Mucho gusto

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M: una cerveza por favor –pidió al amable chico de la barra-

C: con gusto –dijo entregándole la bebida solicitada-

Luego de tantos años había vuelto al sitio dónde todo empezó, al sitio dónde a sus 26 años su vida comenzó.

M: dame otra-le dijo al chico de la barra-

C: es la sexta-dijo mientras le entregaba la cerveza- así no llegarás a la fiesta de esta noche-dijo ya con la suficiente confianza para hacerle tal observación a la rubia-

M: y las que me faltan –dijo dando un sorbo a su cerveza-

Se había tomado seis cervezas, podría decirse que una por cada año que había estado lejos, una por cada culpa que llevaba consigo, una por cada vez que sus acciones destrozaron el corazón de alguien más.

C: mal de amores?-preguntó mientras dejaba relucientes las copas de la barra ante la llegada de clientes debido a que la noche iba cayendo-

M: no –dijo con una casi sonrisa-

C: un corazón roto ? –trató de adivinar mientras preparaba el trago de uno de los clientes le había pedido-

M: acertaste –dijo chocando sus cinco como pudo ya que la barra era amplia-

C: eso es fácil de arreglar –contestó con una sonrisa- he visto tanta gente destruirse en esta barra y al final de la noche salir con una sonrisa de aquí –le aseguraba a la rubia-

M: mi corazón nada ni nadie lo podrá arreglar –dijo para dar un sorbo de su bebida-

C: es una frase muy popular aquí –dijo mientras se arrimaba a la barra para mirar de frente a la rubia-

M: te lo puedo asegurar –dijo clavando su mirada en el joven-

C: no estés tan segura rubia –dijo retirando su mirada y volviendo a ordenar sus botellas para se me mantuviera inmaculado el lugar mientras los clientes iban llegando- todo puede pasar

M: puede pasar, todo puede pasar –dijo con una risa sarcástica- pero cuando tenía que pasar no pasó –dijo mirando su cerveza- porque yo no lo dejé –dijo descargando culpa en cada una de sus palabras- podría ser alguien –le contaba al chico- y no esto que ahora ves aquí –dijo riendo con dolor-

C: si te hace sentir mejor –le dedicó un sonrisa- puedo escucharte

M: no importa cuántas veces lo cuente –dijo dándole el último sorbo a la cerveza que sostenía en sus manos- jamás me siento ni siquiera un poco mejor

C: si puedes hablarlo esa es una buena señal –le indicó-

M: no siempre –afirmó-

C: esta va por la casa –le dijo entregándole otra cerveza-

M: eehhh –dijo sonriéndole, quizá las cervezas ya estaban empezando a hacerle efecto- esto no es gratis, no ?

C: digamos que me interesaría escuchar aquella historia que dañó para siempre tu corazón –dijo colocándose frente ella al otro lado de la barra-

M:si ves lo que más anhelado del otro lado del río, ¿qué harías?  –preguntó curiosa-

C: ir por ello, por supuesto –dijo casi inmediatamente-

M: es lo más sensato, no ?-dijo con una sombra de dolor en sus palabras-

C: por supuesto –dijo corroborando la teoría que la rubia mencionaba-

M: pues existen personas que corren en el sentido contrario –rió amargamente- y María Villar –dijo señalándose- es una de ellas, mucho gusto –dijo extendiendo su mano para apretarla con la del chico de  la barra mientras con la otra alzaba su cerveza para beberla-

Miedo <Martía>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora