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Las ramas del arbolito eran en realidad más estables de lo que parecían. Nicole sentía que podía saltar de una a otra sin tropezar —casi siempre—. Pero debía concentrarse en El Monolito Solitario. ¿Quién podría ser el dichoso personaje al que debía buscar, el que seguramente tendría las respuestas a todos sus problemas y eran tan amable como señaló el muñeco de nieve?; Se le ocurrió hacerle esta pregunta al hada que la había ayudado anteriormente, pues había una réplica suya en cada ramal del arbolito. Sabía esto porque, por suerte, había ayudado un poco cuando su prima lo adornaba.

¡Eso! Michelle lo adornó, y ella ayudó casi al final. Habían sólo unas cuantas hadas que quedaban de los viejos adornos que se habían roto o desaparecido. No fue una tarea fácil hacer que estos encajaran junto a los nuevos.

Nicole había colgado un hada en el tercer ramal, se acordaba perfectamente. Sólo tenía que echar un vistazo hacia arriba por todo su alrededor,

En el preciso momento en que la encuentra, se acerca hacia ella como puede, pasando dificultosamente sobre unas piñas decorativas gigantes.
—¡Hada! Hola, de nuevo —hace una pausa para respirar un poco. Pasar entre ramas era más vertiginoso de lo que pensaba— Estoy buscando a alguien llamado El Monolito Solitario ¿Lo conoces?

El hada de repente reaccionó.

—¡Feliz Navidad, chiquita! —dijo con una dulce sonrisa y luego cambió a una expresión pensativa— Humm... no recuerdo a nadie con ese nombre. En realidad, hace mucho que no salgo a la luz. Me toma un tiempo conocer a los nuevos.

Nicole agachó la cabeza, resignada. Agradeció al hada su intervención y prosiguió su camino. Pero, ¿Cuál camino? no recorrería esa travesía cansina de saltar entre ramas si no tenía un destino concreto. Sería desperdiciar energía innecesariamente.

Vislumbró entonces a lo lejos algo que caminaba entre las ramas, casi desapareciendo a la vuelta. Le tocaría saltar mucho. Pero justo cuando se disponía a seguir a aquel objeto animado del fondo, algo le cayó en la cabeza, haciéndola caer hacia el primer ramal y casi resbalarse directo al suelo. No estaba muy convencida de que el pie de árbol fuera lo suficiente acolchado para evitar que se lastime en una caída desde esa altura.

Se aferró fuertemente de una de las ramas y escaló victoriosa. Luego, echó un vistazo hacia abajo para descubrir que lo que le cayó encima había sido una de las piñas. «¿se habrá soltado?»; miró hacia arriba para aclarar sus sospechas, encontrándose con la sombra del reno del principio. «¡Ese reno! Es que cuando todo esto termine lo voy a...» Nicole gruñía de la rabia que le generaba que ese adorno saboteador hubiese sido el causante de todos sus males. Después de todo, si no le hubiese incitado a abrir la caja, seguramente la hubiera dejado ahí donde estaba. Igual no era para ella.

Unas pisadas estremecedoras, sordas y enormes la desconcentraron de su infinito odio hacia el reno de felpa. Lo mejor sería permanecer ahí donde estaba, montada en una de las ramas, totalmente inerte. Las pisadas eran de su abuela, quien se acercaba con una bolsa gigantesca en la mano. Eran los regalos de sus primos pequeños, sin duda. Sintió mucha curiosidad por lo que venía.

«Melanie, Arnaldo, Melanie, Arnaldo, Melanie...» Se dispuso a adivinar de qué se trataba cada uno. El de allá, cuidadosamente envuelto, era indudablemente una pelota. «Ay... abuela», Nicole puso los ojos en blanco y negó como diciendo: «Es tan tú».

Pero entonces, una caja mediana le llama la atención, Puesto que la abuela la colocó muy aparte de los otros regalos ¿Qué es? Esperó a que se retirara y emprendió la intrépida marcha entre ramas poco estables hasta detenerse justo sobre este regalo. Se recostó a lo largo de una de estas, bien aferrada para evitar resbalarse intentando leer el nombre al que iba dirigida.

Mi Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora