suspiro único

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Dentro de una de las habitaciones secretas en el palacio mental de Sherlock, sobre un muro hecho de deseos superfluos y pegado con cinta de no es necesario pero qué más da, había un pequeño listado de todo aquello que al detective consultor le gustaba hacer a, con y por su blogger...

1.-Desayunos súper calóricos todos los viernes.

—Realmente creo que deberías dejarlo de una vez, Sherlock —dijo John con voz tranquila, partió un pequeño trozo de salchicha y se la llevó a la boca, una vez tragó tomó un sorbo de su jugo de manzana. Sherlock dobló por la mitad el periódico que leía tan atentamente, le miró.

—Gideon es el culpable John, si no hubiera metido a Mycroft en todo esto no tendría por qué verme en la necesidad de... —En ese momento el doctor le cortó con un movimiento de manos, Sherlock había repetido esa línea desde ayer por la noche ante la más pequeña frase de John.

—No me refiero a eso. —El detective enarcó una ceja, el ex militar señaló hacia su plato—Esto es demasiado.

—Es justo lo que necesitas —replicó Sherlock con tranquilidad.

—Comenzaré a subir de peso si esto sigue así.

—Es solo los viernes.

—¡Pero esta es la comida de todo un día!

2.-Dar un paseo (sin estar en un caso) por lo menos tres veces por mes.

John estornudó por decimotercera vez en menos de diez minutos, tenía su brazo entrelazado con el del detective, aun así parecía que este no le prestaba atención. Obtenía más miradas de los demás transeúntes que pasaban a su lado, afortunadamente era ya de noche y no había demasiados de ellos.

—Creo que deberíamos volver a casa. —Sherlock no hizo comentario alguno—Hace mucho frío y tal vez me estoy enfermando. —Sherlock continuó ignorándolo—. ¿Podría ser que podamos dar un paseo más largo mañana? —John se limpió el moquillo que sentía salir de su nariz, pero al mirar el pañuelo este estaba seco. Por otro lado, Sherlock siguió sin hacerle caso.

El doctor suspiró.

—Me dejé secuestrar por Mycroft —soltó, alzando mentalmente ambos pulgares cuando su detective consultor finalmente volteó sus ojos grises hacía él. Sabía que esa no fue la mejor manera de llamar la atención del detective, no obstante y a pesar del ceño fruncido, había funcionado.

3.-Tocar el violín cuando su estrés supere los parámetros aceptables.

Un suspiro salió sin permiso de la boca de John, luego de haber corrido bajo la lluvia en lo que resultó ser una pérdida de tiempo, estar ahora seco, sentado frente a la chimenea siendo calentado por el fuego; el doctor no podía sino suspirar ante ese ambiente apacible, mismo que además de todo era acompañado por los lentos y melancólicos acordes del violín de Sherlock.

Por todo ello, había valido la pena.

Mojarse hasta los interiores por la lluvia, perseguir a ese hombre que no tenía idea de porqué había sido perseguido pero que aun así les costó su tiempo atrapar, lidiar con Lestrade y su aparente mal humor por sus problemas maritales e incluso haber sido abandonado (nuevamente) por Sherlock en la escena del crimen; justo en este momento John se sentía perfectamente recompensado.

—Te despertaré más tarde —susurró el detective cuando el doctor sitió sus ojos cerrarse. Eso era vida.

4.-Comprar un obsequio luego de una pelea nivel cinco o superior.

Sherlock mantuvo fruncido el ceño antes, durante, y después de entrar a la sobre-iluminada tienda. Aun así, era su propia culpa la razón por la cual estaba ahí, una vez más la había fastidiado con su John y arreglarlo no sería tan fácil como cuando accidentalmente le había hecho un pequeño agujero a uno de sus suéteres de lana con el cautín caliente. Tampoco como la vez en la que, sin querer, el detective consultor había olvidado su aniversario, no es como si lo celebraran, pero tenerlo siempre en mente era un buen detalle.

Hacer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora