BIENVENIDA A LA ADOLESCENCIA

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Llevaba más de una semana allí atrapada y ya lo odiaba.

Odiaba ser la invisible de la clase de nuevo.

Cuando entró a los Titanes pensó que su etapa en los odiosos institutos se había acabado, pero por supuesto, pensaba mal.

Avanzó por el pasillo casi vacío a paso rápido, con la mirada pegada en el suelo y su manos hechas puños en el interior de la chaqueta gris con el escudo de la academia en el lado de su corazón.

Definitivamente no encajaba en ese lugar...

Se paró frente a su taquilla, la 64, la abrió y empezó a vaciar su mochila medio empeñada molesta. Y por supuesto que notó su presencia cuando él se apoyo en la pared con aires de autosuficiencia tras la puerta de su taquilla abierta.

Fruncio el ceño derrotada y cerró la taquilla con un golpe metálico que resonó por todas las paredes.

Y claro que era él.

-Creo que estás un poco...empapada, Rachel- sonrió sarcástico. Sus ojos verdes tenían un brillo...inusual.

-Gracias por decírmelo - sonrió molesta inclinando levemente la cabeza - no me había dado cuenta.

A este estúpido anciano no se le había ocurrido mejor idea que vaciar un gran balde de agua helada por la ventana. Que suerte que justo le hubiera alcanzado a ella.

Apartó la mirada de su arrogante sonrisa.

Como podía ser tan torpe en estas cosas...
Después de haber salido escopeteada de la mansión Wayne, esa maldita cascada de agua fría calló justo cuando ella pasaba, continuo su maratón hacia la academia, llegando justo a tiempo, pero claro, calada de agua hasta los huesos.

-¿Ves? Estas cosas siempre pasan cuando no estoy...-comentó tranquilo cruzándose de brazos.

Rachel le hecho una mirada asesina mientras ocultaba un mechón goteante de su cabello tras la oreja. Damian se había quedado a dormir en la academia, así que esa mañana tuvo que ir solo, y sin él para despertarla, casi lega tarde.

-No eres un amuleto de la suerte- farfulló la medio demonio escurriendo en agua de su falta empapada con las manos. Por supuesto, las miradas y murmullos de los demás estudiantes de alrededor no tardaron en caer sobre ella y su aspecto. Como siempre, lo ignoró.

-Lo soy- amplió un poco más su sonrisa para después mirarla de pies a cabeza, su pelo negro mojado callendo por sus hombros y su camisa, chaqueta y falfa empapadas. Y sus ojos violetas brillando con molestia. Apartó rápidamente la vista cuando notó que la empatica lo miraba- deberías cambiarte de ropa.

-Tengo la ropa del gimnasio dijo con voz fría apretando su cabello- No hace falta que finjas que te preocupas por mí...-murmuró lo suficientemente alto para que el ex-asesino la oyese y comenzó a caminar en dirección al gimnasio.

-¿Sabes?, podrías haberle pedido a Pennyworth que te llevase como todas las mañanas- empezó a camir tras ella.

Rachel detuvo en seco su paso para mirarlo de soslayo. El también se detuvo, con esa sonrisa en sus labios de nuevo.

"Mierda, ¿por qué siempre tiene que tener razón?"

Se recompuso como pudo cambiando su cara de "pillada" por su semblante inexpresivo de siempre.

-No lo encontré...-murmuro.

Damian alzó una ceja acercándose.

-Ya, claro...- pasó por delante de lla, y sin ni siquiera mirarla ni detenerse, añadió:- hablaremos luego.

ENCUBIERTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora