Capítulo 1.

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-¡ALISON MARIE ADAMS, BAJA AHORA MISMO!

-Ya voy mamá- contesté.

Sabía que estaba enfadada conmigo, siempre lo está cuando dice mi nombre completo.

-¡¿Se puede saber qué es eso?!- gritó mi madre enfadada.

-¿El salón?- dije irónicamente.

-¡Recógelo ahora mismo si no quieres estar encerrada todo el verano!-exclamó mientras caminaba firmemente hacia la puerta.

No la aguanto, es una maniática del orden, demasiado perfeccionista.

Lo único que no está ordenado es un cojín de encaje blanco, que no estaba colocado como los otros dos iguales que este.

Qué persona medianamente normal castigaría a su hija todo el verano por no colocar un simple cojín blanco a la perfección.

-Ninoninonino- comenzó a sonar el odioso tono de llamada del móvil de mi madre. Era igual que el de una ambulancia, y según ella era relajante.

¿A qué clase de persona podría relajarle el sonido de una ambulancia sonando durante 26 segundos? Que era el tiempo que tardaba mi madre en descolgar la llamada.

-¡Hola Carol!- dijo a la vez que movía la mano en señal de saludo, como si pudiera verla-¿Qué? Tranquila, Carol ,no te entiendo, por favor...

Carol es la mejor amiga de mi madre, aunque no solían verse mucho, ya que ella era de Inglaterra y nosotras de España. Decidí irme a la sala de estar y coger el otro teléfono fijo para escuchar la conversación. Sé que está mal, pero uno de los muchos sustantivos que me describen es la curiosidad, y sé de sobra que si se lo pregunto a mi madre me mandará a mi habitación volviéndome a amenazar con algún castigo.

Mamá: Te ayudaré, no te preocupes, ¿Cómo pasó?

Carol: Yo... yo no lo sé, tuvimos una pelea, él se enfadó más que nunca, comenzó a gritarme, a romper y tirar cosas al suelo, pedí perdón una y otra vez pero parecía pasar de mí, ni se inmutaba. Estaba haciendo la maleta cuando entré en su habitación, pero nada más verme cerró la puerta haciendo vibrar las paredes, me empujó bruscamente y comenzó a bajar las escaleras, cogió todo su dinero y se fue, y esta vez para no volver Brenda-así se llamaba mi madre-necesito tu ayuda.

Se notaba en su voz que estaba bastante preocupada, lo que me resultaba raro, porque Carol era la persona más alegre y sonriente que yo he conocido en mi vida. Desgraciadamente no llegué a tiempo para escuchar quién le había hecho eso.

Me distraje tanto intentando imaginar de quién estaban hablando que me perdí por completo de la conversación y cuando volví a la realidad, la llamada había terminado y escuchaba a mi madre subir las escaleras muy rápido, por no decir corriendo. Coloqué el teléfono en su sitio lo más rápido que pude, me tiré en el sofá y cogí mi móvil antes de que entrase.

-Alison tengo que irme-dijo-Carol tiene problemas y necesita mi ayuda-ni que fuera una súper heroína o algo por el estilo-no sé cuanto tiempo estaré allí, llamaré a una canguro o a la vecina o...

-Mamá-le interrumpí-tengo 17 años, creo que sabré cuidarme sola, no te preocupes.

-Uf, tienes razón, no asimilo que mi pequeña crezca tan rápido, parece que fue ayer cuando...

-Mamá-le volví a interrumpir- no empieces otra vez...

-Vale, lo entiendo, y tienes toda la razón- añadió mi madre a medida que se iba a su habitación para hacer la maleta.

Había sido muy borde,pero me pone de los nervios, siempre comparándome con la Alison de 2, 3 o 4 años.

-Adiós cariño, te quiero, te echaré de menos. Recuerda que tienes suficiente dinero en el tarro de la cocina, los números de la ambulancia, de la policía y de los bomberos están pegados en el frigorífico, tienes comida suficiente y también...

-Sé cuidarme sola, hablas demasiado, adiós, yo también te quiero-dije mientras le daba un abrazo de despedida.

-Te llamaré todos los días, espero no tardar en volver.

-Mamá, vete ya, el pobre taxista está esperando-repliqué.

El taxista sonrió.

Era tarde, miré el reloj, que indicaba ya era medianoche.

Todavía no había cenado, así que cerré la puerta con llave y decidí abrir el frigorífico y sacar una pizza de cuatro quesos, mi favorita. La saqué del plástico y la metí en el horno.

Mientras se horneaba, para entretenerme, cogí una revista que había encima de la mesa, y me senté en el sofá a leérmela. Nunca me habían interesado los cotilleos de las revistas, y mucho menos los programas de televisión en los que lo único que hacen es criticar y meterse en las vidas de quienes no deberían, aun así, comencé a leer para matar el tiempo.

-Pipipi-la pizza ya estaba lista.

El olor a queso recorría toda la casa. Me acerqué al horno y miré el cristal de este. La pizza estaba en su punto, y burbujas de queso se hacían y deshacían debido a la temperatura.

Abrí el horno inclinando mi cuerpo para no quemarme, aun así, una brisa caliente golpeó mi cara.

Me encanta cuando levanto la pizza y se forman largos hilos de queso, aunque esta vez, al estirar la pizza para comerme uno de los hilos, me manché la nariz de queso, me quemé y comencé a reírme sola.

Siempre me río por todo, y no me parece mal, siempre he pensado que es mucho mejor reír que llorar.

Cuando terminé lo recogí todo y lo metí en el lavavajillas, porque odio fregar a mano.

Subí las escaleras y entré en mi habitación, cogí el móvil y empecé a contarle todo lo que me había ocurrido hoy a mi mejor amiga, Ariana.

Siempre se lo contaba todo al instante, al igual que ella a mí, lo sabíamos todo la una de la otra.

Ariana era increíble, tanto física como psicológicamente, no cualquiera podía resistirse a una rubia de ojos azules como ella. Su ondulado pelo que le caía por debajo de los hombros tenía loco a medio instituto, y pocos eran los que se resistían a su blanquecina piel y su adorable nariz.

Confío en ella plenamente, no me pensaría dos veces dejarlo todo en sus manos, y cada vez que puedo le doy las gracias por aguantarme, ya que debo admitir que no cualquiera me aguanta.

Encendí la tele y la dejé en el canal que estaba, y poco a poco me fui quedando dormida sin darme cuenta.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2016 ⏰

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