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La oscuridad inundaba su corazón, la penumbra cegaba sus ojos, por poco colapsaba por la inquietud e impotencia. No entendía nada, todo era muy confuso. No sabía dónde estaba, por qué estaba ahí, qué fue lo que le quiso decir su hermana, la confusión le estaba dando un gran dolor de cabeza.

El olor a incienso aún estaba presenta, lo veía todo negro, por muy extraño que sonase sólo podía llegar a percibir una especie de niebla con humo a su alrededor levemente iluminada, se preguntaba: ¿Si está todo oscuro, por qué el humo se veía? ¿De dónde venían esos cantos gregorianos que perturbaban su tranquilidad?

Hacía unos momentos estaba en una isla paradisíaca en medio de la nada para después lo que parecía el mismísimo infierno. Había pecado y lo sabía, se estaba empezando a arrepentir por ello. No supo de dónde salían esas homosexualidades si a él siempre le gustaron las mujeres, además lo que más le consternó es el hecho que un hombre como él le metió su masculinidad dentro de su cuerpo macizo. Se tenía asco, las culpas bombardeaban su corazón.

Su mente estaba hecha un caos, ¿amar o pecar? esa era la cuestión.

De repente otra silueta se le apareció, esta vez era ese chico moreno, alto, con un cuerpo jodidamente caliente, envuelto de pinturas y con una mirada muy seductora de la que tal vez se haya enamorado. Se acercó cada vez más a él extinguiendo la distancia que estaba entre ellos, una cercanía muy peligrosa. Kyungsoo estaba inmóvil, petrificado, no podía moverse y sus ojos estaban clavados a los del contrario. Éste le agarró de la barbilla y sonrió.

—Te amo Kiunzú. —Habló Kai con una voz firme y con un perfecto coreano que le dejó la piel de gallina— Eres muy hermoso, ámame también, sé mi otra mitad.

En su mente se escuchaba una y otra vez esa palabra en su idioma "walia".

El coreano sólo podía mirarlo, sus labios sembraban sellados, sus músculos no respondían, estaba a la merced de esa bestia. "Voy a dejar salir a la bestia", esa voz de ultratumba volvía a retumbar sus oídos.

—Eres mi complemento, la pieza que falta en mi vida —su voz cada vez bajaba de volumen a estar casi susurrando en su oído, aún no superaba esa pronunciación, sonaba sexy— únete a mí una vez más, déjame llenarte por favor...

Y desapareció.

Abrió los ojos de golpe, la luz del sol lo cegó así que volteó para el suelo. Su cabeza le dolía demasiado, el estruendoso sonido de las gaviotas le molestaba, también el de las olas rompiéndose en la orilla. Se sobó los ojos y se estiró, se dio que sus piernas estaban desnudas y alzó la mirada para darse cuenta de que no llevaba ninguna vestimenta.

Estaba solo y destrozado, melancólico y deprimido. Un mar de sentimientos lo ahogaban dejándolo no pensar con claridad.

Visualizó su calzón roto y lo que quedaba de su pantalón para ponérselo, subiendo la prenda por sus piernas le llamó la cicatriz que atravesaba casi todo su muslo –ya cerrada y mostrando sólo su huella–, la sobó recordando el accidente, sus primeros días en aquella maldita isla y la pérdida de su buen amigo Chanyeol.

Unas lágrimas resbalaron de su rostro mojando sus sucias mejillas, recién se dio cuenta de que estaba lleno de tierra, con sus manos se limpió la cara con algo de brusquedad hasta que se dio cuenta que rompió en llanto. Ya no podía más, era demasiado para él, su salud mental estaba muy dañada.

Tenía que desahogarse de alguna forma, no podía retenerlo más. Abrazó sus rodillas y se mantuvo en posición fetal mientras sollozaba y gritaba de dolor, gritaba porque no podía callárselo más, no podía soportarlo más.

El sonido de las olas romperse se mezclaba con los lamentos de Kyungsoo, era desgarrador verlo en ese momento. Eran muchas cosas a la vez que lo estaban consumiendo poco a poco, pero tenía que explotar en algún momento y ese fue el momento.

La soledad al estar incomunicado por muchísimo tiempo, tener que sobrevivir en esa isla cada día para no morir privado de sus privilegios de vida civilizada, incluso de sus necesidades básicas como el agua potable o el alimento, para después rematarlo con sus creencias religiosas y el pecado recién cometido.

Kai... Ese moreno que no supo cómo, pero logró meterse en su corazón para quedarse, incluso cuando él mismo era un católico muy devoto y homofóbico. ¿podía él, un hombre que denigró toda su vida a homosexuales, amar a otro hombre?

Tenía que admitirlo, pero no podía vivir sin él, no supo si esa dependencia era por ser la única persona con la que ha tenido contacto en mucho tiempo o por estar tanto tiempo sin tener relaciones sexuales y sucumbió a la mínima muestra de cariño.

No lo sabía con certeza, solo sabía que necesitada su grande masculinidad dentro de él. La duda estaba en si seguir las palabras de dios y rechazar esos pensamientos demoníacos, o seguir esos sentimientos pecaminosos y lo que su corazón quería.

Él estaba dividido en dos, tenía que decidirse de una vez porque así no podía quedarse, su final estaba cerca si seguía con su indecisión.

No había rastro de Kai en la isla, mejor, así podía pensar bien, necesitaba un momento de soledad ya que desde que se conocían a penas se separaban.

"Voy a dejar salir a la bestia" la voz de ultratumba susurraba en su mente dándole escalofríos, creía que eso sólo lo había soñado.

Su destino estaba en sus manos, ¿amar o pecar? esa era la maldita cuestión.

survivor »kaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora