Prologo

77 12 42
                                    


— Levántate.

Una dulce y cálida voz que cautivaría a cualquiera acaricio sus oídos.

— ¿Podría ser que seas sordo?

Con una gracia sin igual la escucho de nuevo, una voz tan dulce como la miel que embobaría a todo aquel que la escuche, muy probablemente sin importar su edad... o su género.

Se oía muy hermoso con cada palabra que soltaba al aire, por lo que le invadió la curiosidad y decidió abrir sus ojos para buscar desde donde provenían tales sonidos hechos por los dioses.

Fue que, aunque borrosa, pudo notar una figura delgada frente a él, y entonces escucho nuevamente su voz.

— ¿Quizá solo eres estúpido?

Oh, que dulce voz. Incluso si le insultaba, se sentía bien al escucharla.

— ¿Qué es lo que quieres? Si lo que buscas es dinero, toma lo que quieras... De igual forma no tengo nada de valor... Tan solo déjame pudrirme en paz.

Mientras le pedía de una forma bastante agresiva que se retirara al mismo tiempo de sus ojos comenzaron a caer lágrimas.
Su rostro fue cubierto por ellas, eran tan tibias y a la vez tan frías.

Por otra parte, en su garganta empezó a sentir como se formaba un enorme nudo, por lo que llevo su mano derecha hacia ella e intento sobarla un poco, para ver si así de esa manera podría hacer que el malestar se fuese.

Pero lamentablemente para el no funcionaba, así que llevo su mano hasta su boca y utilizando toda la fuerza que tenía comenzó a morderla, frenéticamente mordía sin parar intentando penetrar su carne y así poder llegar a sus huesos para romperlos, pero a mitad del camino no pudo soportar más.

— ¡Arrghhhh! ¡M-maldicioooon! ¡Tan solo mátenme de una vez!

Grito a todo pulmón, dejando salir todo lo que tenía, para tan solo después romper en llanto.

Tan solo sufriendo tirado en el suelo como un viejo perro herido recostado sobre un viejo tronco a un lado del camino.

En cambio, aquella delgada figura solo seguía parada frente a él, sin moverse ni un centímetro.
Lo único que hacía era mirarle fijamente, viendo hacia sus ojos tan tranquilamente por lo que él hizo lo mismo.

Aunque su visión le fallaba él podía ver casi tan perfecto a sus ojos, aquellos ojos tan hermosos como joyas, tan pequeños y aun así tan brillantes que serían inevitables de observar por su encantador destello.
Una joya como el zafiro en su lado derecho y en el lado izquierdo una hermosa obsidiana.

— Dime. ¿Qué te ha pasado?

Le pregunto de una manera tan gentil mientras señalaba a su estómago.
El cual tenía una gran herida de un lado, gran cantidad de sangre parecía haber salido de él, e incluso aun salía un poco cuando él hablaba.

— Esto... no es nada más que un rasguño.

Decía mientras tocaba su herida e intentaba taparla con el pedazo de tela que colgaba de lo que una vez fue camisa.

— ¡Oh! Ya veo. Y, ¿Qué me puedes decir sobre tu brazo izquierdo?

— Eso... Fue mi castigo por no cumplir una apuesta. No pude beber esos 10 tarros sin vomitar, rayos sí que todo quedo sucio, no pude contenerme en el noveno.

— Así que solo estabas divirtiéndote. ¿Entonces por qué tienes una expresión muy triste en tu rostro?

— N-no... no lo sé. No sé qué cara debería poner o que debería hacer.

Comenzaría a sollozar tapándose su boca, sin embargo era tanto el dolor y a su vez rabia la que sentía que no podía ocultarlo.

Teniendo un enorme ardor en el pecho, aunque no sabía si eran sus sentimientos o los pequeños cortes que tenía en él.
Ya no sabía cuál de los dos estaba más herido, si su cuerpo o su corazón.

Aun con todo el sufrir llenándole intento mantener la conciencia, todo tan solo por poder hablar con esa figura que no hacía más que observarle.

— Puedo ver que sientes tanto dolor. Sin embargo no es un dolor que cualquiera pueda entender, un dolor que muy pocos hemos conocido... ¿Dime, te gustaría compartir ese dolor conmigo?

No fue capaz de entender bien lo que le habían dicho, solo se centró en ser capaz de oír la voz sin importar las palabras ya que sentía que finalmente estaba por irse a algún otro lugar.

— Vamos. Toma mi mano.

Su visto comenzó a nublarse aún más, solo pudiendo ver un ligero movimiento como si algo se acercase a él.
Pudo haber sido tan solo un reflejo o tal vez el realmente quería intentar algo más antes de partir por lo que levanto su brazo.

— Por cierto, debo decir que me gusta el color de tu cabello.

— Ya veo... yo en realidad creo que lo odio.

Tras decir eso su vista se nublo totalmente, un profundo color negro lo cubrió todo, por un momento sintió como si fuera a tragarle, pero no se opuso ya que se veía tan tranquilo y pacifico como si le invitara a dormir y olvidar todo lo que le sucedía.

El invaluable rango C... ¿Quiere una vida tranquila?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora