Experimento McArthur [Creek]

Vivimos en una sociedad

La palabra "amor" me queda corta para poder expresar mis sentimientos hacia él.

Me alegra mucho saber que ese opaco pero sedoso cabello negro junto a esos hermosos ojos verdes, brillantes cual esmeralda, son solo míos.

Él ocupa un lugar muy especial en mi corazón, y estoy más que seguro que yo también en el suyo. A pesar de que su personalidad fría y seca no le permita decirlo con frecuencia, sé que es verdad pues cuatro años no pasan así no más porque sí. Todo ese tiempo me ha hecho darme cuenta que amarlo es mi mayor dicha, pero a la vez mi mayor maldición.

Craig y yo, para mala suerte de ambos, vivimos en una sociedad altamente homofóbica. Desde antes de estar juntos, los niños de nuestro salón de clases nos tildaban de "gays", "cabros", "maricas", entre otros semejantes. Si bien ambos podíamos defendernos con puños, ellos no dejaban de molestarnos; nos pegaban papeles con esos calificativos en la espalda, nos lanzaban cosas, nos empujaban, rayaban nuestros casilleros y cosas... siendo breve, nos hacían la vida imposible y ninguna autoridad hacía nada al respecto a pesar de que esas cosas que nos decían, en ese entonces, no eran ciertas. ¿Quién lo diría? Todo resultó siendo verdad. Los malditos tenían razón.

Y no me avergüenzo de ello.

Los adultos son homofóbicos también, pero son mucho peores que los niños ya que estos últimos solo siguen, cual borreguitos, la ideología de sus padres. Si ven a un homosexual no dudan en golpearlo con todo lo que se encuentren en el camino hasta dejarlo inconsciente o, en el peor de los casos, muerto.

Les da igual.

Afortunadamente, no estamos solos. Nuestros amigos Clyde, Token y Jimmy saben de lo nuestro y nos cubren a pesar de correr el riesgo de ser ejecutados por cómplices. Sin embargo, desde que se enteraron de ello, han mantenido cierta distancia hacia nosotros en público, llevando a que nuestras reuniones de amigos se den en una pequeña casita construida torpemente por manos de niños de 10 años. Tenemos 13 actualmente y aún resiste, es una maravilla. La casita queda ubicada en un lugar oculto en el bosque, sitio estratégico donde la gente no suele pasar muy seguido. Allí, ellos pueden divertirse junto a nosotros sin ningún problema.

Además de utilizarla para las reuniones, Craig y yo la usamos para celebrar nuestros aniversarios o citas, pues nuestra relación es clandestina y no tenemos otro lugar para poder ser lo que somos en realidad. Fuera de ella no somos más que amigos. Las pocas veces que salimos juntos en público mantenemos una distancia de 20 centímetros el uno del otro para evitar levantar sospechas.

Hoy, Craig y yo cumplimos nuestro cuarto año juntos. A pesar de haber dejado de ser una persona absurdamente nerviosa hace ya un tiempo, los nervios me corroen todos los cinco de abril de cada año, ya que ese día todo debe salir perfecto, no debo arruinarlo bajo ninguna circunstancia. Él, por otro lado, siempre mantiene la calma y deja que las cosas simplemente fluyan. Sin embargo, siempre logra sorprenderme con algo nuevo; en una ocasión me regaló una tarjeta elaborada con sus propias manos —la hizo a pesar de no ser muy bueno en las artes manuales— y me la entregó con un poco de vergüenza. "Es perfecta", le dije aquella vez. Otro año, cuando mi musical favorito llegó al pueblo, él me regaló una entrada para ir a verlo. Desafortunadamente no pudo ir conmigo ya que solo le había alcanzado para comprar una sola y el show era esa misma noche. Aunque no parezca serlo, es muy detallista.

Yo también le regalo cosas por nuestros aniversarios; debido a que estoy en mejores condiciones económicas puedo regalarle cosas más costosas como un videojuego, el último álbum de su grupo favorito, una temporada de Red Racer, entre otras cosas. Sin embargo, a pesar de ser caros, creo que mis regalos no son tan bonitos como los suyos. 

Este año me fui por algo más humilde: nos hice brazaletes con lana, indicando nuestras iniciales y fecha de aniversario siendo cada uno de nuestro color favorito; el mío es verde y el suyo, azul.