La última vez

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Mi cuerpo ardía entre las sábanas desechas, regadas por la grande cama en la que me encontraba. Mi mente se hallaba nublada, no podía pensar o por lo menos respirar de manera adecuada, simplemente disfrutaba del toque de sus manos pero sin poder abrir los ojos, sin poder apreciar su rostro.

Tampoco podía tocarlo, como si no existiera, como si estuviera sólo en la habitación, teniendo una fantasía sexual de alguien que no sabía si existía pues sólo imaginaba su rostro después de que el éxtasis pasara.

Sin embargo, no era así, yo sentía cada cosa que hacía con mi cuerpo, cada beso que repartía por mi cuello y que, de alguna manera, lograba bajar hasta mi erección. También podía disfrutar cómo su lengua recorría toda mi extensión, tan caliente y húmedo que era imposible no terminar eyaculando dentro.

Después de que me hacía correr por primera ocasión, metía dos dedos sin compasión entre mi anillo de músculos.
Joder... No se sentía para nada mal.
Luego de eso, encontraba elevadas mis piernas en lo que suponía eran sus hombros. Era tan tortuosa la espera para que me prestara atención.

Pude visualizar en mi mente cómo aquél hombre se colocaba entre mis piernas, invadiendo todo mi ser, empujando lentamente. Cuando entró totalmente jadeé por inercia, no era muy cómodo tener "algo" dentro de un lugar tan estrecho. Sin embargo, el dolor pasó y moví la cadera buscando placer, porque lo necesitaba, añoraba tenerle una vez más recorriendo mi piel.

No era la primera vez que ocurría esto, pero si la más tardada desde la última vez que vino al caer la noche, cuando entraba en la última etapa del sueño.

Aquél ser movió la cadera con la rapidez que le caracterizaba, incluso llegaba a ser doloroso pero era una sensación que no cambiaría por nada en el mundo, además de que no creía encontrar a nadie en comparación. Mi cuerpo se movía en compás a su ritmo veloz, buscando satisfacer esa necesidad de éxtasis que se hacía presente conforme pasaba el tiempo.
Todo en mi eran suposiciones pies no podía asegurar que algo de lo que sucedía era real o no, pero estaba casi seguro de sentir un pulgar haciendo círculos sobre mi glande, acariciándolo con demasiada lentitud, con delicia y un toque de tortura que me hacía rogar por más velocidad, rogaba por más de él, hablando con la voz entrecortada y la respiración agitada. No podía hablar como normalmente hacía si sentía tanto placer, el mejor placer que nunca antes había experimentado. Nadie sabía moverse de la manera en que éste joven (o adulto, qué sé yo) se movía.

Sus labios succionaron la piel de mi cuello, tal vez con la intención de dejar una gran marca en ese lugar tan sensible para mi. Mis piernas temblaron con fuerza a la cama, provocando una ola intensa de placer y delirio al tenerle llegando a mi punto dulce en repetidas ocasiones con tan poco tiempo.

Sin saber cuál iba a ser su próximo movimiento, tomó mis labios con los suyos, notándolos gruesos y suaves sobre los míos, besándome con lascivia y humedad. Eran de esos besos en los que nada importaba y terminabas con saliva hasta las sienes sin encontrar una razón lógica para entenderlo.

Pero...Faltaba poco para que todo se acabara.

Movió con un excesivo frenesí su cadera, importando un comino si me lastimaba o si sentía igual de bien que él. Tenía claro que fue la segunda opción, pues mi erección presentaba una presión tan dolorosa a la vez que satisfactoria al saber que pronto me correría en su mano.

Al despertar, noté cómo un líquido salía de mi miembro, caliente y espeso igual al que ya tenía sobre mi estómago, mojando parte de mi piel y regándose por los bordes.
Mi parte trasera, por otra parte, sufría las contracciones del pasado clímax. Se sentía vacío y seco, muy estimulado y sensible, pero... Sin ningún rastro de que él estuvo aquí.

Pasaron los días y seguía preguntándome si había sido real o no, pues yo sentí cada roce y cada beso que me daba como si hubiese estado despierto. Todo parecía verdadero en mi cabeza, pero fue todo lo contrario, un simple sueño de alguien que desea tener sexo desenfrenado con alguna persona desconocida y saciar su sed de placer.

Hasta la fecha jamás he vuelto a tener "relaciones sexuales" con ese hombre, y mentiría si dijera que no extrañaba el placer que me proporcionaba. Todo lo relacionado a esa misteriosa presencia me parecía reconfortante, sensual y me dejaba con ganas de más. Sobretodo la magia que le sumaba el no saber qué haría con mi cuerpo, llenándome de diversión y excitación.

Sigo esperando que llegue alguna otra vez a mi habitación, a altas horas de la noche y que me haga suyo como tantas veces la hizo. Esperaré hasta el día que pueda sentirlo de nuevo, no importa si gasto mi vida en ello.

Pasaré los días imaginando su rostro, pensando en que tal vez su piel sea morena, sus ojos pequeños y labios apetecibles, anhelando que algún día se haga presente en mi vida para poder tocarlo y sentirlo como debería de ser.

Real.

Wet DreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora