Amor propio.

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Seguro has leído y escuchado a varias personas decir que el amor propio es un pilar fundamental para levantar o continuar con cualquier proyecto en la vida. Y es que es cierto. Este concepto es una especie de llave mágica que abre todas las puertas, te ayuda a evitar superar la depresión, las dependencias, los problemas de pareja, los conflictos e familia, los problemas laborales y muchos otros más. Y es que el amor propio es el rey en el jardín infinito de las emociones humanas. Lo malo es que si tú eres unas de esas personas que ha atravesado momentos muy difíciles en la vida, como falta de amor en la infancia, maltratos, acosos, y situaciones por el estilo. Nunca terminas de entender como se hace para que el amor propio deje de ser solo una bonita expresión. En sentido estricto tienes un amor propio fuerte si viniste al mundo como resultado del deseo que existieras, pero también debiste haber tenido una madre sana unida por el amor, un padre también saludable mentalmente. Esto por su puesto debió mantenerse estable, al menos durante tu infancia. ¿Es tu caso?
Seguramente muchos han respondido que no. Que no entienden bien por qué los concibieron. Que a sus padres se les podría poner muchas etiqueta, menos las de personas emocionalmente sanas. Que su infancia transcurrió con ratos felices, con malos tratos y a veces con algunos traumas. Por eso, aquello del amor propio les parece poco más que una utopía. Bonita, sí. Pero inalcanzable.
El amor propio no es culpa o regalo de nadie, es una frase antipática, por que no deja de devolvernos la responsabilidad que un día depositamos en otro lugar o en otra persona. Es muy tentador culpar a otro de lo que nos pasa. Y la lista de posibles culpables, la encabezan nuestros padres. Cuantas veces nos preguntamos "¿Si hubieran hecho...?" O "¿Y si hubieran dejado de hacer...?" Seríamos tan diferentes si ellos hubieran sido maravillosos. Pero, ¿Te has preguntado "¿Cómo era su propia historia?" "¿Cómo habrán sido sus padres con ellos?" "¿Vale la pena renegar de todas las generaciones que nos preceden?" ? Lo usual es que los padres tengan amor propio y se lo trasmitan a los hijos. Ellos hubieran querido lo contrario, pero no podían dar lo que no tenían. Seguramente a los padres de ellos les ocurrió lo mismo. La cadena sigue eternamente hasta que alguien, en alguna generación, decide detener la serie. Cerrando por completo la herida. Lo mas aconsejable es hacerlo a travez de una terapia. Pero también hay otras vías que contribuyen. Cualquiera de los caminos es válido si se llega a reparar un amor propio destruido. Pero la mejor forma de iniciar esa tarea, es renunciar a hecharle la culpa a los demás. Y para eso se requiere de valentía y de mucha grandeza. Genera una cierta incomodidad, pero, sin embargo. También es una de las formas de romper el eslabón  más fuerte de la cadena. El que no te deja avanzar. Por eso otórgale valor a lo pequeño, a los detalles. Quizás hayas imaginado que si consiguen una premio grande, como un premio novel, tu amor propio tendría el nutriente perfecto que necesitas, para hacerte fuerte. O si alguien descubre que eres un genio incomprendido, o si te aman mas allá de cualquier prueba, o si todos te muestran su aprecio y se detiene el mundo cuando tu tienes una dificultad. Las fantasías que tienen grandes exaltaciones a diario son los cuales que tienen poco amor propio. En cierta forma, no quieren menos que eso. Y a veces piensan que los logros mas discretos equivalen a nada. Lo que omiten, es que toda gran conquista es el fruto de esfuerzo gigantescos compuestos de pequeños logros. Son esos pequeños avances los que dan puente para continuar. Recuerda, las grandes obras del ser humano están hechas básicamente de perseverancia. A su vez la constancia, es un rasgo que solamente toma su lugar en un corazón donde anida el amor propio. Los esfuerzos de grandes proporciones exigen una voluntad firme. Y cuando hay baja autoestima, la primera víctima es la voluntad. Todo se convierte en un círculo vicioso. De ahí, la importancia de aprender a otorgar importancia a los pequeños logros en tu vida.
No pases por alto lo que haces bien cada día, no demerites tus esfuerzos, grandes o pequeños. A veces, simplemente continuar con tu día exige mucho de ti. Si lo logras, no dejes de reconocértelo. Lucha contra esa vocecita que se empeña en reprochártelo todo. En criticarte todo.
Recuerda, que tu eres el primero que tiene la obligación de dar valor a lo que eres. Pero sobre todo, a lo que haces.

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