- Amaia... ¿Estás segura?
- Sí, lo estoy.
- No les va a sentar nada bien...
- A mí tampoco me sentó bien su actitud conmigo. – Raoul suspiró. – Ve ya a casa, venga.
Raoul cerró los ojos durante unos segundos, y acabó asintiendo. Se levantó del sofá de Amaia, y de camino a la puerta de su casa fue colocándose el abrigo. Estaba a punto de salir cuando decidió girarse una última vez hacia la chica.
- Amaia... Inténtalo una última vez con Miriam.
- Raoul...
- Aunque sea la última.
- No...
- Aunque sea solo con ella. Pero llámala, ve a verla... Despídete.
- Lo pensaré, ¿vale?
- Valora la opción, pero... Pensando por ti.
- Eso es justo lo que estoy haciendo, Raoul. – Una sonrisa triste apareció en los labios de la pequeña del grupo. – Llevo mucho tiempo aquí, viviendo por los demás... Y ahora me toca vivir por y para mí. Además, esto es justo lo que ella quería, lo que lleva años intentando... Lo ha conseguido.
Y Raoul sabía que Amaia tenía toda la razón. Por ello, no objetó nada más al respecto y se limitó a asentir. Compartieron un fuerte abrazo, y dejó a la chica sola en su piso, acabando aquella maleta donde pensaba meter toda su vida antes de marcharse.
Se subió al coche, y se dedicó un par de minutos para pensar, a solas. Ya era de noche, y no sabía cómo enfrentar a Agoney al volver a casa. Amaia había tomado la decisión de marcharse a Madrid, tras aceptar una oferta laboral bastante vistosa, y él era el único que sabía que la chica se iría al día siguiente.
Era su cómplice, porque la llevaría al aeropuerto, y había prometido no contarle aquello a nadie. Suponía un auténtico compromiso para él porque sabía que no le sentaría bien a nadie, pero especialmente a Miriam y Agoney.
Fingir no se le daba bien, y tener que ponerle una sonrisa a Agoney cuando tenía aquellos remordimientos, no sería nada fácil. Sin embargo, cuando llegó a casa se encontró con un Agoney demasiado serio, y no necesitó fingir.
Se duchó, cenaron juntos, y se estiraron en el sofá en completo silencio. Ambos sabían que algo rondaba en la cabeza del otro, pero ninguno se atrevía a preguntar, porque ninguno quería responder a la misma pregunta. Aun así, parecieron entender a la perfección que lo único que iba a curar ese ambiente en ambas mentes era precisamente lo que estaban haciendo.
Tenerse.
Agoney se removió, suspirando. Raoul se escurrió, abrazándose a él. La cachorra en el suelo y la manta sobre sus cuerpos. Sus ojos cerrados, y sus alientos cada vez más cerca. El ruido de la leña, y pronto los suaves ronquidos de Raoul.
Y entonces, volvió.
- Nerea, sé dónde está Ricky...
- Agoney... Yo también lo sé.
Había quedado al día siguiente con Nerea. Estaba nervioso, tal vez demasiado. Le carcomía la conciencia el no contarle aquello a Raoul, y le daba tan mala espina todo lo que pudiera contarle aquella chica, que no podía evitar mirar aquel rostro dormido y tan lleno de paz, y no sentirse sucio a su lado.
Estaba tan cerca de su rostro, que disfrutaba de cada aliento del policía. Estaba tan acostumbrado a su olor, que este ya tenía una especie de efecto analgésico sobre él.
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Recordar | Ragoney
FanfictionRaoul es el policía de un pueblo perdido en Asturias donde nunca ocurre nada, hasta que aparece un chico que no recuerda ni su nombre, del que tendrá que hacerse cargo. ¿Qué pasará? ¿Recordará algo sobre su vida? ¿Raoul descubrirá algo sobre él?