1.- Hola desconocido

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Y así estaba Peter apartado del resto, aún podiendo oler el tabaco, el sudor y el alcohol incluso a esa distancia.

Ese era su rol, el del chico que nadie había invitado a la fiesta y que ni siquiera quería ir, el mismo chico gordito y no popular que era en el instituto. Esperaba que cambiase una vez que estuviese en la universidad, pero ahora tenía 19, era mayor de edad y se seguía sintiendo inferior a toda la gente que le rodeaba.

En su divagación, una voz le sobresaltó.

—¿Puedo sentarme a tu lado?— preguntó aquella esbelta figura con un deje de incomodidad en su voz.

—Sí, claro.

Y Peter se corrió unos centímetros en el sofá para dejarle hueco.

Un silencio incómodo se hizo presente entre ambos, más notorio con el eco de la música a todo volumen proveniente del salón.

—¿Y qué haces aquí?— el desconocido tenía una voz muy suave, le pareció bastante bonita. Era obvio que no lo preguntó por curiosidad, solo por decir algo, pero igualmente el menor lo agradeció.

—"Desvirgarme"...

—Uhh, que directo, me sonrojo— interrumpió divertido.

—... De las fiestas— rió Peter— mi amiga Sarah, prácticamente me obligó a venir, pero no la he vuelto a ver desde que se tomó un cóctel, espero que esté bien—suspiró— Bueno, ¿y tú? No tienes pinta de ser de mi tipo.

—¿Tu tipo? No estoy ligando contigo, corazón —sonrió mientras observaba el líquido que contenía su copa.

—Me refiero a de los que se sientan en una esquina del salón para evadir a la gente—contestó tímido.

—Oh ya, ya. Pues verás —se acomodó en su asiento, aparentemente feliz de poder contar su vida— Este día ha sido una jodida mierda— sus ojos se pusieron vidriosos, pero la sonrisa en su cara seguía intacta— Estaba en la fiesta, unos tipos vinieron a mí, borrachos. Intentaron ligar conmigo, me decían cosas como "Ay que rica que estás" y esas típicas frases de gilipollas integral. Yo estaba super incómodo, mi amiga no hizo nada, ella era la que me había juntado con esa gente, ni siquiera me presentó por mi nombre actual, joder—estaba llorando, Peter entró en pánico, no sabía como tratar con alguien en una situación así. Parecía que su compañero estaba bajo los efectos del alcohol, pero de igual manera parecía haber pasado una mala noche.

Dirigió su mano a la espalda del joven y le dio unos golpecitos.

—Tranquilo—murmuró.

En ese momento las luces discotequeras remarcaron la figura que tenía al lado. Apartó sus manos de la cara, para dar a mostrar unos ojos cobrizos, algo enrojecidos por el llanto. Su cabello era oscuro y ondulado, corto por detrás y con unos mechones descolocados cayendole por la frente. Vestía de una manera muy "casual", pantalones vaqueros y una sudadera gris con un estampado de lo que seguramente era una marca conocida. Parecía nervioso por la inspección, se cruzó de brazos tapando su pecho como llevaba haciendo toda la noche.

—¿Tranquilo? —tartamudeó levemente—Gracias— y en sus ojos se veía el dolor, el dolor de soportar cada día que confundieron intencionadamente o no su género, el de que las personas le acosasen por tener un "bonito cuerpo" que él odiaba, el dolor que provoca la disforia.

—No he hecho nada por lo que agradecerme.

El mayor se lanzó a sus brazos sin previo aviso, era un abrazo desesperado, que demostraba su necesidad de cariño y lo que provoca el alcohol. Ese chico necesitaba desahogarse y Peter estuvo feliz de que lo hubiese hecho con él. Correspondió el abrazo como pudo. Quizás la fiesta no había sido tan mala.

☀Los raros de la fiesta☀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora