claro que seguía enojada conmigo y terminando la tarea se iría a su casa. Fue lo único que pude conseguir.
Al salir mi mamá me recogió y le comenté sobre el trabajo. Ella aceptó con gusto que Sam fuera con nosotros sólo si le llamaba a su padre para confirmar.
Durante todo el camino a casa, Sam habló con mi mama. Evitando a toda costa que yo me uniera a la conversación.
______________________________
"Sam ¿ qué tengo que hacer para que me perdones? Te he dicho - lo siento- millones de veces el día de hoy" y lo decía en serio, realmente nadie, ni la persona más inteligente, podría haber llevado la cuenta de las veces que lo dije.
"Pues tendrás que decirlo tantas veces sea necesario para que te sangre la garganta y no puedas hablar nunca más" no lo decía en serio, al menos eso espero.
"Bien, al menos hemos pasado de la fase de no hablarme a desearme la muerte" Conociendola era un buen progreso.
"No es tanto la muerte, sólo que sufras eternamente" Sigo esperando que no lo diga en serio.
"Genial es muy diferente" Creo que por fin está cediendo su enojo. Sólo que muestra su afección de una manera distinta.
Los dos nos quedamos en silencio durante un minuto bastante incómodo. Intenté hacer una mueca, infle mis mejillas y estire mis orejas con mis manos para imitar un chimpancé.
"Joder. ¿Cómo se supone que me enoje contigo si eres sólo un idiota" dijo entre carcajadas.
"¿Sólo un idiota?" Yo tampoco podía para de reír.
"Bueno, un idiota bastante tierno" y por fin su molestia conmigo parecía olvidada.
Seguimos platicando el resto del día como si nunca hubiéramos peleado. Son este tipo de cosas las que me hacen valorar mi amistad con Sam, a pesar de cualquier pleito, nunca podemos estar separados más de cinco minutos. No hay ninguna cosa que yo no haría por ella o que ella no haría por mí.
Platicamos como si no hubiese un mañana. ¿De qué platicamos? De todo. De cualquier estupidez que se nos ocurría. De momentos serios. Simplemente ella y yo tenemos está capacidad mística de estar juntos por horas y horas, sin que tengamos noción del tiempo.
Y justo eso pasó. Llamaron a mi puerta y escuché la voz de mi madre.
"Santiago ya es muy tarde. ¿Cómo es posible que no hayas llevado a tu novia a su casa aún? Ya pronto va a oscurecer" habló lo más pegado a la pared que pudo para que la escuchara mejor, aunque le he dicho que puedo escucharla a cinco metros de la puerta.
Rápidamente tomé mi celular y vi la hora. Maldije por dentro pues ella no debe escucharme.
"Sí mamá justo estábamos por salir" Sam tomó rápido sus cosas y las aventó en la mochila que traía. Dos segundos después salimos de mi habitación.
Mi mamá se despidió de Sam y luego me susurró al oído que no me tardara y que la llevara sana y salva. Lo dijo con un tono que me puso la piel de gallina. Definitivamente eso no fue solo una sugerencia.
Salimos por la puerta principal y caminamos en dirección al oeste. Era una noche con mucho viento. Las hojas caídas de los árboles se arremolinaban en el pavimento como pequeños tornados. El sol se estaba ocultando lo cual le daba a las nubes un tinte rosado.
Era una tarde hermosa, por lo menos para mí y Sam. Se notaba que las nubes pronto llorarían sobre la ciudad. Y esos eran nuestros días favoritos, los lluviosos. Ella llevaba una chamarra puesta, por lo que no le molestaba el frío. Yo sólo llevaba una playera delgada e iba abrazando mi torso para conservar calor.
No hablamos durante el camino, los dos estábamos fatigados por la tarea. Pero la presencia del otro nos bastaba. Algunas veces eso es lo que necesitamos, sentir la compañía de alguien más.
ESTÁS LEYENDO
El chico de la bicicleta
Teen FictionSantiago tiene 14 años, cabello castaño claro y ojos color miel. El descubrió que era gay desde hace mucho tiempo. Nadie sabe que lo es, excepto por su mejor amiga, Samantha. Ya que sus padres son cristianos muy conservadores. Un día cuando estaba...