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Como ya se habrá podido apreciar por los acontecimientos, el plan de Inuyasha era nada más y nada menos que aprovechar su apariencia actual para acostarse con aquellas chicas que habían jurado nunca juntarse con alguien gordo y feo como él, para así probarse a sí mismo que era capaz de conquistarlas cuando para ellas era imposible el hecho de haber caído rendidas a sus pies.

Pero claro, Kagome nunca había hablado mal de él hasta el día de su partida. Eso le reconcomía por dentro porque no sabía si realmente había conocido a Kagome, esa dulce niña que siempre se portaba amable con él, o si todo había sido una tapadera que se vio al descubierto cuando no tuvo que verle más.

Toco a la puerta de la vieja casa a nombre de la abuela Higurashi, con la esperanza de que su nieta estuviera en casa y pudiese acabar con eso lo más pronto posible antes de esa ciudad que solo le recordaba los momentos más infelices de su vida. Mientras esperaba en el rellano no podía quitarse de la cabeza la idea de que iba a acostarse con Kagome, el amor de su infancia, su primer amor. No podía evitar estar nervioso y se puso aún más cuando la puerta se abrió y dejó ver a una señora mayor que lo miraba analíticamente.

- Kagome, creo que tienes visita, querida.

- Qué raro, no espero a nadie, abuela. - se escuchó responder al fondo del pasillo.

Inuyasha estiró el cuello mirando hacia el interior de la casa, deseando ver a quien fue la única amiga de su infancia, cuando apareció ante él una joven de pelo negro, ondulado y escalonado, ojos almendrados adornados con una sombra natural de ojos y un poco de rímel además de unos encantadores labios rosados y un cuerpo delgado y poco curvilíneo pero a la vez hermoso y femenino que le robó el aliento mientras miraba cómo sus caderas se contoneaban con naturalidad al andar. Después de observar sus torneadas piernas volvió a mirarla a los ojos, sorprendiéndose al notar que ella también lo estaba mirando y poniéndose nervioso de inmediato.

- Inuyasha... ¿eres tú?

Sus nervios se crisparon y por unos segundos quiso desaparecer y que la tierra lo tragase. Aunque su apariencia fuera la de un tipo muy seguro, sus problemas de autoestima seguían ahí, lo que nunca le dejaba contento con su cuerpo.

Kagome lo rodeó con sus brazos tomándolo desprevenido y después besó sus mejillas.

- Nunca pensé en volver a verte, y menos aquí... pero pasa, no te quedes ahí fuera que es de noche.

Le hizo pasar agarrando su brazo y él, con movimientos mecánicos, siguió los pasos de la chica hasta un pequeño salón donde, gracias a Dios, su abuela no se encontraba.

- ¿Cómo... cómo sabías que era yo? - preguntó sin poder evitar su sorpresa al verse descubierto en un abrir y cerrar de ojos.

- Porque no has cambiado nada, sigues siendo el niño que yo conocí hace años... Obviamente has crecido y parece que has conseguido regular tu peso así que me alegro por ti. - confesó mientras se sentaban en el sofá.

La chica le ofreció té pero el invitado se negó.

- Sabes, Inuyasha, Koga quiso verte cuando te fuiste para disculparse, pero tu nana se lo negó. Cuando me lo contó y quise ir a despedirme, tu nana también me cerró la puerta en las narices. Lo siento por no haberme preocupado por ti en ese momento, mi familia estaba tan feliz por lo de mi hermano que me olvidé de nuestra cita semanal en frente de la cafetería del hospital, así que perdóname por no haberme despedido adecuadamente.

El chico de ojos dorados no pudo odiar más la mención de Koga, el único chico al que no le importaba su peso o sus problemas pero que, después de saber que era amigo de Kagome, le confesó al pequeño Taisho que estaba enamorado de esa chica, cuando Inuyasha también lo estaba y sabía que no podía competir con Koga en su estado.

- Pero, tú no te preocupabas por mí, estabas hablando con las de clase de lo feo y gordo que era...

- ¿De qué hablas? Nunca hablaría mal de la apariencia de alguien y menos la tuya.- confesó Kagome con el ceño fruncido.

Fue entonces cuando Inuyasha le confesó lo que había vivido aquella tarde en el parque al ir a buscarla para despedirse y cuando Kagome le explicó que estaba totalmente equivocado.

- ¿Qué?

Lo que nos lleva al principio.

- Las personas somos malas cuando somos niños, podemos llegar a ser muy crueles... es verdad que esas niñas estaban hablando mal de ti, pero no es cierto que no te defendí. Esas chicas me dijeron cosas para que no estuviera más contigo y te dejara de lado como los demás, digamos que me dieron motivos para odiarte, por muy absurdo que suene. Pero no te quedaste el tiempo suficiente, Inuyasha, yo les dije que eras mi amigo y punto, así que ellas, al ver que no les seguía el rollo me dijeron que si no dejábamos de vernos, me dejarían sola a mí. Como te fuiste y no estuvimos en contacto el tema se quedó así y no dijeron nada más. Fue así como sucedió todo.

Inuyasha se quedó congelado en su sitio... nunca pensó que la historia podía dar ese giro a 180 grados. Ya de nada servía la venganza contra Kagome, la joven sí había sido una buena amiga hasta el final, hasta que él decidió no mantener contacto con ella y condenar a la amistad de ambos al olvido.

- Lo siento yo... realmente no sé qué he venido a hacer aquí, lamento haberte molestado y disculpa las molestias - confesó levantándose y con la mirada perdida.

Poco a poco, arrastró los pies hacia la salida seguido de una Kagome que lo miraba con algo de preocupación.

- Espero no haberte hecho sentir incómodo. ¿Hasta cuándo te quedas por aquí? Podríamos ir a tomar un café.

- Me voy mañana de nuevo a la capital... supongo que tendremos tiempo de tomar algo por la tarde - murmuró

- La verdad es que yo me voy este finde, me he mudado a la capital por mi trabajo, así que tal vez nos veremos más de lo que crees. - confesó abriéndole la puerta.

Cuando Inuyasha pasó el umbral de la puerta, Kagome dio un paso hacia él y agarró las solapas de su chaqueta para acercarlo a ella y besarlo por unos instantes. El joven se quedó perplejo y con los ojos como platos mientras disfrutas del roce con los labios de su primer amor.

- Te has vuelto muy guapo, Inuyasha.- susurró antes de desearle buenas noches y cerrar la puerta.

A la mañana siguiente, Taisho se dispuso a dar un paseo por el pueblo antes de su cita con Kagome. Lo que no sabía era que toda la población femenina estaba al tanto de sus coqueteos y conquistas que habían cambiado totalmente la visión de aquel niño indefenso a un hombre algo mujeriego, por lo que su pequeño plan quedó como el cotilleo de la semana en aquella pequeña ciudad y como una gran anécdota en su futura relación con Kagome.

Plan Taisho [InuKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora