Como un día cualquiera

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Siento que en cualquier momento mi cabeza será atravesada por una bala que yo mismo dispararé, tan solo para saber si es aquella solución que tanto anhelo a este martirizante sonido que me aqueja varias horas, un sonido que se agudiza conforme pasan los segundos.

Me desperté con la mente un poco nublosa y frágil, era un día bastante frio para ser verano por eso estaba en duda si llevar abrigo o no al trabajo, al final opte por no llevarlo, en todo caso, el sol no demoraría en salir.

Luego de tomar una taza apresurada de café agarré mi maletín y salí del departamento, grande fue mi susto al ver que mi auto no estaba en la cochera del edificio, entonces apresuradamente corrí hasta afuera de las instalaciones y el corazón volvió a su lugar al observar que el auto que buscaba estaba ahí, aunque mal estacionado. Ahora con la mente más calmada quise recordar por qué estaba ahí; yo nunca lo había dejado fuera del edificio, sin embargo, no lograba recordar nada de lo sucedido, es más, ni siquiera recordaba que había hecho ayer. Sin dar más vueltas al asunto saque las llaves del auto, las cuales guardaba en el bolsillo de la camisa.

Tenía que apresurarme, se estaba haciendo tarde y empezar la jornada con una llamada de atención por parte del señor Mark no es algo que deseo.

Al llegar al edificio tome el ascensor hasta el piso 10, que es donde está la oficina, en plena subida saque mi celular para ver la hora, pero estaba apagado, supongo que la batería se descargó por completo. Al pisar fuera del ascensor continué mi paso hasta la puerta de vidrio que permitía el acceso a la empresa. Empujé suavemente, saludé a la señorita Marcela como todos los días solo que esta vez no estaba, es extraño que la recepcionista no esté. Avanzando con incertidumbre causada por el silencio de mi centro laboral, me percaté que no había siquiera un empleado; la zona estaba completamente aislada de presencia humana.

¿Qué hago? Eh buscado en cada rincón y está vacío, pero parece que, si hubo alguien aquí, los materiales y las oficinas están como si lo estuvieran utilizando, incluso las computadoras están prendidas. Esperaré sentado una hora y si nadie se acerca pues me retiraré, es algo completamente extraño.

Fui a mi oficina, es la número 104, trabajo como analista de marketing, suelo tener días muy estresantes, esta semana ha sido bastante atareada, es más, ni siquiera la recuerdo bien. Por fin tengo un momento de paz en este lugar, sentado en esta silla reclinándome hacia atrás cautivado por el silencio que no pensé llegar a presenciar en este ambiente.

Los minutos pasan y el silencio continua, se está haciendo algo incómodo - iré a prender la radio - ¿Qué extraño? ¿Por qué no prende? Pero las computadoras están prendidas así que si hay corriente eléctrica. En fin debe estar descompuesta.

Me está dando un poco de sueño y mi audición se agudizó porque puedo escuchar al segundero moverse en aquel reloj circular que siempre veo en la pared. Cierro los ojos y hay un sonido que acompaña al del reloj, sin embargo, este lo puedo sentir dentro de mí, nunca antes había sentido mis palpitaciones tan fuertes. Mi respiración está en sincronía con el reloj y mis latidos. Siento un estado de relajación que nunca antes había tenido, cada vez es mayor esta paz interior, pero me está dando sueño, mucho sueño, al punto de no soportarlo – ¡que rayos! ¡Dormiré un rato! Al fin y al cabo, no hay ni un alma en la oficina. 

El sonido que condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora