彼だけ

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Porque Ciel me jodió mucho.
❛❛ solitaire-- ❜❜








A Arturo sólo...

— ¡Hola, Artux! —le saludó una chica— ¿Cómo estás? —no le dejó contestar— Bueno, quería preguntarte si querías salir...

Así llegabas más y más solicitudes, una tras otra todo el día, a salir a fiestas, citas, encuentros, etcétera.

No es como que me importe, pero igual él siempre está pegado a mi, y con él viene su "grupo".

Son muy molestos, ruidosos. Con lo que me gusta estar solo, en paz; esa gente es ruidosa, pero extremadamente.

Cabe aclarar que no considero que ese "grupo" sean amigos de Arturo, él es muy genial para ellos.

Sí, él es genial, me gusta estar con él... se siente cálido, o cómodo. No sabría explicarlo.

Tal vez su buen corazón no le deja ver la verdadera intención de esas personas.

Ni mis sentimientos.

—Estúpido—murmuró sentándose debajo del árbol—, es un estúpido —abrió la pana donde traía su comida—, un imbécil.

Sintió unos brazos rodearlos, al principio se asustó, pero reconoció esa sensación y esa voz.

— ¿Quién es el merecedor de tus pequeños insultos en murmuros?

Tú.

Arturo apretó su abrazo.

— ¿Viniste aquí para insultarlo cómo se debía?

—Sí—. Contestó mientras se metía una cuchara de arroz a la boca.

— ¿Te hizo algo? ¿Quién es?

—No, no importa—. Comenzó a comer más rápido.

Arturo hizo un mohín y colocó su mentón en la cabeza del más bajito.

— ¿No me vas a decir?

—No, deja de molestar.

— ¿Incluso si te digo que tengo chocolates y que tengo planes de comprar una empanada?

Diego se volteó, quedando cara a cara, sus mejillas tomaron un color rosado, pero lo ignoró.

— ¿Quieres comprarme con comida? —el otro se encogió de hombros— lo lograste, ¿qué quieres saber?

Por el miedo, agarró más fuerta la panita azul que yacía en sus manos.

— ¿A quién insultabas?

— ¿Por qué quieres saberlo?

—Yo hago las preguntas aquí—. Se acercó más al rostro de Diego.

—Mira como no me importa—. Se acercó el también.

—Entonces voy a ser el policía malo.

— ¿Me vas llevar a la cárcel?

Ya no podían acercarse más, sus frentes ya estaban juntas.

—No, ¿sabes que voy a llevarme?

Diego frunció el ceño.

— ¿Qué?

—Tu corazón y tu primer beso, guapo.

Para ser sinceros, Diego esperó un golpe, no un beso, pero igual había cerrado los ojos con fuerza por el beso.

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