Sobreviviendo en tiempos difíciles

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¿Qué se sentirá tener un padre que te quiera, hermanos unidos, una familia en la que no hay violencia? ¿Que se sentirá vivir en un lugar en donde lo consideres hogar, en donde hay valores y todos se respetan? ¿Que se sentirá ser libre y feliz?.

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Siento la brisa fresca en mi mejilla, típico de temporada de invierno, estoy sentada en la plaza de mi infancia cerca de mi escuela primaria y también de mi secundaria. Estoy junto a mi diario, algo dañado y viejo por el tiempo. Me ha acompañado toda mi infancia, desde los 7 años de edad, hoy en día tengo 25 años. Hace una semana que he terminado de escribir en el, estoy algo ansiosa por transcribirlo a mi computadora y poder imprimirlo. No estoy segura si será bueno que alguien lea mi historia, aún no he pensado en mostrárselo a nadie. Aunque eso no es mala idea. -No. Eso no será nada bueno Nahir - me digo con voz baja mientras sacudo mi cabeza negando mis pensamientos.
A lo lejos veo gente que parece ser una familia numerosa, como es la mía. Se ven contentos sentados en el pasto, los escucho reír y charlar. Mis recuerdos me invade, recuerdos de infancia y adolescentes. De niña hubiese dado la vida por ver a mi familia sentada junto a mi en esta plaza. Compartiendo alguna merienda y contándonos anécdotas algo viejas. Recuerdo mi pasado y siento que cae una lágrima por mi mejilla, me pregunto por que la vida fue dura para mí y mi familia.
" La vida siempre nos golpea, algunos durante toda su vida, otros en vez de cuando. Pero siempre lo hace, así es ella, así es el destino. En mi caso la vida siempre me golpeó fuerte, desde que tengo memoria. Desde pequeña, cuando era una bebé me castigó dándome un padre violento, alcohólico, sin valores, sin sentimientos, siempre se quiso así mismo, fue un machista y un hombre sin corazón.
Él jamás nos quiso, no quiso a mis hermanos y no me quiso a mí. Para él siempre fuimos los responsables de arruinarle su vida. Los que le arrebatamos la libertad, la felicidad, somos sus desgracias desde que nacimos. Hemos crecido y recibido solo el cariño de nuestra madre, y la violencia verbal y daño psicológico de nuestro padre. Siempre fue y es así, uno puede acostumbrarse pero nunca lo supera. El que nace con violencia, algunas veces siguen los pasos del violento, otras veces crecen sabiendo que eso no esta bien y van por otro camino. El camino correcto.
Hemos crecido si, pero con daños y violencia, en donde aun tenemos recuerdos de nuestro padre golpeando a nuestra madre. Vimos a nuestra madre suplicar, llorar, gritar y protegernos. Fuimos creciendo si, fuimos cumpliendo años en los que no tuvimos jamás un festejo, jamás nuestros amigos pudieron venir a nuestra casa a festejar un cumpleaños o solamente jugar. Fuimos creciendo si, pero crecimos odiando a nuestro padre. Y el envejecía odiándonos a nosotros. Crecimos viendo que todo era normal, y no es así. Me hubiese gustado permanecer a una familia ideal, tener libertad, llegar a querer a mi padre y que el me quiera a mí. Ser libre. Pero solo tuve que imaginármelo y soñarlo todos los días."
Mis pensamientos y recuerdos me hace poner piel de gallina y decido levantarme del asiento de la plaza y caminar hacia mi casa. Me gusta caminar con las manos en los bolsillos mientras disfruto el clima de invierno.
Saco mis audífonos de mi cartera y los conecto al móvil, pongo mi canción favorita y la disfruto mientras camino lentamente. La música es un mundo totalmente diferente al nuestro, y permanecer a él es una escape a la realidad que nos destroza.
Llego a mi casa y me siento en el escritorio algo cansada por el viaje, enciendo la computadora y decido transcribir todo lo contenido en mi diario. Antes de empezar me doy una ducha, me coloco ropa liviana y me preparo una tasa de café y algunas galletas con dulce de leche. Y comienzo a escribir:" 21 de enero del 1994, querido diario..."
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21 de enero de 1994

Querido diario:
La noche esta muy calurosa el sudor hace que se me pegue la camiseta a mi espalda, me imagino en una playa llena de gente disfrutando sus vacaciones, y en mi mano un vaso de jugo de naranja fresco. Pero no, estoy en mi cuarto esperando la cena y ansiosa para que se termine este día. Hoy fue un día muy agotador. Aún me duele las manos y las piernas por el peso de las cajas de ajo. Aun siento la sensación de mi garganta seca por falta de agua y el insoportable dolor de cabeza por el fuerte sol.
No puedo olvidarme de la voz de mi padre al gritar que me de prisa, mientras mis piernas temblaban al caminar sobre los cascotes de tierra y mi respiración avanzaba cada vez más. Aun recuerdo a mis hermanos trabajando bajo sudor y mi madre descansando a escondidas de él para que no se enfade.
Estoy deseando dormir un poco, hace días que no duermo bien. Se supone que con mis 7 años de edad debo disfrutar mis vacaciones de verano, quedarme despierta hasta la madrugada y despertar al medio día. Jugar vídeos juegos, leer y dibujar. Pero acá estoy, trabajando de 6:00 a 19:00 por un plato de comida y deseando a que llegue la hora de dormir para poder descansar del dolor en mi cuerpo.
Estoy a solo 10 días de mi cumpleaños, deseo que mi familia este unida para ese día tan especial para mí. De mis anteriores 3 cumpleaños no tengo buenos recuerdos, solo recuerdo a mi padre sentado en la mesa con exceso de alcohol y mis hermanos alrededor de él observándolo, pero no recuerdo ver a ninguno de mis compañeros y amigos de escuela.
Son las 22:18 de la noche, mamá me llama para cenar. Lo único que espero es no ver a mi padre sentado en la mesa cenando con un vaso de alcohol a su lado, eso me trae malos recuerdos. Recuerdos que ya no quiero callar, recuerdos que me mata.
Me despido por hoy, mañana me toca un día agotador. Todos los días es una lucha nueva y yo siempre termino perdiendo.
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Son las 6 am y escucho a mi madre pronunciar mi nombre, me incorporo a sentarme en la cama y me llevo las manos a la cara -Dios, hoy le pido que por favor me de fuerzas para aguantar un día más- prosigo a cambiarme de ropa y a caminar hacia la cocina. Ahí veo a mi padre sentado en la mesa desayunando y a mis hermanos incorporándose en ella. Me siento y me preparo una taza de café y una tostada con dulce. Miro a mi madre preocupada por que todos estemos cambiados y tengamos tiempo de desayunar. Observo a mi padre levantarse de la mesa - Apúrense, es hora de irnos. Ya se nos ha hecho tarde otra vez, les he dicho miles de veces que se levanten mas temprano- furioso agarra su campera y sale a fuera.
Mi hermana mayor de 18 años se apura a tomar otro trago de café, ella era alta, morocha con rulos. Era un poco malhumorada, la admiraba por su fuerza y ganas de salir adelante a pesar de su humor difícil de sobrellevar. Mi hermano de 21 años es alto también, morocho con cabello oscuro y una mirada desafiante. Le gustaba la idea de salir de casa todos los días, le ponía gana al trabajo aunque fuese tan duro. Mi otro hermano de 24 años se colocaba las zapatillas al mismo tiempo que le daba indicaciones a mi hermana de donde se ubicaba su gorra. Yo soy la menor de todos me considero algo inquieta y me encanta estar en compañía de mi madre. Ella es muy importante para mí, es la que nos da la fuerza día a día para seguir. Hubiese dado su vida por irse de esa casa y rehacer su vida en otro lado sin violencia, sin tortura, es decir, sin nuestro padre. El siempre nos criticaba por cada cosa que decíamos y hacíamos, cada verano nos lleva a trabajar en la temporada de ajo, en donde cortamos la verdura y la colocamos en cajas, y en donde es transportada por camiones hacia las fabricas. El no trabaja, a el le toca ser encargado y solo inspecciona a los trabajadores y al lugar de trabajo. Nosotros somos sus trabajadores. A mi me toca cortar y ayudar a mi madre. Con mi corta edad he aprendido demasiado como para poder ayudarla.
Termina el verano y empieza la cosecha de uva, es allí en donde mis hermanos se enfrentan a un trabajo duro. Cortan el racimo de uva del parral llenando sus tarros y prosiguen a llevárselo al hombro, éste es pesado y dificulta el camino. Salen de la hilera de parral y suben la escalera hasta llegar al camión en donde descargan los racimos de uva. Eso deben hacer todos los días, termina el día con dolor de espalda y piernas.
El trabajo en la tierra es duro, cuando toca trabajar debes soportar el frío de invierno o el sol que quema en verano. Almorzar sentados en el piso con un recipiente de comida, comer con las manos sucias o congeladas por el frío, o soportando el calor.
Me subo a la camioneta en donde veo a mi padre en el asiento del conductor y mi madre en el acompañante, mis hermanos y yo nos subimos atrás y esperamos el momento de llegar a destino. Mientras veo los lugares que recorremos y observo el día despertándose, con un hermoso amanecer y un aire refrescante. Llegamos a destino me bajo de la camioneta y miro a lo lejos, -hoy será otro día agotador, espero tener fuerzas - me digo en voz baja mientras escucho los primeros pájaros cantar. Alzo la vista y veo a mi padre acercándose a mi enojado.
-Oh no, aquí empezamos-



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