Los Ángeles de Santa Esmeralda

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La guerra civil entre ángeles era para algunos una desgracia y para otros una oportunidad para hacer nuevos tesoros.

Los ángeles de Santa Esmeralda íban a lomos de mecanicaballos negros de obsidiana, mantenían bien alto su estandarte y de forma pausada íba dando toques de vez en cuando el trompetero que les acompañaba flanqueando la marcha.

Los ángeles de Santa Esmeralda habían vencido a los Serafínes Gélidos en la región de los cielos de Hypermaná. 

Ganase quién ganase no era buena noticia para el imperio porque ninguno de los dos ejércitos luchaba para el emperador Trinnox.

El imperio de Elisia, el más grande de todos los reinos de Fractalys, llevaba cien años inmerso en luchas internas con un sinfín de purgas y guerrillas. 

Uveel era la sanadora jefe de Santa Esmeralda y casi no daba abasto atendiendo heridos. 

La víctoria había sido muy costosa y muchos ángeles de bien habían caído con las malas artes sin honor de los serafínes gélidos.


Si tan solo el emperador les perdonara, ella tendría el poder delegado de un dios para curar de verdad. Ahora todo lo que podía hacer era frenar en seco las muertes tras la batalla, pero no podía devolverles la salud.


Uveel tenía cinco ayudantes pero por no tener ni tenían buenos conocimientos de anatomía, de modo que tenía mucho trabajo suturando heridas. Los ángeles eran muy duros pero no inmortales. La mayoría de los alados caballeros eran de familias angelicales nobles, pero todos habían sido excomulgados por el emperador. Eso a Uveel no le importaba, también habría curado a los serafínes gélidos si se lo hubieran permitido.


Como solía suceder desde hacía más de cien años, los caballeros habían dejado pastar a sus mecanicaballos por el campo de batalla para que bebieran sangre de ángeles caídos. Y ahora marchaban de nuevo vigorosos y llenos de energía mágica.


Un mecanicaballo era el mejor y el peor amigo de un ángel,  ya que estos constructos articulados de obsidiana servían fielmente a sus amos y compartían su poder con el caballero, pero se sustentaban de su sangre. Un mecanicaballo era a su vez la única fuente de energía divina para ángeles desterrados como ellos.


La Marca de Santa Esmeralda les había sido arrebatada por el emperador sin ningún tipo de explicación, todo por culpa de las intrigas de los serafínes gélidos, y ahora solo les quedaba la venganza y un largo camino para recuperar algún dia la confianza del imperio.

 Vivir en largas rocas flotantes sobre las nubes no era sorprendente en Fractalys, pero todo el imperio de Elisia estaba sobre los cielos, y debajo en el suelo tenían un reino humano independiente, Splendida, y algunos otros reinos quiméricos más pequeños.   

A lomos de sus mecanicaballos, los jinetes con sus alas de ángel recogidas, marchaban dejando atrás los cielos de Hypermaná, una península flotante en el cielo que quedaba atrás, casi deshabitada y en llamas.

Uveel se apoyó mareada en su mecanicaballo, estaba a punto de desfallecer de cansancio.

Lorna, la exmarquesa de Santa Esmeralda se acercó a la curandera para preguntar si estaba bien.

—Uveel, te has esmerado mucho, podemos prepararte un hechizo fortificante el músico y yo —dijo Lorna.


—Solo me faltan algunas horas de sueño, no os preocupéis por mí.


La exmarquesa no le creyó ni le hizo caso, y preparó un hechizo revitalizante para ella con la ayuda del trompetero del ejército.


Llevaban cuatro semanas de marcha solo parando para luchar, y quién más lo había sentido era la curandera Uvee tratando de salvar a todos.


Ahora Uveel montaba su mecanicaballo erguida y con la espalda recta. Se sentía mucho mejor.


Ganar batallas con su ejército permitía a la exmarquesa tener una reserva de poder casi divino, pero no infinito.


Acamparon al cabo de unas horas en Edenitte, unos cielos que eran zona agrícola con diversas aldeas ajenas a las políticas imperiales. Los grigoris lugareños eran humildes y amables.

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