Amor y autodesprecio [#1]

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Hace ya días que perdí a la persona que amo, y el duelo de superar su perdida es cada vez mayor, aunque me siga sintiéndome vacía en lo más profundo de mi alma.

El día de hoy hace un día caluroso, el termómetro indica un día con 35° a la sombra y otros tres o cuatro en pleno calor.

Estoy acostada en mi cama, viendo al techo mientras el ventilador gira sus hélices, una tras otra; de hecho, pareciera que se mueven en de manera lenta. ¿O será mi mente haciendo una ilusión por no poder procesar los fotogramas por segundo que veo del ventilador?, qué sé yo, no estoy de ánimos para pensarlo.

Me levanto de la cama bañada en sudor y con marcas en piel de que mi cuerpo se durmió. Ahora ya en pie siento esa sensación extraña de una parte dormida del cuerpo, es disgustante este sentir.

Con pasos lentos y chuecos me dirijo a la cocina. Abro el refrigerador de mala gana, y veo un el cartón de leche, la agarró y empiezo a tomar de ella con toda la seguridad del mundo. Lo bueno es que no está mi compañera de cuarto pues me mataría si supiera esto; aunque pensándolo bien, ¿dónde estará mocosa?. Hago memoria por un momento y recuerdo que se fue con su novio, de tan sólo me recordar eso se me viene un asco y una envidia hacia su relación, ¿cómo carajos ella puede ser feliz con un tipo tan atento y yo no?; la última vez que estuve a punto de tener pareja, el tipo me terminó porque según él "no aguantaba estar lejos de mí, y que se ponía celoso"; y la cerecita sobre el pastel es que "emocionalmente no está estable", patético, si tan sólo él hubiera aguantado unos meses entonces seríamos pareja... no me mal entiendan, él es un buen tipo, creo, pero lo que hizo fue una idiotez. Al inicio me sentí vacía y todo eso, aunque sentía fuertes impulsos de volver y de rogarle que volviéramos, la verdad es que tengo dignidad.

Dejo la leche en la barra, mientras me quito la playera y la ropa interior para darme un baño, no soporto este maldito calor infernal.

Al entrar a la habitación y prender la luz, lo primero que hago es abrir las llaves de la regadera y meterme a bañar. Era frío y luego calor, esto me pasa por meterme de golpe. Llego hacer que el agua se niveles a un nivel que me agrade.

Me baño de forma normal, todo sea para refrescar mi cuerpo. Pero las ideas pasan por mi mente como balas perdidas, como las gotas de agua que pasan por mi cuerpo, deslizándose lentamente. "Y si fui yo quien no le ayudo", "tal vez por eso me dejo mi ex, porque no sé nada", "¿seré una inútil?", un millar de pensamientos pasan por mi mente como pequeños destellos de luz, viajando por el inconmensurable cosmos, a una velocidad de 278,975,754 m/s aproximadamente. Los susurros del ego autodañandose me empiezan a estresar, y en un momento de desesperación, agarró con las dedos mi cráneo y grito a los cuatro vientos -¡¡BASTA!!, ¡ESTO ME MATA!-.

El silencio reina en el baño un rato. Me doy cuenta de la idiotez que hice, agarró mi entrecejo y respiro profundo.

Cierro las llaves y me salgo así sin más del baño, sin secarme, sin recojer la ropa que deje en la cocina y comedor.

Con pasos firmes me dirijo a mi cuarto, y con una fuerza moderada, cierro la puerta haciendo un gran escándalo.

Me acuesto en la cama y veo al ventilador una vez más para cerrar mis ojos; pero antes de dormir en el sueño de Morfeo, un último pensamiento ronda en mi ser, "¿De verdad la gente cree que soy una inútil?, porque ya me lo empiezo a creer."

La oscuridad es absoluta en los dueños, mientras quedó varada en un lugar donde de no hay leyes naturales que digan esta "dimensión". Pero a lo lejos una luz resplandeciente ilumina de poco a poco la gran oscuridad, hasta que pasa de ser un cuarto gigantesco de color blanco. Y de entre la luz más iluminada, que deja a en claro el génesis de la habitación, sale u a mujer con una túnica de color rojo, y pareciera que miles de caras estuvieran plasmadas ahí. Su color de piel era pálido, el cabello era corto, pero de color marrón, y sus ojos era de un color miel; aunque, lo que he dicho es de una mujer hermosa, no lo era de todo en ella, pues su mirada era tan fría como la de un dictador silencioso y qué forma gobierna con puño de hierro. Ella se acerca a mí, se inclina un poco hacia mí, extiende su mano y su vista cambia a la de una vieja amiga que no he visto desde hace mucho. Aquella figura femenina me dice con una voz alegre -Tú eres una persona auténtica, con sus virtudes y defectos, solo tienes que pulirlos- y una sonrisa se dibuja en su rostro. Sin importar lo ilógico que sonará, en vez de sacarme de duda, lo que hice fue agarrar su mano desnuda, para levantarme de golpe y abrazarla; la verdad no sé porque lo hice, pero esas palabras de aliento me hicieron no solo abrazarla, sino que tambien llorar. No era un llanto de tristeza, sino que eran lágrimas de alegría de que alguien me decía lo justo y lo que había olvidado hace tiempo. No sentía pena por abrazarle; no sentía pena de estar desnuda ante ella.

Estoy hablando con ella, y nuestra conversación es interesante cuanto menos.
Ella es Perséfone, no de la mitología griega, sino una de los incontables Dioses del universo y sus dimensiones. Se encarga de llevar a los muertos a la luz eterna, y a los condenados que atrapa en varias de sus recolectas, los encierra en su manto para pulirlos como debe de ser, aunque no me quiso decir que les hacía exactamente. A pesar de ser una Diosa, actúa más como una adulta joven que nunca ha tomado, ni fumado, ni nada de eso; pero es algo ingenua e infantil.
En determinado momento hablamos de mí.
-¿Sabes por qué te traje a la dimensión astral-, ni siquiera sabía que los sueños eran una dimensión.
-Hmmm... no, ¿porqué?- pregunto dudosa de mí, aunque, sigo calmada.
-Sé lo que se siente que todos los demás te vean como algo inservible, incluso a mí me pasa, aunque sea una Diosa capaz de reescribir casi en su totalidad toda la realidad, para los demás conceptos que son como un pilar de la existencia y otras infinitas versiones mías en el multiverso, me ven como un error de la existencia, por dudar de mi lugar, mi estatus, mi inmortalidad, mi alma, mi mente, mi tiempo, básicamente toda mi existencia. Ellos me ven como una anomalía de la creación-. La cara de Perséfone se pone triste.
-Tal vez para ellos mi ser no sea más que un chiste, pero he superado los límites de mí existencia, y he roto los contrastes de mí identidad, y me he demostrado quien soy realmente.
Tal vez tú no puedas controlar la existencia misma, Andy, pero puedes controlar las riendas de tu vida con esfuerzos.- Y su sonrisa volvió, aunque de un modo apático pero sin dejar de mostrar su personalidad cariñosa, como la de una hermana mayor.

-Y si tú controlas todo el universo, ¿entonces porque no mejoras mi vida con un solo pensamiento?, que va, ¿porqué no usas tú poder para evitar todo lo que nos pasa a las dos-

La sonrisa de la diosa se desvaneció, y una afirmación dura salía de sus labios hermosos. -En esta realidad, y en las otras infinitas tierras, hay normas y códigos morales. Pues encima de mi está la entidad Inerfell, el universo viviente. Podría hacer que toda la gente de la existencia me adorase, pero eso sería una traición ante algo que me aceptó con mis pensamientos, y me defendió ante la manipulación de otros mientras que yo solo era una humana.-

La traición es muy relativa ante los humanos, hay algunos que lo ven como un acto de cobardía, otros como un acto de ingenio.

Estuvimos hablando de cualquier cosa, como si fuéramos madre e hija, amigas del alma, hermanas, y como novias. Nos teníamos mucha confianza, jamás pensé que un Dios fuera así, siempre imaginé que eran tiranos, ajenos a la emoción y fuera del marco social.

Al final de nuestra charla ella me dió un beso en la frente y alzando su túnica dejando ver sus ropas negras, me alejó de la dimensión astral y volví a mi habitación.

Historias de Perséfone Vol 1 2/250Where stories live. Discover now