Desesperación.

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Newt no se consideraba a sí mismo una persona desesperada. Triste, tal vez. Pero no desesperada. Incluso tenía la habilidad de mantener la calma cuando llegaba justo unos segundos antes de que las puertas del laberinto se cerraban tras él. Pero los últimos días se sentía extraño. Se sentía… desesperado.

Abrió y cerró los puños varias veces, tratando de mantener su respiración constante mientras recorría aquel sinuoso laberinto que en cuanto pensaba que ya lo conocía este cambiaba por completo.

No sabía que pasaba con él. La tristeza siempre había estado ahí, dentro de su pecho, escondida en un pequeño rincón oscuro y solo salía a la luz en cuanto se encontraba solo, rodeado de las respiraciones acompasadas del resto de los Habitantes. Pero ahora… ahora parecía estar oprimiéndolo constantemente, estrujándole el corazón, llenando sus ojos de lágrimas estúpidas, y dejando su cuerpo tembloroso.

O tal vez era otra cosa. Tal vez estar encerrado noche y día en ese asqueroso laberinto, con el simple recuerdo de sólo su nombre, con la desesperación de rozar los recuerdos de su vida anterior pero sin poder alcanzarlos del todo. Tal vez se estaba volviendo loco.

Rodó los ojos y se masajeó las sienes. Se detuvo y observó a su alrededor. La cabeza le dolía y se sentía algo mareado pero suponía que sería a causa del calor.

Con lentitud se acercó a una de las paredes del Laberinto y pasó las manos por las enredaderas. Ladeó la cabeza, un extraño – y realmente inquietante – pensamiento apoderándose de él. Su corazón empezó a latir como loco sobre su pecho a medida que una idea se iba formando en su mente. ¿Y si realmente se estaba volviendo loco? ¿Cómo podía saber si esa no era la razón por la cual lo habían enviado allí? Tal vez él era un peligro para el resto de las personas fuera de ese lugar. Tal vez todos los que estaban atrapados allí lo fueran.

Su mano acarició las hojas de manera distraída. Ambos ojos clavados en un punto indefinido del granito gris. El tiempo que le llevó llegar hasta aquella angustiosa conclusión no fue más que unos pocos minutos, pero a Newt le parecieron horas. Horas de correr sin sentido, horas de llorar en silencio, horas de verle la cara a cada Novicio que llegaba al Área, horas de compartir su vida con otros sesenta chicos. Horas de dolor, injusticia… y desesperación.

¿Qué sucedería si había una forma de terminar con toda su tristeza?

Agarró las enredaderas con ambas manos y se impulsó hacia arriba.

¿Qué pasaría si pudiera dejar atrás todo el dolor?

Con lentitud, trepó. Ignoró las quejas de sus músculos y las raspaduras de sus dedos.

¿Y si fuera capaz de finalmente encontrar la paz?

Su respiración estaba agitada. Todo su cuerpo temblaba, pero su mente no lograba pensar en nada más.

Tenía un solo propósito.

Dirigió su mirada al suelo, su corazón dando un respingo brusco al ver lo alejado que estaba de la tierra, y luego la llevó hacia el cielo sobre su cabeza.

¿Podría, finalmente, volar más allá de las paredes del Laberinto y ser libre?

Cerró los ojos y, con un último trago de aire, se soltó.

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