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Él no sabía lo que era el dolor y lo que era sentir escapar el alma en suspiros y lágrimas. Sin embargo, antes de ello tampoco conocía la verdadera felicidad y lo que era el cosquilleo en el estómago cuando el amor tocaba a tu puerta. Era dichoso e infeliz al mismo tiempo. Fantasioso y realista. Dulce y amargado. Ateo y creyente. Era todo y nada, siempre y cuando pudiera seguir viendo a esas dos personas que lograban hacerlo despertar y dormir cada día. 

Sí, a ojos de todos era un joven patético.

Cada mañana buscaba lucir el mejor atuendo y sonrisa. Estaba en calma hasta que el reloj marcaba 9:45 am. A esa hora el joven de sonrisa encantadora llegaba al café, pedía un americano y se iba a una mesa del rincón a escribir por horas. Y KyungSoo era feliz, feliz de verlo y escucharle pedir su orden. Era feliz de saber que coincidían en un lugar y que al menos, por unos segundos, sus miradas se conectaban.

—¿Ahora sí te animarás a pedirle su autógrafo?— oyó que le preguntaba uno de sus compañeros— no conozco a un fan más dedicado que tú. Has leído todas sus novelas y no te has perdido ni una sola de sus conferencias ¡anda y ve con él!

—¡Lo haré! —mentía. Fingía dirigirse al joven para después correr al baño o a cualquier parte. No podía, no era capaz de revivir los recuerdos de su cruel y tormentoso pasado. ¿Para qué hacerle recordar al mundo la vez que se declaró y fue rechazado? Ese dolor moriría con él. Era mejor vivir la versión que se había reinventado, una en la cual ellos se habían conocido por primera vez en el café. Una versión donde su única relación era cliente—vendedor, escritor—lector…

Sí, KyungSoo además de patético era cobarde. 

Después del mediodía, aquel joven se retiraba. Dejaba una muy buena propina y le regalaba una sonrisa. 

***

Al llegar la noche el ambiente de KyungSoo cambiaba drásticamente. En lugar de servir café y preparar sándwiches, servía vino y preparaba bocadillos. Trabajaba en un bar lujoso y él estaba en el área VIP. Su emoción iniciaba después de la 1:00 am, a esa hora se sentaba frente a él un joven de aura misteriosa y mirada profunda.

—¡Lo de siempre!— le decía el joven y Soo sabía que debía darle una copa de vino tinto y estar cerca para nunca dejar la copa vacía.

Sonreía y procuraba hacer el menor de los ruidos pues a esa hora y en ese lugar se producía magia. Uno nunca sabía si ese joven estaría componiendo una canción pop o una nueva sinfonía. En casi dos años KyungSoo había aprendido a leer las partituras así que siempre creía poder escuchar la melodía y se preguntaba por qué no había salido aún en la radio o sido interpretada por una orquesta. Era una pieza hermosa, pero al parecer no para el compositor.

Suspiraba mientras lo imaginaba tocando el piano o guitarra. Se ruborizaba y avergonzaba al cuestionarse cómo serían sus caricias. Sí, KyungSoo podría lucir inocente, pero también disfrutaba de pervertir sus pensamientos.

—¡Lo siento! —se disculpó arrepentido al notar que su risa había distraído al artista y después se sintió peor al ver cómo éste recogía su libreta y dejaba la propina.

Sí, Soo además de patético y cobarde también era tope.

Su día terminaba a las tres de la mañana y antes de dormir se disponía a escribir todo lo vivido en una libreta. En ella sólo había relatos sobre aquellos jóvenes. El de que amaba tomar americano y el que gozaba del vino tinto. Sin embargo pese a ser tan diferentes, ambos tenían algo en común: el amor de Do KyungSoo.

***

De nuevo amanecía y aunque intentó lucir brillante su rostro no ayudaba. Se le veía cansado y demacrado. Sus amigos más cercanos se preocupaban y le insistían viera a un doctor, pero la respuesta de él siempre era la misma: “no me pasa nada”.

STILL (ChanSoo/HunSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora