O9 | Devuelta

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El grupo de amigos estaba en un club en Londres

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El grupo de amigos estaba en un club en Londres. Habían salido temprano de grabar y ellos en vez de irse a descansar, decidieron salir para alejar un poco el estrés de estudiarse los guiones.

—Seis vodkas —gritó Harrison, tratando de que su voz se escuchara a través de la música. La chica que preparaba las bebidas, sonrió y asintió; en poco tiempo ya estaban las vodkas en la mano de los chicos.

—¡Shot, shot, shot! —alentó Tony. Todos lo miraron y en un abrir y cerrar de ojos ya el líquido amargo estaba pasando por sus gargantas.

Rebekah gritó por la emoción que recorría por sus venas; era la cuarta que se tomaba en menos de veinte minutos y ya sentía cómo la música se hacía más fuerte y sus sentimientos se iban ejemplificando. Estaba sentada, ni loca se iba a parar.

Su piel se colocó de gallina cuando unos brazos fuertes fueron puestos en sus hombros, abrazándola. Sentía su corazón ir más rápido de lo normal, sus manos sudaban y las palabras no podían salir de su garganta; era como si no pudiera respirar, pero ahí seguía respirando entrecortadamente por un simple acto. Subió un poco la cabeza y le sonrió al chico de hermosos ojos oscuros, Tom le devolvió la sonrisa.

—Seis cocteles, por favor —pidió Zendaya. La misma chica que les atendió anteriormente, fue a prepararles unos cocteles.

—Amo estar difrutando de buenos lugares con mis amigos —dijo Jacob, en un momento de sinceridad. Ya se veía que el alcohol estaba haciendo efecto; todo el mundo soltó un aw.

La chica dejó los cocteles en la mesa y cada quién tomó lo suyo. Tom carraspeó la garganta para hablar.

—Agradezco tener a maravillosas personas en mi vida. Somos el equipo que alguna vez soñé, ¡salud!

Aquellas palabras del muchacho sorprendieron a los amigos, aun sin soltar a Bekah, todos brindaron.

La pelirroja en un acto de inconsciencia entrelazó su mano libre con la de su mejor amigo. Tom sonrió, grande. Ambos parecían estar comunicándose telepáticamente porque no dejaban de sonreír como un par de enamorados, nadie parecía estar dándose cuenta de lo que pasaba pues los demás no dejaban de hablar.

—¿Quieres bailar? —preguntó Tom en el oído de Rebekah. La muchacha se estremeció y asintió.

Ninguno de los dos dijeron a dónde iban —tampoco se dieron cuenta que se había ido de la barra—, y con ello se encaminaron a la pista de baile.

—¡Amo esta canción! —gritó Rebekah a través de la música. Tom gritó un "¿qué?" Y se acercó más a ella, Bekah rodó los ojos y repitió—. ¡Que amo esta canción! Dios, estás viejo, Stanley.

—¡Solo te llevo dos años, no inventes!

La muchacha rió y comenzó a bailar al ritmo de "Born to be yours" de Imagine Dragons. Tom rodó los ojos y se rió de lo graciosa que se veía su amiga con un vaso de coctel en la mano y bailando como una loca, Bekah le estiró la mano y le dio la vuelta. Ambos soltaron una carcajada.

Rebekah movía sus caderas al son de la música, saltaba y movía su rojo cabello a los lados. Se acercó más al chico y colocó sus manos en los hombros, Tom las colocó en su cintura. Ambos experimentaron algo sensacional, inusual, emocionante y exitante; los tragos del coctel ponían sus cuerpos calientes (además de la sensación que generaba el tacto).

El teléfono de Bekah comenzó a sonar en el bolsillo trasero de su pantalón, sacó el aparato y le gritó a Tom.

—Ya vengo, Tom, va a ser rápido, no te vayas, eh.

Le dio un casto beso en la mejilla y salió corriendo al baño farfullando un par de palabrotas por haber molestado su momento.

Al entrar al baño, apenas se escuchaba la música por lo que vio quién era y sus manos se congelaron. Botó el teléfono por inercia, su respiración y corazón se aceleraban, se puso en cuclillas para responder la llamada. Su pantalla estaba vuelta mierda.

—Bekah, dime que eres tú —comentó una voz ronca desde la otra línea. Las palabras temblaron en la boca del muchacho como si estuviera borracho y drogado.

—S-sí, ¿hay algún problema? —tartamudeó, tragó saliva y sus ojos azules se llenaron de lágrimas. Se limpió una rápido.

—Joder, Rebekah, te necesito.

—Lo siento, Mathias, pero estoy ocupada —Y colgó.

Esa noche no volvió a ser lo divertida que venía siendo... Y mucho menos ella volvió a ser la misma.

MUTUAL ( T. HOLLAND )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora