Capítulo 5

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Sentía como el dolor en mi hombro aumentaba. Miré mi ropa rasgada. Malditos.
Aceleré el paso. No podía permitir que ellos me volvieran a atrapar. No otra vez. Lágrimas caían por mejilla pero me las limpié rápidamente' necesitaba tener la vista clara. No tengo fuerzas.
Tenía que seguir, faltaba tan poco para escapar.
Miré a mi alrededor desesperadamente en busca de algún autobús o de alguna persona que me pudiera ayudar.
Vi como una señora mayor de aproximadamente cincuenta años esperaba en una banca. Me acerqué lo más cuidadosamente posible y ella me observó de arriba a abajo.
—Necesito ayuda, por favor—la señora me miró con lástima.
—Oh Dios mío ¿qué te ha pasado jovencita?—la señora se llevó las manos a la cara espantada, imaginándose que me había ocurrido.
—Yo... yo... ellos... —caí de bruces en el asfalto. Me sentía débil. Mi entrepierna y mis pies ardían. La señora rápidamente me colocó un suéter en mis hombros.
—Estás a salvo conmigo pequeña—la señora me llevó hasta un baño para que pudiera limpiarme un poco.
—Gra... gracias. - mi voz sonando tan débil como me sentía.
—Mi casa está cerca. Necesitas descanzar pequeña—observé esos maravillosos ojos color miel. Los cuales nunca olvidaría y estaría eternamente agradecida.
—No quiero ser molestia—era verdad.
—Al menos quédate hasta que te sientas mejor. Pasaste por mucho se te nota en la mirada—dijo la señora.
-Gracias—una lágrima se deslizó sin advertir.

Caminamos hasta una pequeña casa de cemento muy bonita y rural. La señora abrió la puerta suavemente y un perro color chocolate saltó encima de ella. La señora se tambaleó un poco pero su sonrisa era muy bonita. Amaba a su amigo canino.

—Entra cariño. Hace mucho frío allá afuera. Necesitas algo de ropa y sé que quieres bañarte—volví a llorar y está vez fue de coraje, impotencia y soledad.

—No llores pequeña. Te harás fuerte. Ellos no te lastimarán más—abrazé a la señora porque era la única que no había dudado en ayudarme—Mi nombre es Ilisa.

—Gracias por ayudarme—la miré a los ojos y ésta tenía los mismos aguados— Mi nombre es Samantha Johnson.

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Me levanté asustada.
Mi respiración estaba muy acelerada.
Otra vez las pesadillas. Me levanté de la cama directo al baño. Me paré frente al espejo y respiré hondo. Mi frente estaba sudada y mis ojeras se notaban.
Tengo que superarlo.
Coloqué mis manos en el abdomen y subí mi camisa azul un poco.
Cerré los ojos tratando de rezar para que no estuviera ahí.
Que todo mi pasado se esfumará.
No lo había querido ver desde que había huído de Italia.
Era el verdadero recuerdo de mis miedos más profundos.
Abrí los ojos y observé la pequeña marca. Una cicatriz de una B.
Era tan horrible.
Y ahí estaba en mi cadera recordandome cuanto había sufrido.
Un nombre. De eso me recordaba claramente. Me quité la ropa y me adentré en la ducha. Tratando de borrar los recuerdos. Pero era imposible.Un pequeño grito quedó atascado en mi garganta impidiendome volver a llorar.

Observé los grandes edificios a mi alrededor y las personas que caminaban como locas chocando unas con otras.

Primer día de trabajo.

Esperaba convencer a Martha para que me dejará el empleo oficialmente.

Necesitaba dinero.

Necesitaba seguir adelante.

Respiré con un poco de dificultad. Esperaba olvidar todo lo de hace una hora con el trabajo. Me adentré en la cafetería ajustando mi delantal a la parte baja de mi espalda. La señora Martha estaba en el mostrador sonriendole a unos clientes.

—Buenos días—le dije a los clientes y luego me volví a donde Martha— Buenos días Martha.

—Buenos días Samantha. Hoy estarás llevándole los pedidos a los clientes a sus mesas. Pero primero te presentaré al resto del equipo.

Mi DiablaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora