Capítulo 15

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- Amaia... ¿Estás segura?

- Sí, lo estoy.

- No les va a sentar nada bien...

- A mí tampoco me sentó bien su actitud conmigo. – Raoul suspiró. – Ve ya a casa, venga.

Raoul cerró los ojos durante unos segundos, y acabó asintiendo. Se levantó del sofá de Amaia, y de camino a la puerta de su casa fue colocándose el abrigo. Estaba a punto de salir cuando decidió girarse una última vez hacia la chica.

- Amaia... Inténtalo una última vez con Miriam.

- Raoul...

- Aunque sea la última.

- No...

- Aunque sea solo con ella. Pero llámala, ve a verla... Despídete.

- Lo pensaré, ¿vale?

- Valora la opción, pero... Pensando por ti.

- Eso es justo lo que estoy haciendo, Raoul. – Una sonrisa triste apareció en los labios de la pequeña del grupo. – Llevo mucho tiempo aquí, viviendo por los demás... Y ahora me toca vivir por y para mí. Además, esto es justo lo que ella quería, lo que lleva años intentando... Lo ha conseguido.

Y Raoul sabía que Amaia tenía toda la razón. Por ello, no objetó nada más al respecto y se limitó a asentir. Compartieron un fuerte abrazo, y dejó a la chica sola en su piso, acabando aquella maleta donde pensaba meter toda su vida antes de marcharse.

Se subió al coche, y se dedicó un par de minutos para pensar, a solas. Ya era de noche, y no sabía cómo enfrentar a Agoney al volver a casa. Amaia había tomado la decisión de marcharse a Madrid, tras aceptar una oferta laboral bastante vistosa, y él era el único que sabía que la chica se iría al día siguiente.

Era su cómplice, porque la llevaría al aeropuerto, y había prometido no contarle aquello a nadie. Suponía un auténtico compromiso para él porque sabía que no le sentaría bien a nadie, pero especialmente a Miriam y Agoney.

Fingir no se le daba bien, y tener que ponerle una sonrisa a Agoney cuando tenía aquellos remordimientos, no sería nada fácil. Sin embargo, cuando llegó a casa se encontró con un Agoney demasiado serio, y no necesitó fingir.

Se duchó, cenaron juntos, y se estiraron en el sofá en completo silencio. Ambos sabían que algo rondaba en la cabeza del otro, pero ninguno se atrevía a preguntar, porque ninguno quería responder a la misma pregunta. Aun así, parecieron entender a la perfección que lo único que iba a curar ese ambiente en ambas mentes era precisamente lo que estaban haciendo.

Tenerse.

Agoney se removió, suspirando. Raoul se escurrió, abrazándose a él. La cachorra en el suelo y la manta sobre sus cuerpos. Sus ojos cerrados, y sus alientos cada vez más cerca. El ruido de la leña, y pronto los suaves ronquidos de Raoul.

Y entonces, volvió.

- Nerea, sé dónde está Ricky...

- Agoney... Yo también lo sé.

Había quedado al día siguiente con Nerea. Estaba nervioso, tal vez demasiado. Le carcomía la conciencia el no contarle aquello a Raoul, y le daba tan mala espina todo lo que pudiera contarle aquella chica, que no podía evitar mirar aquel rostro dormido y tan lleno de paz, y no sentirse sucio a su lado.

Estaba tan cerca de su rostro, que disfrutaba de cada aliento del policía. Estaba tan acostumbrado a su olor, que este ya tenía una especie de efecto analgésico sobre él.

Recordar | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora