PARTE 2. La Noche del Pacto

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Don Mariano, era un pobre campesino que cosechaba maíz en unas tierras que tenía a consigna. Era indio y no hablaba muy bien, pero se le entendía. Era un campesino honesto y trabajador que no se metía con nadie.

Él y su mujer tenían dos varones, una mujercita y venía otro en camino. La pobre niña de Don Mariano, Loreto, la de los ojos grandes como gato, gruesas trenzas negro azabache y arisca como ella sola. Con 18 años ya se había quedado a vestir santos y nadie la pretendía. Cuidaba a sus hermanos mayores, los cuales trabajaban el campo con su padre. En ocasiones era vista en el mercado vendiendo algunos nopalitos y hierbitas. Casi no decía nada, pero no era porque no hablara bien como sus padres, simplemente no tenía algo que decir. Era una muchachita sin nada de especial la cual pasaba desapercibida al lado de otras mujeres blanquitas y bonitas del pueblo, hijas de buenas familias, pero dicen que quieres lo que no puedes tener y tal vez eso era lo que pasaba con el sobrino de Don Odilón.

El muchacho podía tener lo que quisiera, pero quería tener "bien" a Loreto, nunca trato de robársela, sin embargo, siempre amenazó a Don Mariano diciéndole que ella sería suya, con su bendición por las buenas o por las malas, pero no había mucho que quitarle al señor, ya que no tenía tierras ni nada.

Una noche, Manuel vigilaba desde las sombras los terrenos a cargo de Don Mariano, tenía la intención de robarle un par de borregos gordos y melenudos que había estado vigilando muy de cerca. Manuel sabía los movimientos del señor, había estado vigilándolo las pasadas 2 semanas, no era un simple bandido que con violencia arrebataba las cosas. Él simplemente lo hacía parecer el trabajo de un lobo, sigiloso y discreto. Sabia la hora en que regresaba de hacer su rondín para cuidar la siembra, cuando sus hijos volvían de la chamba, cuando su hija y su esposa regresaban del río y cuando se apagaban las luces de la pequeña cabañita de adobe.

Manuel tomó su herramienta, cargó su revólver y al filo de la media noche se apostó en una pequeña loma al borde de la carretera que le permitiría ver cuando todos los miembros de la familia estuvieran dormidos. Con el cobijo de la noche, Manuel se preparaba para asestar su gran golpe, pero lo inesperado ocurrió: un contingente armado de cuatro sujetos a caballo llego a las tierras de Don Mariano. Y sacaron a punta de pistola a todos los hombres de la familia y los pusieron de rodillas frente a la casa.

–Se lo había dicho Don Mariano, su hija va a ser mía lo quiera o no. – Dijo Joaquín, el sobrino de Don Odilón, quien montaba un elegante caballo blanco, envestido con un cinturón brillante incrustado con oro.

Don Mariano dijo unas palabras en su lengua y luego le dijo a Joaquín: –Chingas a tu madre pues no ti llevas a Loreto, porqui yo lo digo –

Bang! Sin mediar palabras se escuchó un tiro seco y los gritos de las mujeres estremecieron la silenciosa noche del campo. Cayó al piso, de un disparo en la cabeza, uno de los hijos de Don Mariano mientras Loreto y su madre corrían a abrazarlo. La risa de Joaquín opacó los lamentos de la familia. Joaquín dio la orden de disparar a quien intentara hacer algo, sus hombres solo miraban con una dura expresión lo que pasaba.

– A ver, ¿que no entendieron lo que dije? Si alguien intenta algo se lo quiebra. Tengo que hablar con mi suegro seriamente. – dijo Joaquín.

A lo lejos Manuel se cuestionaba qué hacer.

«Caramba, esta gente no me ha hecho nada como para que yo no haga nada... pero de todos modos los iba a robar... Al menos yo no iba a lastimar a nadie...» Pensó Manuel mientras observaba como uno de los hombres bajaba de su caballo y apartaba a las mujeres del cadáver con su arma.

-¡Cabrón!, ¿Por qui hicites eso? Él ti debía - Grito Don Mariano profesando improperios en su lengua.

- Me va a dar la bendición para casarme con Loreto o me voy a cargar a toda su familia para que no estén dando lata - Dijo el hombre que empuñaba la pistola que había matado a un pobre inocente, mientras sus secuaces sometían a la familia.

Sangre, Pólvora y NahualesWhere stories live. Discover now