Atrapada entre las frías y solitarias calles de la ciudad como si se tratase de un laberinto, Artemisa nuevamente corre por su vida. Desesperada, con el corazón casi en la garganta y con una profunda agonía corre como si no hubiera un mañana. Doblaba esquinas, saltaba obstáculos como nunca y sus gritos de ayuda se ahogaban entre la oscura soledad. Hasta que su carrera fue detenida por una sólida pared de ladrillos viejos y húmedos indicándole el final de su camino. No había marcha atrás.
—¡No, maldición no!—exclamó como una loca mientras tiraba de su cabello—¡Esto no es verdad!,¡No es verdad!¡NO DE NUEVO!
De pronto, una silueta alta, robusta y silenciosa emergió de la oscura calle. Su respirar era fuerte más fuerte que de la pobre Artemisa, sus ojos fríos y apagados se fijaban en su objetivo como ave de rapiña lista para acabar con su presa. Por su parte, la joven solo podía llorar, sus piernas estaban petrificadas de miedo y su corazón latía como loco, de sus labios solo salían rezos que simulaban quejido y su respirar a cada segundo disminuía. Pronto a paso rápido tenía a su verdugo frente a frente el cual sacó de su gabardina lo que parecía ser una nueve milímetros, posó el cañón frente al juvenil y desahuciada cara de la chica y sin mediar palabra, disparó.
Artemisa cayó...pero de su cama al áspero piso de su habitación, todo había sido una horrible pesadilla, por quinta vez.
Por suerte su abuela Agatha estaba cerca del lugar, no era la primera vez que la veía caer estrepitosamente de la cama a causa de su mal dormir, pero esta vez ameritaba ir rápido a socorrerla, su nieta ahora era una jovencita delicada.
—¡Pero que diantres te pasa niñita! ¡no puedes caerte así de la cama!—y añadió—vas a matarme a mi y a tu madre de un susto muchacha.
—Lo siento abuela,no fue a propósito—balbuceó medio dormida—otra vez, esas pesadillas horribles ya son varias noches, pensé que habían cesado.
En ese momento Cristina, la madre de Artemisa se acercaba a la habitación con un vaso de agua y pastillas para su hija.
—Hora del medicamento Artemis—dijo con una radiante sonrisa la cual se le borró cuando la vió en el suelo—¿pero que paso aquí?
—Tu hija otra vez teniendo pesadillas, debe ser por esas porquerías de medicamentos que le dan los mata enfermos—expresó con molestia Agatha mientras tocaba la cara de su nieta.
La joven madre solo hizo una mueca con su boca, sabía que su anciana madre siempre ha sido de carácter testarudo , dura como el roble, así que para no discutir decidió voltear su mirada hacia su hija.
—Abuela cálmate, estoy bien—sonrió—además ,esas pastillas que me dan los "mata enfermos" como tu dices es para que este bien, solo me queda acostumbrarme a los efectos secundarios tal vez. No se preocupen.
Agatha y Cristina miraron sus caras, sonrieron y al mismo tiempo sus ojos aguaron .Para ellas Artemisa era su milagro, aún recordaban claramente esas épocas donde buscaban con desesperación donantes por todos lados para salvarla. Días y noches en vela ,el hospital se había convertido en su segundo hogar y los constantes exámenes en su pan de cada día , hasta el que maravilloso momento llegó, un donante para su corazón el cual encajó perfectamente en ella , de hecho los médicos que la atendieron se sorprenden aún de lo rápido que pudo recuperarse de tan delicado procedimiento.
La adolescente se incorporó , sacudió un poco su pijama rosada y miró el reloj a su derecha.
—¡Rayos! ¡mi primer día de escuela, voy a llegar tarde!
Tomó su medicamento, bebió de un sorbo el agua y como un rayo salió disparada a bañarse.
—Adiós Mamá, adiós abuela, las veo en la tarde—sonrió.
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A través del corazón
Novela JuvenilTras sobrevivir a un trasplante de corazón, Artemisa Argento una adolescente de 16 años , empieza a tener extraños cambios en sus gustos y actitudes pero lo que más le perturba es una serie de pesadillas que se repiten una y otra vez sobre un asesin...