[02] Boundaries.

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CAPÍTULO 2━━━━━━━━━━━━━━

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CAPÍTULO 2
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Volvió a casa junto a Jonathan. Evidentemente permecía cabizbajo, evocando las dulces palabras de Corinna, repercutiendo no solo en su cabeza, sino en una parte rebuscada de su pecho. Latiendo al alba con la luz de la puesta del sol iluminando sutilmente ambas figuras moviendose junto a la camioneta aparcada en medio del patio trasero. Se detuvo sin avisar, mirándose ambas manos sin más que el sentimiento ajeno a todo lo que le rodeaba.

Conseguía adaptarse al entorno humano sin mayor conflicto, pero pese a sostenerse y admirarse con una anotomía bárbaramente parecida, por dentro lo sabía y ese mantra jamás se detendría. Una y un millón de veces al día escuchaba la misma voz proveniente de la parte trasera de su cabeza, volviéndole bruscamente a como eran las cosas, a eso a lo que sus padres se esmeraban por instruirle. La misma letanía que tanto daño le inflingía.

—Clark— avisó, alzando la vista sobre el hombro.

Apenas logró ver al acongojado joven se hizo de fortaleza y sin mayor preámbulo caminó hasta que su mano se posó firmemente en el hombro del azabache. Brindándole la confianza que necesitaba sentir en ese instante, permitiéndole saber que sin importar las adversidades, él siempre estaría de pie a su lado para ayudarle a levantarse.

—Si no te conociera diría que estas dudando— observó, obteniendo la atención del muchacho en el par de cuencas apesumbradas y refulgentes.

Clark tragó saliva, cuestionandose si debía o no contarle acerca de como se sentía despues de lo acontecido en el taller, aunque claro que esa pesadumbre llevaba cargándola desde hace meses. Temeroso a liberar sus emociones y recibir una respuesta magnánima que en nada podría ayudarle.

—Hijo, ¿qué sucede? sabes que siempre puedes hablar conmigo— intentó atisbar su ánimo con unas palmaditas débiles en la espalda.

Le miró de soslayo, consintiéndole un momento a la frsutración en sus ojos.

—¿Por qué soy tan diferente a los demás?— interrogó, frunciendo el ceño al apretar ligeramente los puños.

Jonathan supo que no solo estaba lidiando con un adolescente frustrado, sino con un joven de un mundo mas allá de las estrellas y aún ignorante de su proceder. Sin embargo, allí en el interior del fulgor de su mirada dormitaba la incitante curiosidad, entonces eso no era lo que motivaba a Clark a cuestionarse, no, era solo un complejo de inferioridad desatado desde la primera vez que por accidente en la escuela quemó un picaporte usando sus ojos. Un niño en medio de una selva obligado a alejarse de todos menos de su madre, ese niño entendió que no era normal y no lo sería nunca. Curiosidad era lo menos asemejandose al sentimiento vaporizando sus adentros.

—Clark, tú no...— negó.

—No me mientas— suplicó, sosteniendose de la cuerda de henequén de dónde colgaba la tabla adaptada a un columbio debajo de la rama más fuerte del roble—. Los demás lo repiten todo el tiempo, no me dejas hacer nada al respecto porque sabes de las consecuencias pero yo no, papá. No sé quien soy— mugió como un animal malherido.

¿Qué otra cosa podía hacer Jonathan además de escucharlo?

Solo le quedaba la verdad oculta en el granero. Un sitio del que se exhortó a Clark jamás entrar, pues entre mentiras este supuso que aquel lugar cerrado guardaba cosas permitidas a los ojos de sus padres solamente, cosa que creyó fielmente hasta ese día que sintió a su padre abrazándole detrás de los hombros. Encaminándolo a través de los hierbajos cuyo destino apuntaba a la puerta grisácea del granero. Mutilando al joven deseoso por tirar del perno de entrada y descubir el interior después de tantos años en silencio.

—Quiero que veas algo, hijo— musitó, removiendo el candado del peldaño de entrada, autorizando al ojiazul a entrar.

Dentro se percibía el edor de la humedad escalando las paredes a juego con la  imperante oscuridad inhibiéndole correctamente la vista por lo que fueron míseros segundos antes de que la luz del foco colgando del techo alcanzase a iluminar un fragmento de la maquina extraña, maravillosa y apabullante titilando con gracia en cuanto quedó boquiabierto. La maquinaria era desconocida y todo lo que venía con ella, sin embargo, hubo algo en su interior que pudo salvarse despúes de colisionar en la granja de los Kent, y ese era sin duda alguna el muchacho que surcaba las lineas del casquete con los dedos. Admirado por lo que en verdad se escondia bajo el techo de plafón.

—¿Qué se supone que es esto?— cuestionó, dirigiendo la mirada a donde Jonathan sostenia un pedazo de tela envolviendo un artefacto.

—Venías en esto cuando te estrellaste en el patio trasero, donde la ladera, ¿recuerdas?— una acogedora sonrisa iluminó fragmentos avejentados de su rostro mientras su andar tranquilo le llevó a detenerse junto a Clark—. Y esto venía contigo.

Entre sus manos tomó lo que parecía encubierto entre lo recóndito de la tela, por lo que tuvo que desvelar los pedazos uno a uno, alcanzando a mirar por completo el interior.

Era un artefacto relativamente tan pequeño que cabía en su mano, largo y de un tono gris granito. Uno de sus extremos no era más que una punta cuya función desconocía, mientras que en la otra se dibujaba un símbolo desconocido que captó su atención. La figura lucía como un diamante adornado por el medio con una "s" larga alcanzando a rozar los bordes inferiores y los superiores con suma gracia.

—Lo llevamos con un especialista— habló, uniendose a mirar el objeto en las manos del menor—. Nos dijeron que está fabricado de un elemento que ni siquiera está en la tabla periódica, lo que resuelve nuestras dudas acerca de donde podrías venir, Clark.

Los ojos llorosos del muchacho inmediatamente se posaron en los de Jonathan, temiendo a que todo ese tiempo estuviese por perderse debido a los descubrimientos de ese día. Entonces solo negó, confundido y con la cabeza atiborrada de pensamientos en cuestion a su vida y a como la vivía desde el principio.

—Eres la prueba de que hay vida allá afuera.

—¿Y no puedo solamente ser tu hijo?— preguntó, asomándose el ápice de melancolía en sus palabras, a solo segundos de que las lagrimas borbotaran y todo ese sentimiento saliera a flote.

Jonathan abrazó a su hijo sin más, acariciando las madejas color ebano entre los dedos, sintiendolos desvanecer tras caricias y el callado sollozo ahogandose en su pecho.

—Clark, tú eres mi hijo— declaró sin soltarlo—. Pero eso no significa que tu verdadero padre no este allá afuera.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora?— chilló, afianzandose de la chaqueta del otro, apretando el cuero fuertemente.

—No importa cuál sea tu decision, como tampoco importa en que hombre quieras convertirte después de esto, solo debes saber que en lo que decidas convertirte cambiará el mundo. depende de ti decidir si será para bien o no.

Capítulo paralelo a fractures ( Shallows )

Metanoia ┊ 𝑺𝑼𝑷𝑬𝑹𝑴𝑨𝑵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora