Hola, me presento, soy Joseph Anderson, tengo 17 años y nací en Granada, Nicaragua, lugar donde actualmente resido.
Soy un chico de clase media-alta, y vivo junto a mi familia, que está compuesta por mis padres, mis 2 hermanos menores y mi abuelo. Mido aproximadamente 1,68 m y actualmente tengo mi cabello de color rojo ya que según la opinión de los demás me sienta bien.Me conocen como el chico de la vida perfecta aún que para ser sincero, mi vida era así. Hasta que él se fue de mi lado.
Jueves 20 de diciembre, 2018
5:30 amMe desperté por el molesto ruido de la alarma anunciando que debía levantarme y e ir a la escuela. Antes de levantarme, revisé un poco mis redes sociales y luego de ello me dirigí hacia el baño. Como siempre me duché con el agua un poco más fría de como realmente me gustaba para poder por fin despertarme definitivamente.
Hoy 20 de diciembre de 2018, se cumplía un año desde que el mundo se me vino abajo, les cuento.
Hace 4 años, el 20 de septiembre de 2014, en preparatoria conocí a un chico llamado Michael Travis, un joven de piel muy pálida con algún que otro tatuaje y el pelo color menta, que medía aproximadamente 1,60m . Desde que nos conocimos hasta unos meses más tarde nos llevamos mal ya que según él yo era "demasiado ruidoso", para el 4 de marzo, nosotros ya comenzamos a ser amigos, esto significa que comenzamos a encontrarnos fuera de la institución a tomar un café o en raras ocasiones helado.
Nuestra relación avanzó lo más normal hasta que el 5 de junio de 2015, Michael me pidió que fuese su novio, cosa a la cual yo no me negué. Nuestra relación avanzó con total normalidad, a pesar de que él tenía problemas con la depresión siempre traté de acompañarlo a sus citas con el psicólogo y demás.
Hasta que todo se acabó.●°●
20 de diciembre de 2017.
7 am .Mi celular comenzó a sonar, aquel día no tenía clases ya que habría una reunión escolar así que mis planes serían dormir y más tarde vería a mi novio. Me pareció extraño que la mamá de Mich me llamase a esta hora así que supuse que algo malo había pasado.
—¿Hola? —hablé con nervios.
—J-Joseph —la pobre señora lloraba despavorida desde el otro lado de la linea, cosa que hizo que me asustara aún más.
—¿Qué ocurre? —dije ahora con un tono de preocupación más marcado ya que estaba comenzando a tener miedo— por favor dígame.
—M-mi hijo —y antes de que dijera lo que faltaba, ya supe lo que había sucedido— él se quitó la vida en el baño de casa —y lo último que recuerdo de aquella llamada fue que ella siguió llorando.
Rápidamente me cambie y me dirigí hacia la casa de mi novio, lágrimas bajaban por mis mejillas y el frío de la época hacia que estas dolieran. Al llegar, en la escena había policías y médicos, quienes no me dejaron pasar ya que debían estar investigando.
—Déjenme pasar mierda —no iba a tener paciencia, menos en ese momento.
Pelee durante un rato con los policías y por fin pude entrar, lo primero que hice fue dirigirme hacia el baño de aquella casa. Allí se encontraban las pastillas tiradas en el piso, luego un policía me tocó el hombro y me di vuelta.
—¿Joseph Anderson? —asentí— le dejaron esta carta —me la entregó, di las gracias y se fue.
Dos días después estábamos enterrando a quien sería para siempre el amor de mi vida. Mi primer y último amor.
●°●
Me dirigí hacia el colegio, allí se encontraban Scott, mi mejor amigo, y Mica, su novia.
—Hola Joe ¿cómo estás? —me preguntó y luego me dio un abrazo, seguro él también recordaba esta fecha. Para mi suerte el timbre tocó e ingresamos a nuestros salones.
Las clases transcurrieron con total normalidad hasta que llegó el momento de salir, junte mis cosas con rapidez y hui de allí, me dirigí hacia la puerta del instituto. No tenía la intención de ver a nadie así que trate de salir lo más rápido posible, hoy iría al cementerio a visitar la tumba de mi novio.
Me subí a mi moto y en quince minutos ya me encontraba dejándola en el pequeño estacionamiento de aquel lugar. Compré algunas flores y me encamine hacia el lugar donde descansaba el gran amor de mi vida.
Al llegar, inmediatamente caí de rodillas, estaba cansado, demasiado.—Hola amor —las primeras lágrimas asomaron por mis ojos— ¿cómo has estado? —pregunté obviamente sabiendo que nadie me respondería—dios, te extraño muchísimo, ¿por qué tuviste que dejarme Michael? —dije con mucha dificultad entre sollozos.—para serte sincero nada va bien, últimamente tengo muchos ataques de pánico y a diferencia de los anteriores estos son más fuertes así que me cuesta mucho calmarme, estoy dejando de comer y no puedo dormir bien. Es que al intentarlo, vuelvo a revivir todo, una y otra vez, todo esto es tan injusto —luego de decir aquello seque mis lágrimas y acomode las flores que había comprado— te amo demasiado ¿lo sabes? Jamás encontraré una persona como vos porque, mierda, nadie tiene lo que tenías tú. Esos ojos de gatito, y esa sonrisa que era capaz de volverme loco, mierda, mierda, mierda.
Estuve allí alrededor de dos horas, simplemente hablándole a un montón de huesos, lo único que quedaba de mi novio.
En el camino a casa tuve que parar unas cuantas veces porque las ganas de llorar eran más grandes que cualquier otra cosa y no quería sufrir un accidente. Por ahora no.
Llegué a mi hogar, en la sala estaban mis padres, quienes salude y me dirigí hacia mi habitación.
23:30 pm.
No salí de mi cuarto desde que llegué, mi madre había subido varias veces ya sea para dejarme la comida o para preguntarme como estaba, hace treinta minutos golpeó la puerta de mi habitación por última vez. Anunciandome que ya se iría a dormir, me dio un beso en la frente y un abrazo para luego marcharse.
Me levanté de la cama y camine hasta el baño, abrí el agua helada y llené la bañera de esta, de un escondite saqué un pequeño frasco de pastillas que me llevarían a la felicidad. Me metí dentro del agua y lo último que recuerdo fue que el agua caía dándome escalofríos por su temperatura y por el efecto de las píldoras.
Ya no más sufrimiento, ya no más nada.
Cuando el reloj marco las 00:00, el joven Anderson yacia inconciente en el baño de su casa, rogando de que nadie lo encontrara hasta altas horas de la madrugada y así fue, para cuando su madre despertó a las 6:40 am ya era demasiado tarde. No había marcha atras, él estaba muerto.
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Pastillas de recuerdo
Teen FictionLos dos jóvenes de Granada, almas gemelas destinadas a estar juntas, aún que por un tiempo estuvieran en distintas dimensiones, el famoso hilo rojo los unía. Joseph y Michael.