Capítulo 2- Khan ha vuelto

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El cuerpo semidesnudo de un hombre posaba entre los arbustos del bosque, como si de una borrachera que había llegado muy lejos se tratará. Únicamente le cubría unos pequeños calzoncillos que al parecer estaban hechos de una piel durísima, un oso podría ser; rasguños en el pecho y una mirada atónita de no recordar nada, eso definiría la existencia del hombre que poco a poco se levantaba de un sueño que duró más de lo que él hubiese querido.

Su caminar un poco desbalanceado como el de alguien que se despierta en casa ajena sin saber que había pasado la noche anterior, al escucha el sonido del agua camino lentamente hacía ella, un vello facial descuidado, un cabello bastante sucio y sus dientes marchitos era lo primero que observaba en su reflejo, no se encontraba tan lejos de casa, pero aun así le era incomodo el encontrarse con personas que siguen el camino para llegar al pueblo vecino.

Al caminar por el bosque se pudo percatar del sonido casi inexistente de las aves.

-Ya casi es el maldito invierno- recordó molesto

Los arboles del bosque eran tan grandes que sólo alguien que viviera por tantos años ahí como él, no se confundiría y finalmente desviaría del camino, era un tarzan en su propia selva. Pequeños altares creados por pobladores se encontraban enfilados en las raíces de la majestuosa naturaleza del lugar, pidiendo protección al lugar y buscando evitar tragedias.

De pronto, lo que más odiaba, el contacto social con la población aledaña del bosque.

-Buenos días hombre, ¿Podría ayudarle en algo?-preguntó de buena fe un hombre que iba pasando con su mercancía.

-No sé preocupe anciano, todo en orden- respondió fríamente el hombre del bosque.

-Tal vez sea inoportuno, pero le recomiendo no estar aquí en medio de la nada. Hace dos días encontraron el cadáver mutilado de un pequeño de once años y no han podido localizar a la hermanita de él. Puede que haya un loco en el bosque.- habló conmocionado el señor al punto de casi llegar a las lágrimas.

-No sé preocupe, ya me retiraba- dijo el hombre para evitar hablar con ese sujeto más tiempo.

Finalmente, el anciano siguió su camino, mientras que aquel ser misterioso se adentró a unos arbustos que dado a su frondosidad, evitaban que fuera visible para el exterior una pequeña choza. Como si de un hogar dulce hogar se tratará, él entró feliz de por fin evitar ese trato con la sociedad que tanto odiaba.

Se dispuso a vestirse con un frondoso abrigo de oso y un pantalón hecho con piel de siervo, alistando su pequeña y casera ballesta que había fabricado manualmente gracias a los conocimientos que disponía como persona de la realeza. Finalmente sacó una daga que remarcaba su nombre en letras doradas, Khan II "El maldito".

El castaño cabello del hombre tapaba la cara de aquel maldito ser, descansaba plácidamente enfrente de una fogata que seguía viva después de tres días de ausencia, sus libros tirados en el suelo y un perfume desconocido se incrustaba en su nariz. Tenía la sensación de que alguien había pasado una noche ahí, así que mejor empezó a buscar dentro de la casa indicios de invasión, camino a la estantería tirada, luego hacía su habitación, prosiguió a su reserva de comida improvisada, finalmente observó un pequeño bolso de cuero, al abrirlo se dio cuenta que tenía unas pocas monedas, él no tenía ni idea de lo que había pasado ahí.

Con la curiosidad al tope, iba a dar una caminata hacía el lago, esperando que pudiera observar si había personas que vagaban por la zona. Khan llevaba viviendo aproximadamente quince años en la zona, la gente no sabía exactamente quién era, ni que hacía ahí, pero su aspecto de no ser una persona fácil de tratar hacía que la gente se alejará constantemente de su choza. En los pueblos aledaños había historias sobre él, unos decían que era un ermitaño, otros un brujo, otros un demonio; pero el secreto que escondía era más complejo de lo que alguien quisiera explicar.

El caminar por los senderos y por el bosque lo hacía con una recurrencia impresionante, a pesar de no ser el chico veinteañero que llegó al bosque, aún no cumplía sus cuarenta primaveras y con eso estaba satisfecho, le perturbaba un poco el morir sólo en aquella choza, a pesar de ser un personaje solitario, no sabía bien que era ese sentimiento. Los pocos animales que había en el bosque se estaban preparando para mínimo dos meses de invernar, Khan también, sólo que de otra manera...

Antes de que el invierno dificultará la recolección de bienes, el enigmático hombre observaba el paisaje relajado del lugar, para algunos hostil, como el caso de los pequeños niños que habían muerto en aquel lugar bajo unas circunstancias bastante extrañas. 

El Exilio del PríncipeWhere stories live. Discover now