Prólogo

5 1 0
                                    


Estaban todos esperando en la sala para empezar aquella sangría, a la que ellos llamaban reunión. La tensión se palpaba en el aire.

Un equilibrio entre ambas fuerzas, una balanza equilibrada en su justo punto de suspensión. El Yin y el Yang, por cada cara una cruz, por cada bien,un mal. Eso era aquello.

Algo tan fuerte, y a la vez tan libido y débil, que nada era determinable. Y todo podía cuestionarse.


-¿Ya estamos todos?-alguien en algún punto de la habitación pregunto algo nervioso.Aquello no le gustaba ni un pelo.

Todo se voltearon a mirarlo, igual de inquietos ante la duda que pudiese desencadenar aquella situación. -Dejad de mirarme así, sabéis que llevo razón.Y en cuanto se entera, que lo hará, aquí correr la sangre.

Era un hombre demediana edad, aspecto viejo y cansado.Quizás su aparienciacorriente, no daba a entender todo lo que su mente, sabía y agotadaalmacenaba. Sus ojos vagaron agotados por cada uno de los presentesen aquel lugar, sin detenerse en nadie en partícular. Todos ledevolvieron el gesto. Lo sabían.

-Esto va a ser divertido.

-¿Divertido?- inquirió uno casi con tic nervioso.- En cuanto se entere nos matará. Hará volar esto por los aires y luego,se comerá los restos de los pulmones de los que sobrevivan.

-Tu sadismo empieza a descontrolarse...- Apuntó un joven de aspecto angelical,con recelo.Parecía una verdadera ninfa. Pequeña y delicada.

-Dig...-

-Ya basta-sentencio una voz autoritaria, proveniente de un anciano tras ellos.-Todo sabemos de lo tensa que es esta situación. De lo que arriesgamos, normas,pactos rotos...y aquello, que no debía ocurrir nunca. Pero no queda otra opción, y ella tendrá que aceptarla,tanto si le gusta como sino.

-Aceptar,¿El qué?

La sala enmudeció.Todos se giraron lentamente para ver a aquella joven de ojos verdes y expresión fiera, que parecía aún más desagradada con aquella situación que los ya presentes. La examinaron con detenimiento y pudieron observar algunos cambios en ella, aunque su porte era totalmente inexpresivo. Todo físico, todo dispensable.

Pero lo importante, laverdadera cuestión, era algo que aún pesaba sobre sus hombros.Podían sentirlo.

Aquello no iba a ser bueno. No era bueno.

-Bueno, ¿Quién se lo dice?- repitió un joven en tono jocoso, divertido con la situación.

-Lo haré yo. Un circulo se abrió en el centro como un agujero negro. No se escuchaba nada, ni una respiración, ni una brizna de aire caer sobre aquella habitación. Todos los miraban.

Entonces, ella se giróy sus ojos se encontraron. Y los de ella se tornaron peligrosos,ardiendo como llamas.-Hola Faith.

-Creo que ya no es necesario.- Y con las mismas se volteo dispuesta a salir de allí aún más rápido de lo que había llegado.

-Espera un momento. Si que deberías quedarte, esto es importante- continuó impasible, sin una nota

de titubeo en su voz,pese a darle toda la razón en cuanto a su reacción. Pero eso, ellano podía saberlo.

-Hasta pronto- dijo en cambio, como si no le hubiese escuchado. Pero al pasar a su lado la cogió del brazo,pero tan rápido como la sujeto,la soltó, al sentir como un intenso calor abrasaba su mano.

-La próxima vez, te haré cenizas. No lo dudes- escupió enfurecida, ¿Realmente sería capaz de llegar a tal extremo?, por si acaso no tentó la suerte.

-Por favor Faith,quédate un momento y escúchanos. Esto es realmente importante. Uno de los ancianos se acercó a ella con mucho tacto, y Faith se sintió aún más enfadada, si es que era posible.

-¿Qué ocurre? ¿Ahora si soy alguien delicado, a quién tenéis hasta la más mínima consideración? Que casualidad,¿No?, que ahora Sus Majestades si tienen en cuenta que vivo y respiro. ¿Desde cuándo tanto tacto? . A ver que piense...antes se trataba de mí, así que la diferencia ahora es...- y dijo esto último con especial ironía, haciendo hincapié- que debe haber algo que realmente si les interese. Pero es raro, porque nunca he conocido a nadie que les interese realmente,salvo...

El anciano, ya temblando de rabia, incapaz de controlarse se acercó a ella con una mirada gélida como un iceberg.- No te olvides con quién hablas- le advirtió.

-No lo hago- le respondió de la misma forma.- ¿Tú lo harías?

Y esta vez si sonrió. Pero no era una sonrisa cálida, de esas que transmiten paz y se quedan en el corazón. Aquel gesto, aquella calma imitada, era una advertencia en toda regla.



FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora