Prólogo.

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—Idiota.

Fue lo último que escuché antes de que mi hermano saliera de la casa sin pedir permiso... De nuevo.

Algún día lo castigarán.

Busco algún suéter y voy a la cocina, viendo a mi madre leyendo algunas cosas en sus documentos.

Abogados.

, ¿puedo ir con Daniel?

—Llámame cuando estés con él.

Asiento aunque no me vea y suspiro, saliendo de la casa y empezando a caminar.

Siempre era así, podía no pedirle permiso como mi hermano y nunca se daría cuenta de que me fui por estar demasiado ocupada.

No podía culparla, tenía a dos hijos que mantener.

Camino con la mirada baja hasta llegar a una esquina para detenerme a mirar para cruzar la calle y paso viendo un grupo de chicos al otro lado que llaman mi atención. Del montón veo a una pareja muy unida y ese pensamiento atraviesa mi mente.

¿Qué se sentirá estar enamorado?

—Te lo diría pero no he tenido novia.— responde con la mirada en su teléfono y río.

—Claro que no, estamos muy chicos aún.

—¿Y quién lo dice?

—Mi mamá...

—¿En serio? La mía dice que para el amor no hay edad, puaj.— dice con una mueca de asco y niego divertido.

—De todas maneras aunque podamos tener novia a ti te dan asco las niñas.

—¿Qué culpa tengo de que huelan a fresas y les guste el rosa? Además, sólo tenemos doce.

Me encojo de hombros dejándome caer en la cama e inflo mis mejillas.

—¿Tú crees que soy gay?

Voltea a verme con el ceño fruncido y ríe, acostándose a mi lado.

—Bueno, si no fuera tu mejor amigo tal vez sí lo pensaría... Pero no lo eres... Según yo... No es tu culpa ser muy tranquilo y detallista, es la culpa de los demás por pensar que los hombres tienen que ser unos brutos.

Sonrío y suelto un largo suspiro, tocando la cicatriz en su brazo.

—Cuando sea grande esta cicatriz se verá mejor.

—¿Por qué?

—Mi hermana dice que las cicatrices en los chicos son atractivas.

—¿En serio?

—Eso dice, yo digo que está loca.

Ambos empezamos a reír y empieza a hacerme cosquillas, haciendo que ría todavía más.

Ojalá nuestras tardes hubieran sido así siempre.

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