4. Y así es la piel.

2.4K 59 1
                                    

Después de aquel encontronazo en casa de Malú con ese… ese imbécil, por decirlo suavemente, las cosas se habían enfriado un poco. Un poco bastante. Hasta tal punto de que no sabía nada de ella desde el fin de semana, y estábamos ya a miércoles. Me daban ganas de coger el móvil y teclearle: ‘¿Sigues viva o la tierra te tragó?’ De hecho… había llegado a escribirlo en su conversación pero no tuve el valor de darle a ‘Enviar’. Por otro lado me parecía demasiado borde y seco, aunque igual era lo que hacía falta… Estaba realmente hecha un lío.

Esa tarde estaba en mi casa de Madrid, muerta del asco, sin nada que hacer… y eso que se suponía que era mi día libre. Libre estaba un rato, tanto como vacía estaba mi vida desde que no sabía de ella. Eran solo unos días, a veces hay amigos con los que no hablas en una semana, o en el tiempo que sea… y no pasa nada. Supongo que era eso lo que realmente me daba miedo, que solo fuese su amiga. Y lo que más miedo me daba era que estaba sola en esto… y sola me lo tenía que comer. Sentía que era demasiado importante como para confiárselo a alguien más…

Canturreaba sin mucho ánimo en los jardincillos de mi urbanización cuando alguien me tapó los ojos. Solté las manos de la guitarra, que siempre llevaba conmigo, se me escapó la sonrisa… deseando con todas mis ganas que fuese ella.

-¡Hola! – saludó el pequeño vecinito del piso de arriba. Un niño de unos 6 añitos, una ricura.

-Hola, Nachete… – saludé algo desanimada. Para ser sincera, mucho.

El pequeño se acercó más a mí, se sentó en el banco y, como si se tratase del secreto más grande del mundo, habló bajito:

-Vane, en la entrada hay una chica que pregunta por ti.

-¿Ah, sí? – ya habían venido a fastidiarme mi día libre, aburrido, pero mío. También hay que saber disfrutar de nuestro propio aburrimiento, a solas con nosotros mismos. Es algo que a la mayoría de personas les suele dar pánico.

-Sí… me dijo si te había visto. Escuché tu guitarra y vine.

-¡Pero que bonito eres, madre! Oye, ¿avisaste a tu mamá de que venías para los jardines?

-Sí… aunque no me hizo mucho caso.

-¡Anda! ¿Y eso?

-Parecía conocer a la chica que te busca, se puso a hablarle como una loca… aunque yo no la conozco. – dijo el pequeño, confuso.

Puse los ojos como platos, no podía ser… la ilusión apareció en mi rostro, esa que había perdido. Esa misma. Antes de nada, quise ‘interrogar’ al pequeño para no presentarme en la entrada y hacer el ridículo. Hoy no.

-¿Y cómo era? – pregunté dulcemente

-Pues… me sonaba el nombre, creo que sale en la tele.

-¡Nacho, vamos!

Cogí al pequeño de la mano, me colgué la guitarra a la espalda y empezamos a correr por medio de los bancos. No podía ser, pensaba mientras avanzaba, ella… aquí. No era típico. Y, lo que aún me chocaba más, después del día de perros que llevaba, me bastaba saber que podría ser ella la persona que me buscaba para olvidarme de todo. Absolutamente de todo.

Llegué a la entrada, con el pequeño Nacho de la mano y los latidos de mi corazón se desbocaron. Se me volvió a escapar la sonrisa y en su mirada pude leer un “socorro, sácame de aquí”. La madre de Nacho era la típica señora cotilla… así que ya se sabe. El pequeño salió corriendo a por su madre, esta, por fin, le hizo un poco de caso y antes de que se dieran cuenta yo ya me había llevado a Malú de allí. Por fin en casa pude abordarla con mis cientos de preguntas.

-¿Qué haces aquí?

-Me enteré de que era tu día libre y…

-¿Y por qué llevas desaparecida toda esta semana?

-Necesitaba pensar, Vane. Pensar… y aclararme. Y lo he hecho.

-Pues mandar un mensaje no te costaba nada, pero nada ¿eh? Solo te iba a robar 10 segundos de tu tiempo de reflexión. ¿Tú sabes cómo estaba yo? No, no lo sabes. En ruinas, Malú. Estaba en ruinas. Deseando escribirte pero es que una ya se cansa de ir detrás siempre, ¿sabes? Supongo que tenía la esperanza de que lo hicieras tú, la mínima esperanza, quiero decir.

-Perdóname, amor…

-Por favor, no me llames eso.

-¿Por qué?

-Porque me encanta. Porque me encanta y cada vez que me dices eso, se me revuelve algo aquí dentro y te quiero cada vez más y no. No es sano…

-Escúchame: ya está todo aclarado. – me susurra mientras me coge la mano y yo pierdo toda clase de razón.

-¿Cómo es eso? –pregunto para que me cuente, porque sé perfectamente lo que me va a decir, pero quiero escucharlo de su boca.

-Que a veces, en la vida, llegan momentos de elegir. Te encuentras en situaciones que tienes dos caminos y ambos son excluyentes. Si eliges uno, no está el otro. Y aunque uno sea muy bonito y muy liso, no te llena… Y ves como el otro camino te llama a gritos ahogados, gritos desesperados que no puedes escuchar. Un camino rocoso y complicado, pero te lanzas a por él. A por ti, Vanesa. – concluye y coge aire. Deja de gesticular, levanta la mirada y me mira. Cruza sus ojos con los míos, y sonrío.

-Pues sí, definitivamente te he pegado eso de hablar en metáforas. – y nos reímos las dos ante mi frase. Y es la risa más bonita del mundo… no me aguanto y se lo digo.

-Tienes la risa más bonita del mundo. Y los ojos, y la sonrisa, y la cara, y el pelo… y todo.

-Eres… – no la dejo terminar, no podría resistir que añadiese a ese ‘eres’ un adjetivo bonito, sería demasiado que soportar, demasiada perfección saliendo de su boca, perfecta también.

-Shhh. – susurro.

Parece comprender. Se acerca a mi boca, se echa sobre mí y me abandono por un rato, desconecto el cerebro, la razón, la mente…y dejo que el corazón sea mi guía. Al igual que ella. Y así es como debe ser. Nos deshacemos de la ropa, nos estorba de maneras inimaginables. La tengo encima y no pienso en nada, solo en ella… que lo es todo. Me siento completa, entera, un conjunto. Me siento dentro de ella… y ella dentro de mí.

No lo puedo reprimir y mis gemidos superan el volumen permitido, le entra una pequeña risita y decide taparme la boca con sus besos, benditos besos… Decido no ser la única que no se resiste y jugueteo en lo más profundo de su ser, se muerde el labio, complacida. En ese momento somos fuego, somos ardor, somos pasión… somos ella y yo en un mundo que nos da igual…

…soy yo acariciando su hombro, su brazo, su vientre… la sigo teniendo encima, ahora ya soy capaz de recuperar la respiración, de coordinarla adecuadamente, y la miro desde arriba, tiene la mirada perdida, centrada en las rítmicas caricias que le doy. Y me vuelve loca, y cada segundo la necesito más.

-¿Sabes? – habla sin mirarme – podría pasarme así todo el día, toda la noche… hasta que te cansases de mí, de darme caricias.

-¿Sabes tú algo? – susurro.

Hace un ruidito invitándome a continuar hablando, como un ‘¿qué?’ sin necesidad de palabras.

-Pues que… – continúo – nunca me podría cansar de ti.

-Eso lo dices ahora, porque estamos así pero…

-Eh, pero nada. – cojo su barbilla suavemente, haciendo que se incorpore y me mire, ojos con ojos. Hago un esfuerzo titánico por no hipnotizarme con ellos y poder continuar hablando: – Nunca, nunca. – pronuncio con cuidado cada palabra – pero es que nunca, pase lo que pase… amor.

Y utilizo ese apelativo cariñoso aprendido de ella, ‘amor’. Cuatro letras, como su nombre: Malú. Y cuatro letras, como ella me llama a mí: Vane. A veces solo bastan cuatro letras para componer una palabra que lo significa todo. Todo para mí. Amor. Malú. Todo… también cuatro letras.

_________________________

¡Buenas! Espero que os haya gustado. Dejadme comentarios aquí abajo con lo que os ha parecido este capítulo, la historia en conjunto... valoro infinitamente vuestra opinión. ¡Muchas gracias!

Entre tanta multitud.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora