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El sonido de martillazos lo despertaron una vez más de su profundo sueño. Su compañero había vuelto al trabajo, no le sorprendía que este no durmiera casi nada siendo que durante todo el viaje submarino que tuvieron fue difícil hacer que concilie el sueño. Era un trabajador por naturaleza.
Sus pesados ojos se abrieron lentamente, mostrando a su vista la tela verde rasgada y sucia donde otro de sus camaradas dormía encima de él, mientras que la luz de una lámpara le cegaba la vista cuando trataba de ver más allá del sueño ajeno. Probablemente era de día siendo que escuchaba pasos y voces a la lejanía una vez empezó a agudizar el oído. Al menos pudo tener una noche tranquila sin despertarse por sonidos o pesadillas, eso pensaba él.
Sus albinos y desordenados cabellos fueron más despeinados de lo que ya se encontraban por una mano ajena que se posó en su cabellera, mientras una voz y ojos ojerosos se clavaban en él, lo reconocía bien.
–Niño, levántate rápido, el capitán dice que ya llegamos.– Aquel con la voz tan floja como si hablar en sí le causara cansancio retiró la mano de la cabeza del inventor para dirigirla de nuevo a sus bolsillos de su chaqueta y alejarse rápidamente, con ansias de llegar de una vez a la superficie. Había estado muchos días sin fumar.
Science gruñó por lo bajo por aquel molesto apodo; él era mayor en edad que aquel que conoció en el viaje y aún así lo trataba como a un infante solo por sus diferencias de altura. Supuso que no había caso discutir si el otro ya lo había dejado atrás, así que solo se levantó con lentitud por el pequeño mareo que tomó control de su cuerpo por momentos. No se había acostumbrado del todo a dormir con los movimientos de la marea acunándole.
Su abrigada vestimenta, la cual consistía en un suéter con cuello de tortuga azul marino y unos pantalones marrones oscuros, fueron sacudidos y estirados por sus manos para quitarle cualquier rastro de suciedad que haya juntado mientras dormía, luego de ello tomó su gabardina de un color café claro y su bolso de cuero el cual contenía sus preciadas posesiones: Sus gafas, su libreta en la cual anotaba sus ideas y garabatos, y un marco en el cual yacía su más preciado y único recuerdo en el que estaba con su abuelo.
Sacó la fotografía y observó cómo la intacta imagen en blanco y negro comenzaba a tener movimiento, mostrando como si de una película muda se tratase el momento en que él y aquel familiar se tomaron aquello fotografía y la felicidad parecía algo fácil de conseguir. Pero no era así, hace años el mundo había dejado de ser así y el día a día de la gente de su pueblo se resumía en matarse por un poco de carbón para que sus máquinas funcionen, una verdadera crisis se apoderaba del mundo y muchos grupos revolucionistas salían a las calles pensando que por gritar lo consumistas que habíamos sido y echándole la culpa a los demás ya podrían ser los héroes del nuevo mundo, pero estaban en un punto sin retorno en que las palabras no servían para arreglar esto y Science lo sabía, por ello fue citado, ¿No es así?Ahora con sus gafas puestas y su esperanza renovaba, el inventor salió del camarote y se dirigió a donde todos los demás se ubicaban para subir por aquella minúscula escalera en torno a una nueva y avanzada libertad; La Capital.
Al salir una brisa fresca fue lo primero en recibirlo al estar de pie en tierra firme. Miró a su alrededor contemplándose con las vistas y maquinarias del lugar, con los residentes del lugar con sus vestimentas tan extrañas y lujosas que solo usan para presumir, pero lo que más llamaba la atención era la cantidad de extrañas máquinas que lo rodeaban; los coches levitando poco sobre el suelo, no como en casa que solo los más exitosos usaban apenas un carruaje del cual tiraba una mula. Los carteles en los negocios que eran decorados por dorados engranajes que giraban en compás haciendo que las letras del negocio suban y bajen, buscando llamar la atención lo cual lograba por parte del de gafas. Los lujosos vestidos de las más jovencitas que con solo un botón podrían hacerse más cortos llegando a un poco menos de sus rodillas, probablemente para cuando sus madres se distraigan por momentos. Le sorprendía toda la tecnología que la Capital traía, y como al igual que en su hogar aquellas invenciones sacaban su asqueroso humo para el exterior manchando más su cielo tan gris y frío. Esto sí que era mejor que su asquerosa vida provincial.
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Artefactos ;; SciFell
Ficção CientíficaEl joven, pobre, y huérfano inventor es citado a la Capital por una carta de su ausente padre en la cual rogaba por su ayuda. El indiferente, pero a la vez gruñón guardia tiene un objetivo para nada usual asignado por el rey. Red es mandado a custod...