Capítulo 1: ¡Buenos días, pimpollos mañaneros!

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El despertador sonó fuertemente y me taladró los oídos como cada mañana.

A diferencia de otros días, me levanté de un salto de la cama con una alegría más grande de la habitual. Y no era para menos.

Hoy era el gran día.

Tras acabar por fin las clases y haber aprobado selectividad con una nota estupenda, decidí que este verano debía ser inolvidable. Legendario.

Para ello, busqué ideas para viajes para hacer en verano y di con la opción perfecta.

En seguida avisé a Zaire y a Abril, mis dos mejores amigas, y aunque al principio no las vi muy convencidas, conseguí contagiarlas mi entusiasmo y acabaron por aceptar.

Y el día por fin había llegado.

Hoy nos iríamos en caravana por Europa, y volveríamos pasado un mes, con un montón de experiencias y anécdotas nuevas e inolvidables para contar.

Abrí el armario rápidamente y cogí la ropa que me pondría para el viaje. Después, acabé de meter las últimas cosas que me quedaban en la maleta.

Acabé de preparar la mochila que llevaría conmigo en el viaje hasta el primer destino, Barcelona, y me metí en el baño para darme una buena ducha y arreglarme.

Me vestí con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta rosa con estampados de cupcakes, y me puse mis converse favoritas, esas que estaban ya tan gastadas que apenas se les notaban el relieve de las suelas.

Me recogí el pelo en una rápida coleta y me puse mi collar de la suerte, un colgante de hilo negro del que pendía una pluma como de ángel plateada, y con la canción de Demons,  de Imagine Dragons, a máximo volumen en el móvil, salí hacia el pasillo cargada con mi maleta color fresa y mi mochila de lunares al hombro.

Una canción épicapara un momento épico, pensé.

Estaba apunto de abrir la puerta para salir a la calle cuando un carraspeo a mis espaldas me frenó en seco.

-Feli... ¿Qué estás haciendo?

Di una vuelta sobre mí misma y me encontré a mi madre en mitad del pasillo enfundada en su bata azul, mirándome con cara de extrañeza.

Por la puerta de una habitación, asomaban las pelirrojas cabecitas de dos de mis hermanos pequeños, los gemelos Adán y Nico.

Sin variar ni un ápice mi gran sonrisa contesté:

-Hoy es el día, mamá. Hoy es el gran día. ¡Me voy en caravana por Europa!

No pude evitar gritar con emoción eso último a la vez que levantaba los brazos como si de un show se tratase.

La canción de Demons dejó de sonar, y vi cómo Nico miraba con diversión a Adán y le susurraba algo al oído. Al momento ambos empezaron a reírse y corrieron dentro de su habitación de nuevo.

Miré a mi madre con la confusión pintada en el rostro, y de repente hizo lo que menos me esperaba que hiciese en esa situación: reír.

-Oh, cariño...-Comenzó a andar hacia mí riéndose y me dio un abrazo.

Empezaba a temerme lo peor.

¿Y si cuando mis padres me dieron el consentimiento para hacer el viaje lo habían hecho con sarcasmo? Pero eso sería imposible, porque me habían visto preparar el viaje y el dinero necesario desde hacía un tiempo, ¿verdad?

-Son las seis y media de la mañana, y se supone que te levantarías a las siete para estar lista a las ocho y poder ir con tiempo al parking donde está la caravana, que no abre hasta las ocho y media... Feli, has debido de poner mal el despertador, hija.

Locuras de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora