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Mi corazón y mi alma siempre le han pertenecido a una sola persona. Desearía que esa persona sintiera lo mismo por mí nuevamente, quisiera que aquél mágico momento que había ocurrido años atrás hubiera sido eterno.
Quiero poder amarlo y hacerlo sentir de la misma forma en la que yo lo hago pero se que eso no pasará por el simple hecho de que el ahora tiene una vida y una familia.
Lo he amado desde que tengo dieciocho años, aunque puedo apostar de que lo hago desde mucho tiempo antes. Quisiera poder tenerlo entre mis brazos porque estos brazos fueron especialmente hechos para abrazarlo únicamente a el.
—No pienses tanto en eso.
Aquella familiar voz hizo que mi corazón se acelerará. Aunque siendo sincera no sé si fue por escuchar su voz o por sentir el contacto de su mano junto a la mía.
Lo miro de reojo y observó como el esta mirando hacia la aldea, imitando mi acto.
—Sasuke.
—¿Cuánto sake bebiste?
Observó como Sasuke agita la botella de sake vacía frente a el y me mira con el semblante serio. Me encojo de hombros, había bebido más de lo que podía soportar.
—Hanako, deberías ir a casa.
—Nop. -sonrió mientras golpeó a Sasuke con el dedo- Tengo algo que decirte antes de eso.
Sasuke me mira con un poco de confusión en su rostro sin dejar su semblante serio.
—Quiero vivir este momento en cámara lenta. -murmuró en voz baja- Sasuke... besame.
—Hanako... -su voz mostraba un poco de sorpresa.
Han pasado muchos años desde aquél día. El día en el que Sasuke Uchiha me había besado por primera vez. El día en el que le había confesado mis sentimientos, los cuales el correspondió con un beso antes de dejar la aldea para emprender su viaje.
Llevó mis manos hasta sus mejillas y las acarició suavemente, sus oscuros ojos se posaron sobre mi dándome una mirada indescifrable.
—Te he amado desde que tenemos dieciocho, se que tienes tú familia con Sakura ahora pero solo quiero decirte que mis sentimientos hacía ti no han cambiado Sasuke.
»Yo siempre, durante todo esté tiempo y hasta el fin de mis días te seguiré amando y desearía quedarme a tu lado.
El azabache tomo el rostro de la pelinegra entre sus manos, sus ojos se conectaron con los de ella admirando la belleza de aquellos ojos azules que tanto le gustaban. Aquellos ojos tan azules como el mismo mar.
