¿A dónde se fueron mis sonrisas?

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Una sonrisa. Una hermosa y carismática sonrisa al otro lado de la calle.

Sus ojos me observan atentos a cada torpe movimiento que  hago, mientras en su boca  se dibuja la sonrisa más bonita que me han dedicado.

Me armo de puro valor, le miro y le devuelvo el gesto, sonrojándome a la vez que entro a mi casa.

Si tan solo me atreviera a hablarle…

Cada día, el está sentado al otro lado de la calle cuando yo vuelvo a casa, como si esperara mi llegada para dedicarme la sonrisa del día. Es realmente contagiosa y me pone al extremo de nerviosa.

-         Meli.

‘’Háblame…’’

-         ¡Meli! ¿Qué sucede? Te vez perdida…

Salgo de mi ensoñación para volver a la realidad.

-         Lo siento, solo recordaba algo.

-         ¿El qué? – Ann y Catherine me miran intrigadas.

Quizás deba contarles de una vez y sacarme el peso de encima.

-         Quiero contarles una historia – Intento sonreír, pero fracaso notablemente. Ellas solo miran atentas y asienten.

-         Te escuchamos.

-         Bueno, sucede que…

Cuando era más pequeña, solía jugar con mi vecino y su mejor amigo, que vivía justo al frente de mi casa. Me divertía mucho con ellos, a pesar de que el único que me hablaba era mi vecino, John.

Me pasaba largos momentos del día mirando a aquel chico que jamás me dirigía la palabra, había algo en el que me llamaba la atención.

La primera vez que hablamos aún éramos pequeños, y lo único que hizo en aquel entonces fue preguntar mi nombre. Fue un poco decepcionante.

No volvimos a hablar y el tiempo pasó, dejando atrás esos días de juegos. Crecimos y me separé de ellos, haciendo mi vida por otro camino, pero nunca siendo capaz de olvidarlos.

De vez en cuando veía al chico de al frente con su novia o sus amigos cerca, pero ni una mirada, ni un saludo. Ni una sonrisa. Por otro lado, de vez en cuando hablaba con mi vecino, como antes.

-         ¿Cuántos años tenía? – Me interrumpe Jane, que acababa de llegar.

-         Dos años más que yo.

-         Sigue – Me ordena Cat.

-         Ok, ok. Cuando…

Cuando cumplí trece años y comenzó el año escolar, me iba caminando a casa todos los días con amigos, pero siempre me tocaba caminar un rato sola, pues todos vivían en casas más cerca de la escuela.

Hacía ya mucho que no tenía noticias de él, tampoco lo veía. Según sabía, iba a la misma escuela que John. Yo me había quedado en la escuela de siempre, pues no tenía razón alguna para cambiarme.

A punto de llegar a mi casa un día jueves, lo vi sentado frente a su casa. Estaba mirando un punto fijo, como pensando en algo importante. No pude evitar detenerme a mirarlo, era muy especial para mí. Siempre lo fue, pero él no lo notaba.

Cada vez que lo veía frente a su casa, era una nueva oportunidad de admirarlo y recordar el pasado. Así pasaron muchos días de mis miradas secretas y pensamientos que lo incluían a él y a mí.

Debo confesar, que más de una vez, por mirarlo mientras caminaba  tropecé con mis propios pies y caía brutalmente al suelo. Y aunque dolía me levantaba enseguida antes de que me viera tirada como tonta en el piso.

¿A dónde se fueron mis sonrisas? (Oneshot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora