3- Altamar

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Velas hizadas, camarotes perparados y tripulacion completa, en fin,todo listo.

El viaje por Altamar puede llegar a ser de sumo riesgo para alguien no experimentado, sin embargo, para Santiago era como una segunda naturaleza.

Su padre, al igual que el, fue un gran marinero y capitán. Era un apasionado de la pesca y gracias a ella conoció a su mujer, la madre de Santiago, la cual era la hija mas pequeña de una familia fabricadora de redes pesqueras.

Como contaban sus padres cuando Santiago aún era un niño, fue amor a primera vista, obviamente extraño, ya que su padre se encontraba con su olor a pescado habitual, mientras que su madre olía a finas rosas, mientras ayudaba a su enfermo padre con un pedido de una red.Fue hijo único, producto de un casamiento joven pero maravilloso.Al contar la edad de 15 años, Santiago, ya casi convertido en hombre perdió a sus padres en una terrible tormenta mientras disfrutaban de un descanso en pleno mar. El fue el único sobreviviente, quedando sus padres ahogados y el personal extraviado. El barco todavia sigue cursando esas aguas traicioneras, en un fondo vacío y profundo.

Al volver de imaginar su pasado, y con una lagrimilla que amenazaba con salir de sus ojos, Santiago se reacomodó el uniforme, soltó el viejo gorro de capitán de su padre y abandonó su camarote.

Sus botas producian eco mientras avanzaba a lo largo del estribor del barco. Su camisa arremagada blanca amarillenta completaba su uniforme junto a un par de pantalones holgados. Era principalmente su ropa mas habitual, como también la mas vieja y la mas comoda.

A lo largo de todo el barco se encontraban sus compañeros ultimando los ultimos detalles. Diviso con la vista a Matteo, viendolo mientras trabajaba a la par del resto de la tripulacion, su ropa le quedaba demasiado grande y la tenia arremangada unas cuantas veces. Su pelo descuidado habia sido reemplazado por una coleta que le llegaba casi hasta los hombros. Se podía divisar un tatuaje que se extendía por todo su pecho y partes de sus brazos. Aunque a simple vista podía llegar a parecer un hombre, para Santiago, Matteo todavía era un crio.

-Estan listos caballeros?- gritó el capitan, y luego de unos segundos prosiguió- Leven anclas!

Vitores se escuchaban de sus hombres, algunos mas contentos que otros, porque al final todos sabian que seria una busqueda agotable, pero si daba resultado muy satisfactoria.

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Las primeras millas fueran pacíficas y relajadoras, los hombres se mantenian entretenidos con las mujeres de "servicio", el cocinero preparaba la cena para toda la tripulación con la ayuda de Matteo ( un requisito para permitirle acompañarlos en la travesia) y uno que otro controlaba las velas y cuerdas.

Mientras tanto Santiago observaba solitariamente la puesta del sol en el horizonte. Muy poetico para un hombre viril como Santiago, pero era una rutina que siempre hacia en su casa-bote, y que se habia vuelto necesidad. Asi es como pordía llegar a tener una noche tranquila, con la vista de los ultimos rayos de luz, reflejandose en las ondas del agua. Con una noche tranquila se referia a poder dormir profundamente y sin pesadillas. Las cuales abarcaban su mente desde la ultima noche que vio a sus padres.

FLASHBACK

-Vamos Tito- le llamaba su madre con su apodo de Santiaguito- Ven a ver la puesta del sol conmigo

-Pero, mami, si es siempre lo mismo!- refunfuñaba el entonces pequeño niño- El sol va a bajar hasta el agua y va a desaparecer! Si pasa todos los dias ¿Qué tiene de especial?

Con su cara hecha un tierno pucherito y con su infantil descripción de la puesta del sol, Santiago se acerca a su madre y se sienta en su regazo, abrasándola y acompañandola como todas las noches, siempre despues discutir el porqué, pues sigue sin entender el significado de semejante belleza, única cada vez y una siempre mejor que la anterior.

-Ay mi niño...- Decía su madre mientras lo bañada de besos y besito por toda su arrugada carita, hecha una trompita.

-Mamá! Mamá! Basta mami- se enojaba el niño- ya soy grande!- repetía mientras se secaba toda su cara con la tela de su remera y trataba de alejar a su madre. -Algún día de estos voy a alcanzar a papi y seré tan alto como el- decia totalmente convencido, aunque apenas le superaba el codo al altisimo hombre que tenia como padre.

Tienes toda la razon hijo mio- le respondia su madre con una cara de seriedad para darle un tono mas formal a la conversación- Y cuando ese día llegue te vas a tener que ir de casa....

-¿Qué? ¿Porqué?- preguntaba el niño, todo angustiado-

-No puedes vivir con tus padres cuando seas grande ¿O sí? ¿Cómo llevarías a las chicas a tu casa?

-Puaj, pero si son todas feas- Respondía el niño, asugurando a la madre que todavía le quedaban unos buenos añor por crecer.

-Bueno Sr Yo Soy Grande, es hora de ir a la camita

-Pero Ma- interrumpio su súplica por la mirada que le dirigió su madre- Solo cinco minutos mas, porfis- se hizo rogar el niño

Bien, solo po hoy- dijo, la madre levantandose- yo ahora me voy a dormir, pero si me entero mañana que te quedaste hasta tarde estaras castigado, entendido?

Cuando el chico felizmente asintió se retiró hacia su habitación donde la esperaba su esposo.

FIN DEL FLASHBACK

Ese recuerdo era uno de los mas preciados, y lo recordaba como si hubiera sido ayer. Años mas tarde ocurrió el accidente.

Despejándose de los recuerdos y de la puesta de sol, el cual ya se había ocultado hace rato, decidió dirijirse hacia la cocina para hechar un vistazo a la cena, moría de hambre.

Cuando llego, se recostó contra el umbral de la puerta y miro como estos dos cocineros trabajaban. Matteo con la música prendida cerca suyo, de espaldas a Santiago, pelaba una papas, moviendo su cuerpo de manera terrible, tratando de seguir el ritmo, pero sin duda disfrutando. En cambio Lucio, un hombre bastante serio y recto se encontraba recargado sobre una silla con ambas manos ocupadas sosteniendo una sarten cada una. Olía delisioso, por lo que Santiago no dudó en probar bocado. Justo cuando su mano habia capturado una delisiosa empanada, la mano robusta de Lucio se la quitó y la volvió a apoyar sobre el recipiente.

-Siempre con hambre no Santiago?- lo regaño el cocinero con una sonrisa en la cara.

El hombre ya rozaba sus 60 años y estaba a punto de jubilarse, esta seria la ultima vez que los acompañara, por lo que trataba de entrenar a Matteo, aunque este resistia en una trabajo "tan poco masculino" como el decía.

Casi echado a las patadas de la cocina, Santiago se dirigió a hacer la ronda de revisiones para despues poder comer finalmente.

Así terminó el primer dia de travesía del Santa Julia

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Un Capitán NaufragadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora